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Existe una delgada línea entre las palabras que adulan y las palabras que alientan (de hecho, es tan delgada que estas palabras podrían ser idénticas). La frase, «eres tan hermosa» podría calificar en  la categoría de adulación, pero también podría, según la circunstancia, el tono de voz y el contexto de la relación, servir como una afirmación genuina de aprecio, alentando cuidadosamente a una persona cansada y desanimada para que regrese a las pistas. Es importante conocer la diferencia, porque tendemos a confundirlas.

Algunas personas evitan alentar a otros verbalmente por miedo a sonar adulador. Otras personas adulan a otras, pensando que las están animando, pero luego se preguntan por qué esas personas a su alrededor son orgullosos y centrados en sí mismos cuando llega el momento de que devuelvan el favor. Aquellos que están en necesidad de aliento acuden a solicitar meros cumplidos, pero no parece ayudar en su desánimo. Y cuando el verdadero ánimo llega, muchos de nosotros nos avergonzamos y rápidamente lo rechazamos como si fuera una adulación, no permitiendo que surta efecto, temiendo que nos enorgullezca.

A continuación, comparto algunas formas en las que podemos diferenciarlos la próxima vez que les den un cumplido.

1. La adulación está motivado por el egoísmo; el aliento es humilde

Por definición, la adulación tiene un motivo oculto. «Adular», según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, significa: «Hacer o decir con intención, a veces inmoderadamente, lo que se cree que puede agradar a otro». Alguien que adula quiere comprar algo usando dinero falso en forma de zalamerías (Ro 16:18). A veces los clientes que pagan con cumplidos solo quieren admiración recíproca; otras, las apuestas son mayores y van tras dinero, sexo, poder o cualquier otra comodidad de servicio propio. Sin embargo, cualquiera sea el caso, aprendemos a usar la moneda de la adulación desde pequeños. La adulación es el truco más antiguo en el libro, un uso incorrecto descarado de poder (Pr 29:5).

Por otro lado, el aliento está motivado por la humildad. Mi propia definición, en proceso, para humildad (un rasgo notoriamente difícil de definir) es «el deseo más sincero y el esfuerzo más intencional de fortalecer a otra persona». La humildad real es tan inconsciente que no encuentra razón para sonrojarse o para frenarse para decirle algo bueno a otra persona en su cara. A veces, la razón por la que no podemos animar a otra persona es que, en la profundidad de nuestro ser, tenemos envidia o miedo de que esa persona se enorgullezca de sí misma. Sin embargo, el aliento, que es humilde, desea fortalecer (y eso es completamente opuesto a enorgullecer). El aliento, más que usar el poder incorrectamente, lo entrega por el bien de empoderar a alguien más (1Ts 2:5-8).

2. La adulación no es sincera; el aliento es veraz

Mientras que los niños pequeños pueden ser maestros Jedi en cumplidos, también su incapacidad de hacerlo puede ser reconfortante (piensa en el cuento El traje nuevo del emperador). El joven amigo de Job, Eliú, después de esperar y esperar a que uno de los tipos mayores apareciera para dar una buena explicación del sufrimiento de Job, finalmente explotó con el aliento que Job necesitaba: Dios está en control y él es justo (Job 37:23).

Eliú era incapaz de dar cumplidos:

Que no haga yo acepción de persona, ni use lisonja con nadie. Porque no sé lisonjear, de otra manera mi Hacedor me llevaría pronto (Job 32:21-22).

Él no le daba palmaditas en la espalda a Job con cumplidos vanos («eres un buen tipo, Job») ni le hacía promesas vacías («todo va a funcionar»). Él simplemente no cortó camino en toda patética filosofía y dijo la verdad pura y clara. Y luego (humildemente) dio un paso atrás para dejar que Dios demuestre quién es él.

Cuando alguien a quien amas está sufriendo, no los halagues con alabanzas vacías y con un orgullo centrado en el hombre; al contrario, tranquilízalos al verter sobre ellos el aceite de la verdad (Sal 141:5; Pr 28:23). Es posible que no los conmueva como una dulce y bella tarjeta, pero les dará valentía.

3. La adulación construye orgullo; el aliento construye fortaleza

A menudo la adulación comienza con la frase: «eres tan…». De acuerdo, eso no define automáticamente una afirmación como una adulación, pero cuando lo que sigue es un jarabe espeso de elogio sin sentido, es un indicador bastante bueno. Puesto que quien adula tiene motivos de autoservicio, tiene sentido que apelen al egoísmo en sus intentos por obtener lo que quieren. Orgullo es el segundo nombre de la adulación.

Sin embargo, una alternativa bíblica apropiada para la adulación no es abstenerse de decir algo que afirme a otra persona. El pueblo de Dios no debe ser mezquino en su admiración, respeto, aprecio y gratitud mutuos. Al contrario, debemos ser extremadamente alentadores. Y el aliento bíblico no comienza ni termina con meras abstracciones doctrinales sobre los atributos de Dios.

Necesitamos aprender a liberar nuestras lenguas para ser directamente personales en momentos cuando alguien se está desanimando en la labor que Dios les ha dado. Ya sea que ese trabajo sea el ministerio profesional o la crianza; perseverar en la fe o resistir las tentaciones de un pecado agobiante, a menudo además de necesitar la verdad del Evangelio de la Biblia, las almas débiles necesitan escuchar algo más de primera fuente. Necesitan a alguien que comparta la vida con ellos (no un libro, no un blog, no un podcast, sino una persona) para decirles algo real y verdadero e históricamente innegable sobre la obra de Dios en sus propias vidas.

Pablo nunca se limitó para dar elogios concretos. Él notó la «obra de fe, [el] trabajo de amor y la firmeza de [la] esperanza» de los Tesalonicenses y los elogió por ser «un ejemplo para todos los creyentes en Macedonia y Acaya», incluso afirmó que su excelente ejemplo había alcanzado los oídos de prácticamente todas las iglesias (1Ts 1:3, 7, 8). ¿Conocer su fama los haría más importantes? Pablo se arriesgó a elogiarlos, sabiendo que la disminución de su valentía era un riesgo aún mayor si no les decía nada. Pablo sabía que sus elogios no los enorgullecerían; él sabía que era sustancial y que los llenaría de fortaleza para continuar.

En Corinto estaba haciendo lo mismo, quizás incluso con más afecto: «tengo mucho orgullo de ustedes» (2Co 7:4). Él entra en detalles, primero diciendo una verdad objetiva (2Co 7:10) y luego describiendo completamente cómo ve que la verdad se materializa en colores vivos entre ellos (2Co 7:11). Él usa adjetivos ricos para describirlos: son fervientes, inocentes, reconfortantes y obedientes, y Pablo no tiene reparos en alardear sobre ellos con otros, porque él sabe que lo bueno que él ve en ellos es la obra misma de Dios (2Co 7:14, 16).

La adulación enorgullece, pero el ánimo inyecta de energía. La diferencia entre ellas tiene todo que ver con la calidad de lo que hay dentro tanto de quien habla como de quien escucha. La adulación está llena de nada; el aliento está lleno de músculo. El aliento es grasa buena que calma y fortalece; la adulación es grasa mala que obstruye las arterias espirituales.

En el análisis final, la adulación es algo que Dios prohíbe mientras que el aliento es algo que él ordena: una capacidad que todos podemos pulir y aumentar por el bien de terminar la carrera juntos.

Reproducido de GoThereFor, publicado por Matthias Media. Propiedad literaria. Todos los derechos reservados. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda
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Hannah Ploegstra
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Hannah Ploegstra

Hannah Ploegstra y su esposo, John, son fundadores de learnChrist, un ministerio que entrega recursos para la memorización y el estudio de la Escritura. Las canciones de la Biblia que Hannah y John grabaron para memorizarla se pueden escuchar y descargar gratis desde el blog de Hannah (www.hannahploegstra.com). En learnChrist, Hannah escribe un programa de discipulado, dirige el coro bíblico SHEMA y anima a las madres en su discipulado en casa.
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