Persuadir con el Evangelio
La manera en que respondemos a la mala autoridad depende de lo que queramos decir por mala autoridad. Hay usos de la autoridad cotidianos, típicos y egoístas con los que se puede vivir, pero quiero ser muy sensible a esos tipos de abusos tan graves que son intolerables.
Comencemos con la primera categoría. El pasaje que se me viene a la mente es 1 Pedro 3: «mujeres, estén sujetas a sus maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra» —no están obedeciendo la Palabra; están usando mal su autoridad de alguna u otra manera— «puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres al observar ellos su conducta casta y respetuosa».
Y déjame sólo decir que esto es algo que se le ordena no sólo a las esposas, sino que, yo diría, que a cualquier cristiano que está bajo una autoridad que no está obedeciendo la Palabra. Ya sea tu lugar de trabajo, el gobierno o cualquiera sea el caso, como cristianos, generalmente, y como esposas, específicamente en el contexto del matrimonio, tenemos que asumir que las autoridades que Dios pone sobre nosotros no son perfectas. Ahora, la autoridad de Dios es perfecta, pero lo que hacen esas autoridades no es perfecto y ellos no van a obedecer. Somos llamados a abstenernos, a ser pacientes y a perdonar y, sin embargo, a continuar buscando persuadir con el Evangelio por medio de nuestra confianza en Cristo, a medida que confiamos en Dios, incluso cuando continuamos sirviendo a aquellos que Dios nos ha llamado a servir.
La belleza de tu vida
Recuerdo a un jefe terrible que tuve una vez en una revista. Era el editor general de una revista al principio de mi carrera y él era un jefe muy malo. Me atacaba verbalmente y de otras maneras. Y a medida que recuerdo esa experiencia, ¿de qué me arrepiento?
Irónicamente, uno de mis más grandes arrepentimientos es que no hice un trabajo formidable para él. ¿Sabes por qué me arrepiento de eso? ¿Acaso es porque no progresé en el periodismo? No, dejé el periodismo. Es porque hice un trabajo mediocre y desearía que mi trabajo de calidad siguiera siendo un testimonio contra él, por así decirlo. «Oye, aquí está este cristiano que me escucha, me sigue y hace un trabajo excelente, a pesar de que, en algún nivel, soy un jefe terrible».
Deseo que esa haya sido mi motivación. Así que creo que en cierto sentido Pedro se está refiriendo a esa misma idea. Aun cuando tu marido no obedezca la Palabra, preséntale el Evangelio, de cierta forma, con tu vida. Que tu adorno, dice Pedro, venga de la belleza de sus vidas. Para las esposas que tienen maridos egoístas y pecaminosos, quiero que esa sea su meta.
Ahora, por supuesto, no te estoy diciendo que no lo corrijas ni hables con él al respecto. Hazlo, absolutamente. Aprende cómo hacer eso bien. Aprende cómo dar la sabiduría que necesita tu esposo. Él necesita tu ayuda. Él necesita que hables con él sobre las cosas que podría estar haciendo mal. Todo eso está en ese primer balde de pecados con el que se puede vivir, por así decirlo.
La segunda categoría de mala autoridad
Y si necesitas involucrar a los ancianos de tu iglesia, creo que sería una buena idea hacerlo. Conversa con otras hermanas en tu vida que puedan darte sabiduría sobre cómo hacerlo. Asimismo (y esto nos lleva al segundo balde), ellos pueden ayudarte a discernir si es que algunas de esas cosas que están ocurriendo son indicios de que necesitas separarte. Realmente, estás poniendo en peligro tu integridad, pues aquí hay abuso.
Conversa con las hermanas que hay en tu vida, habla con tus pastores y deja que te ayuden a ver si quizás tú eres el problema. Si esas cosas que de cierta forma estás dando por sentado como cosas normales, pero que en realidad no lo son, entonces tienes que huir; necesitas salir de ahí. Ese es otro conjunto de asuntos complejos que no puedo abordar aquí.
Pero lo fundamental es: busca amar a tu marido, ya sea en sumisión constante o, rara vez o cuando sea necesario, incluso al hacerte a un lado y huir para que no continúe pecando contra ti.