Para muchos cristianos, la Navidad puede ser una época bastante conflictiva. ¿Han notado cómo nos quejamos durante este tiempo, gastando demasiado en juguetes y cachivaches, comiendo excesivamente y manteniéndonos «demasiado ocupados», mientras que con el mismo aliento lamentamos la pérdida de «la razón de este tiempo» y la forma en que el mundo se apoderó del «verdadero significado de la Navidad»?
Esta doble forma de pasar por diciembre provoca que algunas personas intenten redimir la situación al hacer de la Navidad algo sagrado con velas, coronas de Adviento y devocionales navideños, y al reivindicar el verdadero sentido de la Navidad en Jesús. Sin embargo, a menudo estas personas terminan en conflicto con todo el resto, lo que en cierta medida frustra el propósito de la Navidad, ¿no es así?
Esas inconsistencias son las que nos llevaron a mi marido y a mí a finalmente llamar las cosas como son y decir: «si Navidad (que ni siquiera es una celebración bíblica) nos transforma en unos quejumbrosos hipócritas, criticones y estresados, entonces, ¿qué bien hace?».
En vez de desechar la idea completa, hemos decidido dejar que la Navidad sea como las hamburguesas, el béisbol y el budín de manzana: una experiencia cultural que atesoramos porque, como humanos, nos vinculamos con la cultura —sí, adivinaron, somos estadounidenses—. Y, como todas esas cosas, la Navidad es algo que podemos disfrutar para la gloria de Dios (o podemos no hacerlo, si es que no somos cuidadosos).
La Biblia no sugiere ni una sola vez que el nacimiento de Cristo deba celebrarse. La antigua costumbre de celebrar cumpleaños tiene raíces profundas en la magia, la astrología y la adoración de ídolos paganos, por lo que los judíos y los primeros cristianos no tenían nada que ver con los cumpleaños. Dicho esto, si alguien quiere cantarle Cumpleaños feliz a Jesús el 25 de diciembre, creo que no es problema para Jesús. Las naciones han venido a Él y le han traído algunas de sus peculiares costumbres; lo adoran en maneras que tienen sentido para ellos.
La simple verdad es que la Navidad es producto de nuestros días cristianos iniciales cuando Constantino adoptó una festividad de fertilidad pagana (que justo se celebraba el 25 de diciembre) y puso el cumpleaños de Jesús sobre ella (haciendo caso omiso, por supuesto, a que Jesús probablemente había nacido un poco antes, durante otoño, en un tiempo más cálido del año, cuando los pastores pudieron realmente haber estado durmiendo en los campos con sus ovejas). Más tarde, la Iglesia Católica Romana dedicó días especiales a santos importantes y dedicaba una misa o un servicio religioso para ese santo en ese día (de esa manera, el servicio especial por el nacimiento de Jesús se realizaba el 25 de diciembre). Como festividad religiosa, la Navidad está revestida de herejía, paganismo e idolatría, probablemente es mejor no emocionarse tanto con intentar restaurar «la razón de este tiempo».
Es un poco ridículo preocuparse, enojarse y pelear para ver cómo «regresar a “Cristo” a la Navidad» cuando Él nunca se puso a sí mismo en ese lugar realmente. Al contrario, necesitamos poner la Navidad (y todos nuestros días, tiempos y costumbres) bajo la influencia y los propósitos de Cristo. Él es el gran evento que cada aspecto de la vida humana y de la cultura debe celebrar.
Él es nuestro día santo perpetuo. El 14 de febrero recuerdo su amor por mí que nunca falla. El 4 de julio (el día de la independencia de mi país), me maravillo de su gobierno justo y perfecto, más perdurable y verdadero que cualquier gobierno del mundo. En los días de entremedio, un número indefinido de acontecimientos, de ocasiones o de recuerdos pueden volver mi atención a Él. ¿Puedo celebrarlo el 25 de diciembre? ¡Sí! Déjenme contarles algunas formas de hacerlo.
En primer lugar, cortesía de Constantino y su tributo a Jesús un tanto equivocado, el 25 de diciembre está lleno de conversaciones y canciones sobre la encarnación. No hay problema con eso, aunque estoy un poco perpleja de que no cantemos Gozo del mundo en junio (pues hay gran teología en la letra de esa canción).
Sin embargo, ¿qué pasa con nuestras costumbres navideñas «mundanas»? ¿Alguna vez notaron cuántas de ellas pueden recordarnos la segunda venida de Cristo, simplemente por nuestro disfrute honesto de estas buenas bendiciones? Por ejemplo:
- La expectación por el día de Navidad durante la época navideña nos enseña a esperar con ansias su venida y a centrarnos en ella, lo que dará inicio al tiempo más feliz de todos.
- El árbol en el living nos recuerda la nueva creación y el imperecedero árbol de la vida que estará entre nosotros, gratis para que lo disfrutemos.
- Los regalos nos recuerdan que el dominio de Cristo sobre todas las cosas traerá placer, satisfacción y deleite eternos. Cada día, cada momento, cada experiencia en su nuevo mundo será un regalo, emocionante, nuevo y lleno de alegría y amor.
- Las luces de Navidad que hacen que las calles y las casas brillen nos recuerdan que su luz estará en todas partes (su preciosa luz).
- La abundancia de canciones, de comunidad y de celebración me recuerdan la alegría constante que compartiremos juntos.
Ah, pero, ¿qué pasa con Santa Claus? ¿De qué lado está él?
Él no me preocupa mucho. Ese alegre y panzón hombre no es mejor ni peor (y sin duda no es más real) que Mickey Mouse o Peter Rabbit (solo un divertido personaje de un libro). Sé que él fue una persona real (hola, Nicolás), pero su identidad original se ha caricaturizado tanto por medio de historias y leyendas que el Santa Claus que vemos en los papeles de regalo y en los suéteres que tejen algunas abuelas no es real (lo siento, niños).
El hecho es que, la Navidad es muy parecida a la ropa que nos ponemos, a la comida que comemos y a los programas de televisión que decidimos mirar. En otras palabras: «Todas las cosas me son lícitas, pero no todas son de provecho. Todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna» (1Co 6:12, [énfasis de la autora]).
La Navidad no fue un mandato de Dios; es una reliquia de nuestra cultura. En la medida en que pueda sernos útil en nuestro caminar con Cristo sin que nos domine, aceptémosla. Pongamos la Navidad (como todo lo demás) bajo el señorío y el propósito de Cristo y celebrémosla (junto con todas las bendiciones de esta vida) debido a lo que Él está haciendo en nuestras vidas mientras esperamos que Él traiga el verdadero año nuevo.
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