Además, considero que tengo la obligación de refrescarles la memoria mientras viva en esta habitación pasajera que es mi cuerpo; porque sé que dentro de poco tendré que abandonarlo, según me lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo. (2 Pedro 1:13-14)
¿Cómo te sentirías si supieras que te queda 1 semana de vida?
Aun cuando sigas leyendo sin considerar la pregunta anterior, la muerte es una realidad que deberemos enfrentar tarde o temprano. La mayoría de las personas, frente a esto, tienen un sentimiento de inseguridad o temor, donde sus convicciones se ven puestas a prueba al máximo. Muchas veces los cristianos también enfrentamos esos sentimientos frente a la muerte, ya sea la propia, como la de nuestros seres queridos. Las noticias de cáncer, accidentes o la vejez de quienes amamos son una realidad en nuestra vida y nos desafían profundamente.
Pedro no solo sabe que la muerte es una realidad que vendrá en algún momento, sino que la mayor parte de su vida debió lidiar con el hecho de que el mismo Señor Jesús le reveló que un día moriría también en una cruz (Juan 21:18-19). En este verso expresa que ese momento se acerca, pero con una convicción y paz que nos impresionan. Se refiere a su vida como una habitación pasajera que dejará pronto. La palabra que utiliza para ello se traduce textualmente como tienda o carpa, en la cual está viviendo provisoriamente para luego ir a su verdadera casa [1]. Pablo, en esta misma línea, también nos describe la vida como una tienda de campaña provisoria que se va deteriorando, hasta un día abandonarla para ir a nuestra verdadera casa eterna en los cielos (2 Co 5:1).
Tanto Pablo como Pedro tienen totalmente claro lo transitoria que es su vida, sin embargo, lo ven como una buena noticia pues saben que les espera un lugar mejor, su verdadero hogar. Esta visión de su vida afectó claramente sus prioridades y les hizo enfrentar la muerte con paz y esperanza.
Nosotros también necesitamos ser afectados profundamente por esta realidad. Poco a poco nos vamos acercando inevitablemente a la muerte con una sensación de que quisiéramos hacer más de lo que hemos podido, ya sea con nuestras familias, trabajos o nuestros sueños y deseos personales. Tenemos una sensación de que nuestra vida es tan valiosa que la muerte nos arrebatará inevitablemente lo mejor que tenemos. Pero la buena noticia es que esta vida es solo una carpa desgastada que un día vamos a dejar por algo mejor.
Las personas muchas veces piensan que esto es algo que suena esperanzador, pero que en el momento de la realidad de la muerte es difícil experimentarlo. Que quizá solo funcionó para los apóstoles, pero que está muy lejos de nuestra experiencia. Sin embargo, hace un año tuve un ejemplo bastante cercano. Mi abuelo paterno, de un momento a otro, comenzó a presentar problemas de salud. En el plazo de unos pocos días lo internamos en la clínica, y a los dos días supimos que tenía un cáncer terminal que acabaría con su vida en el plazo máximo de dos semanas. Él estuvo totalmente consciente todo este tiempo y Dios me dio el privilegio de predicarle la buena noticia de Jesucristo y de ver cómo entregó su vida al Señor. Tuve el honor de compartir con él cada uno de sus últimos momentos, hasta que a los 10 días finalmente murió. Frente a la realidad de la muerte, él tenía una paz que realmente me conmocionó. En una oportunidad me pidió que yo entrara en su cuarto y orara por él. Luego de terminar la oración me dijo algo que hace eco en mi corazón hasta hoy: “Estos días he tenido más paz que en toda mi vida”. Este recuerdo me desafía día tras día en mi actitud frente a la muerte. Sin duda alguna, la paz sobrenatural que mi abuelo mostró en sus últimos 10 días de vida era la de alguien que sabía que su cuerpo era solo una carpa provisoria, y la muerte, el más maravilloso y esperanzador cambio de casa.
[1] Green, M. (1987). 2 Peter and Jude: an introduction and commentary (Vol. 18, p. 101). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.