¿Qué califica a alguien como una mujer mayor que enseña a mujeres menores? En otras palabras, ¿quiénes han de ser las educadoras, y quiénes las aprendices? La respuesta es importante. Si no manejamos esto con claridad, perderemos rápidamente el rumbo.
La edad cronológica, o incluso la espiritual —la cantidad de años que ha sido cristiana—, no convierte necesariamente a alguien en una mujer «mayor» de acuerdo a las Escrituras. En el contexto de Tito 2:3-5 (ver también 1 Ti 5:3-14; He 13:7; Fil 3:17), podemos ver que una mujer mayor tiene un carácter probado y un estilo de vida fructífero.
Estas dos pruebas de fuego de la mujer mayor piadosa destacan su carácter interior y el resultado externo de ese carácter. Nos ayudan a discernir si estamos calificadas para enseñar y quién lo está para enseñarnos a nosotras.
Carácter Probado
La demostración de un carácter genuino requiere tiempo y pruebas. Una mujer debe ser una cristiana fiel durante cierto período de tiempo y pasar por pruebas de fe que den como resultado una mayor madurez y firmeza (Stg 1:3-4). En palabras de Tito 2, es reverente y piadosa, y tiene un autocontrol sobre su lengua y su cuerpo. Todavía no es perfecta, pero ha sido probada.
Esto significa que una mujer «mayor» puede ser muy joven. Una chica menor de veinte, pero que ha atravesado la adolescencia con pureza, rectitud, y amor por la familia y la iglesia, puede ser una mujer mayor para las chicas más jóvenes. O la esposa de un pastor joven puede ser un ejemplo de piedad para los miembros mayores de la congregación de su marido. Una mujer mayor no necesita haber superado toda clase de pruebas, sino sólo haber superado bien las suyas.
Estilo de vida fructífero
Para identificar a la mujer mayor piadosa, mira a quienes la rodean, empezando por su familia. La Biblia empieza por ahí (Tit 2:3-5; 1 Ti 5:3-14). ¿Es esta mujer fiel a su marido y a sus hijos, a sus padres y a su casa? ¿Deja tras sí la hermosa estela de un servicio sacrificado en la iglesia?
La mujer mayor piadosa puede tener un hijo descarriado o un marido difícil, o haber pasado horas aconsejando a una mujer que se ha extraviado de la fe. Sin embargo, también tendrá abundantes frutos en su matrimonio y la crianza de sus hijos, y en las vidas de las mujeres que ha aconsejado y servido.
El año pasado, una prominente revista cristiana publicó un artículo titulado: «50 Mujeres a Observar», y se me ocurrió que las cincuenta mujeres a observar son probablemente las que nadie está mirando (excepto, tal vez, un niño pequeño, o un anciano dependiente, o una mujer afligida). Las mujeres a observar están probablemente sirviendo en secreto, y es por eso que a menudo vemos los frutos de las mujeres piadosas antes que a las mujeres mismas.
Por lo tanto, debemos ser juiciosas. No debemos asumir automáticamente que una mujer a seguir sea esa mujer de nuestra iglesia que tiene personalidad, ganas de enseñar a otras, o la capacidad de escribir buenos libros. Mira más de cerca su vida; observa sus frutos. Sigue a una mujer como la que quisieras ser. Sigue a una mujer fructífera.