Si buscas en la Escritura ejemplos de matrimonios piadosos, te sorprenderá lo escasos que son. Incluso en las parejas que en alguna medida brillan como Jacob y Raquel, Abraham y Sarah, David y Abigail, encontramos, a menudo, flagrantes indiscreciones o rotundos fracasos.
La Biblia nos enseña mucho sobre el matrimonio, pero nos ofrece muy pocos matrimonios concretos a los cuales imitar. Eso hace que un amor como el de Booz y Rut sea aún más hermoso. De todos los matrimonios en la Biblia, ¿existirá alguno más loable que el que tenemos en el breve relato de este hijo justo de Judá y su novia moabita?
Cuando Booz descubrió a su futura novia a sus pies en la oscura noche en el piso de la era donde se trillaba el grano, dijo: «Ahora, hija mía, no temas. Haré por ti todo lo que me pidas, pues todo mi pueblo en la ciudad sabe que eres una mujer virtuosa» (Rut 3:11 [énfasis del autor]). Debido a su extraordinaria lealtad, su inquebrantable valentía, su dependencia de Dios y su sumisa iniciativa, Rut había demostrado ser una mujer virtuosa, digna de respeto y admiración, y de la devoción de su marido.
Sin embargo, a medida que leemos sobre la virtud de Rut, descubrimos a un hombre de igual virtud, un tipo de hombre en quien una mujer como ella puede confiar y seguir.
Saliendo con robles
Al considerar a Rut y Booz como modelos de novios, debemos señalar que solo tenemos cinco versículos que describen su vida real de casados (Rut 4:13-17). No obstante, esta brevedad acentúa de una manera extraña las lecciones que aprendemos de su amor para hoy: para matrimonios, indudablemente, pero aún más cuando consideramos el matrimonio durante el noviazgo. Podemos suponer bastante sobre quiénes fueron Booz y Rut en el matrimonio debido a lo que vimos en ellos antes de casarse.
La Escritura presenta a Booz y a Rut como un hombre y una mujer dignos de un pacto de por vida, como el tipo de personas con el cual a una persona le gustaría casarse. Su amor nos recuerda sabiduría vital, aunque poco popular: lo que son nuestras futuras parejas antes de casarse, será en gran parte lo que revelarán ser en el matrimonio. Muchos se casan neciamente con hombres o mujeres poco dignos con la esperanza de que el altar los hará dignos de alguna manera; el sabio sabe que los votos matrimoniales por sí mismos no pueden alterar el carácter de nadie.
Los robles crecen de bellotas, no de espinos. Ninguno de nosotros es tan digno cuando nos casamos como lo seremos años después, y algunos cónyuges poco dignos serán transformados por Dios después de casados. Pero, por lo general, un novio poco digno también lo será como marido y una novia poco digna también lo será como esposa. Aunque a veces Dios hace milagrosamente que un roble crezca en terreno espinoso, no deberíamos casarnos con espinos, sino esperar que Dios nos traiga una bellota: un hombre o una mujer dignos, una Rut o un Booz.
Entonces, cualquier mujer que busca su bellota debería preguntarse, ¿qué hace de Booz un hombre digno de una mujer como Rut?
Un hombre verdaderamente digno
Cuando vemos a Booz por primera vez, ya estamos preparados para conocer la clase de hombre que él mismo demostrará ser: «Noemí tenía un pariente de su marido, un hombre de mucha riqueza, de la familia de Elimelec, el cual se llamaba Booz» (Rut 2:1 [énfasis del autor]).
Mucho antes de que Rut y Booz se conocieran, se nos dice que este hombre es un hombre digno, un hombre digno de confianza y respeto que actúa honorablemente en cualquier circunstancia, que cuida a aquellos que le han sido confiados y que protege a los vulnerables en lugar de aprovecharse de su riqueza o poder para su beneficio o placer egoístas y pecaminosos.
Un hombre verdaderamente digno lo es tanto en privado como cuando otros lo ven, y Booz era precisamente un hombre así.
Un hombre protector
La virtud de Booz comienza con la manera en que cuida de Rut, una viuda vulnerable que está lejos de casa, aun cuando no se beneficiaría de modo alguno al hacerlo. Cuando la conoce en el campo, le dice:
Oye, hija mía. No vayas a espigar a otro campo; tampoco pases de aquí, sino quédate con mis criadas. Fíjate en el campo donde ellas siegan y síguelas, pues he ordenado a los siervos que no te molesten. Cuando tengas sed, ve a las vasijas y bebe del agua que sacan los siervos (Rut 2:8-9).
Al considerar que acababa de conocerla, inmediatamente se hizo responsable de su bienestar. Hasta donde dependiera de él, Booz se aseguró de que nadie le hiciera daño. No esperó hasta que algo pasara en el campo, sino que primero fue hasta donde sus siervos y les prohibió que la tocaran. Los hombres buenos están atentos a prever cualquier cosa que pueda amenazar a aquellos bajo su cuidado, y son lo suficientemente valiente como para hacer lo que puedan para eliminar esas amenazas.
Entonces, el hombre con quien quieres salir o casarte, ¿protege a las mujeres a su alrededor? ¿Lo ves esforzándose diligentemente en resguardar a las mujeres de peligros o daños, especialmente a las solteras? Una forma en que un hombre puede demostrar su virtuosidad cuando está cortejando a una chica es expresando claramente su interés e intenciones (o falta de ellos), en lugar de permitirse ambigüedades y coqueteos. ¿Deja una estela de corazones confusos y heridos detrás de él?
Un hombre proveedor
El compromiso que Booz tenía de ofrecer protección estaba unido a un estilo de vida de provisión. Los hombres que protegen y proveen bien para sus esposas son hombres que protegen y proveen para otros fuera del matrimonio.
«Oye, hija mía» —le dice a Rut—, «no vayas a espigar a otro campo; tampoco pases de aquí, sino quédate con mis criadas. […] Cuando tengas sed, ve a las vasijas y bebe del agua que sacan los siervos» (Rut 2:8-9). Booz vio a una mujer que tenía hambre y se aseguró de que tuviera algo para comer. Vio a una mujer que tenía sed y se aseguró de que tuviera lo suficiente para beber. A diferencia de muchos hombres, no ignoró la necesidad delante de él; tampoco supuso que otro se haría cargo de ella ni tampoco se excusó de no tener lo suficiente para él mismo; con gusto y rápidamente intervino para proveer.
Ahora bien, la mayoría de las mujeres solteras no espigan el campo de sus vecinos para obtener su próxima comida; entonces, ¿hace esto que esta cualidad de Booz sea irrelevante hoy en día? Por supuesto que no. Los hombres dignos son proveedores en cualquier contexto, y perciben y se anticipan a las necesidades de cualquier situación en particular. Cuando observas al hombre con quien te podrías casar, ¿lo ves derramar su tiempo, dinero, trabajo o atención en las personas necesitadas que hay a su alrededor? ¿O parece hacer lo justo y necesario para proveerse a sí mismo?
¿Este es el tipo de hombre que no solo ganará suficiente dinero para poner alimento en la mesa (lo cual es importante), sino que también proveerá para ti y su familia de manera constante, aunque no perfecta, a través de la oración, a través de escuchar, a través de la planificación y comunicación efectivas, a través de la enseñanza y la disciplina en la crianza de los hijos y a través de abrir la Palabra de Dios contigo? ¿Es este el tipo de hombre que provee con gusto desde un corazón renovado y no a regañadientes ni a la fuerza?
Un hombre bondadoso
El cuidado y la protección que Booz le mostró a Rut fueron expresiones de una bondad inusual. Cuando Noemí escucha cómo Booz había admitido a Rut para que espigara en sus campos, señaló: «Sea él bendito del Señor, porque no ha rehusado su bondad ni a los vivos ni a los muertos» (Rut 2:20).
Al igual que hoy, su bondad contrastaba con la de muchos hombres a su alrededor. Nadie se sorprendía del egoísmo o de la dureza que mostraban o incluso de que se aprovechaban de las mujeres; ¿por qué otra razón Booz ordenaría a sus hombres que no tocaran a Rut? Pero él era diferente. Era lo suficientemente fuerte para proveer y duro para proteger, pero también lo suficientemente bondadoso para cuidar, sacrificar y amar. Los hombres buenos son fuertes, valientes y trabajadores, pero también son igual de bondadosos.
«El siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos» dice Pablo (2Ti 2:24). Deben ser amables porque Dios lo dice, pero también porque han caído bajo el torrente de su bondad (Ef 2:7). La bondad define a los hombres de Dios porque saben dónde estarían sin su bondad. Tenemos amigos que sabiamente escogieron este versículo como texto de su matrimonio: «Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo» (Ef 4:32, NVI [énfasis del autor]).
¿El hombre con el que pudieras casarte es capaz, con la gracia y ayuda de Dios, de esta bondad, compasión y perdón? ¿Se ha sentido humillado y se ha vuelto compasivo ante la enorme bondad de Dios?
Un hombre redentor
La dignidad de Booz, igual como la de todo esposo, es una virtud reflejada. La gloria de Booz es una luz reflejada del Hijo, del Cristo que un día redimirá a su novia.
Cuando Rut se acercó a Booz, dijo: «Soy Rut, su sierva. Extienda, pues, su manto sobre su sierva, por cuanto es pariente cercano» (Rut 3:9 [énfasis del autor]). En ese entonces, en Israel, un «pariente-redentor» era el que pagaba para redimir a un miembro de la familia de la esclavitud o para readquirir la tierra que había sido vendida o confiscada por pobreza (ver Levítico 25:23, 47-49). Booz no era el redentor más cercano, pero sí era el que estaba más dispuesto a casarse con la viuda y perpetuar el nombre de su esposo (Rut 4:5-6).
Entonces, Booz hace una declaración para que todos lo escuchen: «[…] he adquirido a Rut la moabita, la viuda de Mahlón, para que sea mi mujer […]» (Rut 4:10). La redimió de su dolor y pobreza como imagen de cómo Cristo al final redimirá a los pecadores como nosotros de un destino mucho peor. El virtuoso Booz cumplió con el mandamiento que un día Pablo le daría a cada esposo cristiano:
Maridos, amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio Él mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada (Efesios 5:25-27).
Una unión que trae bendición
Tal como es el caso de todo buen matrimonio, la unión bendecida entre Booz y Rut se extiende en bendición para otros casi de inmediato. Primero, su hijo Obed: «Booz tomó a Rut y ella fue su mujer, y se llegó a ella. Y el Señor hizo que concibiera, y ella dio a luz un hijo» (Rut 4:13). No sabemos mucho de la historia de Obed, pero puedo imaginar la gran bendición de ser criado por un padre y una madre como los que él tuvo.
Sin embargo, sí vemos cómo su matrimonio bendijo a la suegra de Rut: «Entonces las mujeres dijeron a Noemí: “Bendito sea el Señor que no te ha dejado hoy sin redentor; que su nombre sea célebre en Israel. Que el niño también sea para ti restaurador de tu vida y sustentador de tu vejez”» (Rut 4:14-15). Cuando Noemí llegó a Belén, dijo: «No me llamen Noemí, llámenme Mara, porque el trato del Todopoderoso me ha llenado de amargura» (Rut 1:20). Pero a través de Rut y Booz, su lamento fue cambiado en danza. La muerte y la desesperación fueron reemplazadas por una nueva vida y esperanza. Lo que el Señor había quitado, lo devolvió, y aún más, por medio de un matrimonio sano y rebosante.
Sin embargo, lo más importante de todo es que el fruto y la bendición del amor de Booz y Rut se extenderían mucho más lejos. «Y lo llamaron Obed. Él es el padre de Isaí, padre de David» (Rut 4:13-17), y por medio de David. sabemos que viene el Cristo. Un redentor engendró al Redentor, cuyas alas protegerían a las naciones. La unión de Booz y Rut, al final, produjo la simiente que heriría la cabeza de la serpiente (Gn 3:15). Y aunque nuestros fieles matrimonios no darán a luz a otro mesías, sí pueden reproducir y expandir la redención, la sanidad y el amor que nuestro Redentor compró para nosotros.
Cuando busques contraer matrimonio, busca un cónyuge que te ayude a edificar un matrimonio de bendición, un matrimonio tan feliz en Dios que se traduzca en satisfacer las necesidades de otros.