…a los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo han recibido una fe tan preciosa como la nuestra. (2 Pedro 1:1b)
Pedro ahora nos hace una interesante afirmación en relación a la fe de los destinatarios de su carta: Han recibido una fe tan preciosa como la de los propios apóstoles. Su fe, independiente de su tiempo como cristianos, de su contexto, de su conocimiento o de su historia, es tan preciosa como la de los propios testigos y enviados del Señor. ¿Por qué entonces algunas veces pareciera haber ciertos cristianos especiales y otros simplemente ciudadanos de segunda clase? Lamentablemente en términos de la fe también categorizamos y hacemos sentir que hay cristianos más especiales, más cerca de Dios, como diría la gente, o en palabras del apóstol, con una fe más preciosa que otros. Estos individuos con rasgos casi “celestiales” se muestran prácticamente sin crisis, luchas o problemas, mientras otros en medio de sus dificultades y dudas parecieran mirar a años luz su vida espiritual y sintiendo que frente a Dios son de segunda categoría. Pero la descripción de Pedro nos quiebra por completo esta concepción. Estos cristianos, quienquiera que fueran, tenían una fe tan preciosa como la de los propios apóstoles, quienes habían compartido su vida con Jesús mismo, escucharon directamente sus enseñanzas e incluso tuvieron el privilegio de verle resucitado. A pesar de ello su fe (y la nuestra) es tan preciosa como la de los apóstoles.
Por tanto no debemos sentir que estamos en un escalón inferior frente a algunos, ni menos en un escalón superior, pues la belleza de nuestra fe esta dada por el objeto de ésta: Jesús. Nuestra fe en él es preciosa porque no hay nada más grandioso, que como dice el verso, no es otro que nuestro Dios y salvador. Él siendo Dios mismo nos ha salvado y una fe en él hace que todos pasemos de muerte a vida, de enemigos a hijos, de deudores a herederos y todo por su precioso y único sacrificio de amor por nosotros. Por tanto el resultado de esa fe hace que no sea posible que luzca más hermosa, brillante y preciosa, pues entramos en una relación libre, cercana y eterna con el Dios todopoderoso, y no hay nada más precioso en el universo que él mismo.
Pero además ni siquiera poner nuestra fe en él nos pone en un nivel diferente a otros, ya que como el mismo verso lo menciona, es una fe que hemos recibido, por lo que ni siquiera de eso nos podemos jactar.
Los falsos profetas estaban atormentando y confundiendo a los receptores de la carta mostrándoles tener una superioridad espiritual. Por lo que Pedro parte estableciendo la base de quiénes son en Cristo. Ellos no son inferiores a nadie, al igual que nosotros. Muchas veces en nuestros tiempos se nos hace sentir que somos ciudadanos de segunda categoría frente a Dios, pero la verdad es que todos tenemos una fe tan preciosa como incluso la de los apóstoles, pues Cristo es quien la ha hecho brillar. Muchas veces se nos hace sentir que debemos hacer más para tener una fe más preciosa. Pero la verdad es que no debemos hacer más sino ver mejor. Ver mejor quién realmente es Jesús, el objeto de nuestra fe, ver qué realmente logró por nosotros con su sacrificio y ver quiénes somos realmente ahora gracias a él.
Recordemos a diario las palabras del apóstol Pablo en su carta a los Efesios 2:19 para tener una perspectiva correcta frente al resto de la iglesia y frente a Dios mismo:
“Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.”