Un amigo recientemente me envió un correo electrónico preguntándome cómo debería sopesar la posibilidad de dejar su iglesia para aceptar un trabajo en otra ciudad. Le dije que era «libre en Cristo» para quedarse o para irse, pero me encantó que considerara a su iglesia local para tomar la decisión. Bien hecho.
Demasiado a menudo, es fácil tomar las «grandes decisiones» de la vida como lo haría un no cristiano, sin tener en cuenta cómo impactará nuestra membresía en nuestras iglesias locales. Consideramos una oferta de trabajo en otra ciudad sin prestar mucha atención a si esa ciudad tiene una iglesia saludable. Consideramos un posible compañero para casarnos sin preguntarnos si es que la persona tiene un historial de amar y servir al cuerpo de Cristo.
Permíteme mirar el asunto de otra manera. Cuando nos enfrentamos a tales decisiones, no buscamos el consejo de otros hermanos y hermanas en nuestras congregaciones que nos conocen bien —a menudo porque no hemos buscado relaciones significativas en primer lugar—.
No consideramos el impacto que nuestra partida tendrá en otros: en los niños a los que les hemos estado enseñando en la Escuela Dominical o en las otras personas que dependen de nuestro ánimo semanal.
Enfrentamos muchas decisiones difíciles sobre cómo criar a nuestros hijos: ¿los estoy disciplinando demasiado? ¿Quizás no lo suficiente? ¿Deberíamos hacer escuela en casa? ¿O mejor escuela pública? Pero no recurrimos a padres mayores y más sabios en la congregación.
Ya puedes hacerte una idea. Si eres cristiano, vale la pena preguntar si es que incluyes a tu iglesia en la planificación de tu vida. Con «incluir a la iglesia» me refiero a dos cosas: ¿la consideras como un factor en tu pensamiento y realmente involucras a la congregación en tu toma de decisiones?
Dios nos ha dado a todos nosotros un regalo maravilloso en otros cristianos que tienen debilidades y fortalezas, talentos y recursos, que complementan los nuestros. Cualquiera sea el don que tengamos, lo tenemos para el bien común (1Co 12:7; 1P 4:10). Tenemos que edificarnos mutuamente hacia la madurez (Ef 4:13; 1Ts 5:11; Jud 20-21). La madurez en Cristo es un proyecto de grupo, razón por la cual nuestro discipulado debe ocurrir principalmente en y a través de la iglesia local. El amor y la obediencia de los cristianos toman forma allí.
Por ejemplo, Filipenses 2:1-11 dice: «considere[mos] al otro como más importante que a [nosotros] mismo[s] […] buscando […] los intereses de los demás». Luego nos dice que tengamos la misma actitud que Cristo, quien se hizo hombre, siervo y fue a morir a la cruz. Permíteme ver si puedo aplicar estos versículos dando forma a un ejemplo de una gran decisión de vida: qué casa comprar o qué apartamento alquilar.
Si puedes, «considera al otro como más importante que a ti mismo buscando los intereses de los demás» al vivir geográficamente cerca de la iglesia. Cuando una persona vive a una distancia caminable de una iglesia o grupos de miembros, es más fácil invitar personas a cenar a la casa, cuidar a los hijos los unos de los otros mientras hacemos trámites y comprar pan o leche en la tienda para los demás. En otras palabras, es simplemente más fácil integrar la vida diaria cuando hay proximidad geográfica relativa (incluso caminable).
Al escoger un lugar para vivir, los cristianos hacen bien en hacer algunas de las mismas preguntas que se hacen los no cristianos: ¿cuáles son los costos? ¿Hay buenas escuelas cerca? Pero un cristiano también hace bien al hacer preguntas adicionales como estas: ¿la hipoteca o el pago de la renta permitirá la generosidad para otros? ¿Les dará a otros miembros de la iglesia acceso rápido a mí para el discipulado y la hospitalidad?
Durante el último cambio de casa de mi familia, la pregunta de vivir cerca de la iglesia redujo las opciones a dos casas, ambas asequibles, pero muy diferentes en otros aspectos. La casa 1 era más nueva, mejor diseñada, más atractiva, no requería reparaciones y era menos cara; sin embargo, estaba a 30 minutos manejando del edificio de la iglesia y no estaba cerca de otros miembros de la iglesia. La casa 2 era más vieja, con mucha corriente de aire, requería varias reparaciones (como un porche delantero que se está pudriendo y un sótano que se inunda ocasionalmente) y era más cara, pero estaba sólo a 15 minutos manejando del edificio de la iglesia y, lo más importante, dentro de una proximidad caminable de una docena (ahora dos docenas) de familias de la iglesia. Busqué el consejo de varios ancianos, todos los cuales me aconsejaron priorizar las relaciones de la iglesia. Esto significó realmente escoger la casa más vieja, menos atractiva y más cara.
Afortunadamente, lo hicimos, y ha sido enriquecedor para nuestra familia completa. Mi esposa interactúa con otras madres casi diariamente y nuestros hijos con los hijos de ellas. Me reuní con un hermano cada mañana de lunes a viernes para orar y leer la Escritura durante un año y medio. Nuestras familias de la iglesia pueden trabajar juntas en servir y evangelizar a nuestros vecinos.
¿Un cristiano tiene que cambiarse a una casa que esté cerca de los otros miembros de su iglesia? No, la Biblia no ordena esto. Somos libres en Cristo para vivir donde sea que queramos. Pero esta es una manera concreta de amar a tu iglesia: considera a otros como mejores que tú y busca sus intereses.
¿El Hijo de Dios se sometió geográficamente por el bien de la iglesia? Él dejó el cielo. Ahora, vistámonos de la misma actitud que nuestro Salvador se puso por nosotros.