Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo… (2 Pedro 1:1)
El autor de esta desafiante carta, sobre la que estaremos reflexionando en las próximas semanas, parte identificándose a sí mismo para luego mostrarnos sus credenciales.
En primer lugar, nos dice que es un siervo o, para ser más exactos con el lenguaje, un esclavo de Jesucristo. Qué manera más chocante de presentarse y comenzar una carta. Golpea con fuerza todos los principios de nuestra cultura y de nuestra propia naturaleza. Hemos sido llamados a alcanzar logros para estar lo más arriba de la pirámide social y de esta forma tener la mayor cantidad de personas a nuestro servicio y las menos posibles que servir.
Lo triste es que dentro de nuestras iglesias esto no es la excepción. Mucho más a menudo podemos ver cómo los cristianos presentamos nuestras credenciales académicas y trayectoria cristiana, haciendo ver también que, dentro de la iglesia, hay una especie de escalafón dentro del cual nos encontramos bastante arriba. Tristemente podemos ver que muchas veces pareciera que hay más gerentes generales de ministerios que siervos de Cristo.
Sin embargo, la forma humilde en la que Pedro se presenta nos recuerda que no hay diferencia entre los cristianos en este sentido. Todos somos siervos de un solo Señor.
Pero además piense esto: Si Pedro, que ni más ni menos fue uno de los apóstoles de Jesús y escribió parte de la Biblia, tiene claro que su primera credencial es ser un siervo de Jesús, cuánto más nosotros debiéramos tenerlo claro.
Muchas veces nuestro orgullo nos juega muy malas pasadas con nuestra trayectoria y servicio cristiano. Entre más hemos estudiado o hecho en la iglesia o en la vida, más orgullosos nos sentimos. Y seamos sinceros, muchas veces nos sentimos un poquito más que otros que recién comienzan en la fe, y para qué decir con respecto a los no creyentes. Si bien esto no es algo que decimos a los cuatro vientos, podemos verlo con claridad en la actitud con la que nos desenvolvemos en la comunidad.
Pero además Pedro nos dice que es un apóstol de Jesucristo. Esto es tremendamente importante ya que nos muestra la autoridad con la que escribe. Es verdaderamente un mensajero de Jesucristo por lo cual sus palabras deben ser consideradas de la misma forma que las palabras de Jesús. Por ello es que debemos poner cuidadosa atención a todo lo que nos va a decir a continuación y obedecerlo. Decirnos simplemente que es apóstol hubiera sido razón suficiente para que tomemos con toda seriedad sus palabras, pero llama la atención que, como dijimos, además antepone la credencial de siervo. Sin embargo, esto refleja la humildad de un verdadero discípulo de Cristo que nos habla con amor de parte de él y no desde su alta posición espiritual o intelectual. Necesitamos más de esa actitud de siervos frente a nuestra forma de llevar la buena noticia de Jesucristo a otros, en nuestra forma de aconsejar y en nuestro servicio.
Somos esclavos de Jesús, y toda nuestra experiencia cristiana, todos los cursos que hacemos, todos los años que hemos servido en diferentes ministerios, nos deben llevar a profundizar en ese concepto. Somos siervos y discípulos de aquel que siendo Dios se humilló a lo más bajo y entregó por amor su vida por nosotros para rescatarnos y llevarnos a una vida eterna con el Padre.
Por tanto, llevemos día a día delante de Dios nuestro orgullo, para que no levante su voz revolucionaria intentando abolir esta maravillosa, correcta y privilegiada esclavitud.