Al salir el sol sobre otro año, ¿dónde quieres encontrarte siendo más fiel dentro de doce meses? ¿En tu dieta y ejercicios, en tu matrimonio y relaciones, en tu evangelismo personal, en tu productividad laboral o en tu comunión con Dios? El comienzo de un año es un buen momento como cualquier otro para escudriñar nuestros corazones, y ver si estamos encubriendo alguna infidelidad. ¿Habrá impulsos pecaminosos que hemos descuidado, justificado o albergado? ¿Qué podría Dios finalmente podar o sacar a la luz?
El apóstol Pablo nos advierte con una promesa: «El que siembra escasamente, escasamente también segará; y el que siembra abundantemente, abundantemente también segará» (2Co 9:6). Un agricultor que siembra unas pocas semillas, cosechará poco, pero uno que siembra muchas, cosechará en abundancia. Cómo sembremos (y para quién) determinará, de manera real y significativa, lo que cosecharemos. Si el año pasado nos dejó emocionalmente inestables, financieramente angustiados, físicamente débiles y poco saludables, relacionalmente desconectados, y sintiéndonos más lejos de Dios, seguramente estamos cosechando lo que sembramos. Y si sembramos lo mismo este año, probablemente nos sentiremos en forma similar dentro de un año. O aún peor.
Pero si sembramos abundantemente, nuestra cosecha será otra. Y nuestro Dios ama llenar (y volver a llenar) las copas de aquellos que le siguen con celo, y gustosamente sirven a los demás.
¿Qué sembrarás?
Cuando Pablo escribió sobre sembrar y cosechar, él estaba escribiendo sobre generosidad monetaria (2Co 9:7), pero no solo de eso porque agrega: «para toda buena obra» (2Co 9:8). Así que al dar vuelta la página a otro año, deberíamos estimar qué tanto sembraremos: en cuanto a nuestras finanzas, sí, pero también a nuestro tiempo, a nuestra energía y a nuestra devoción. Podemos determinar ahora, con nuestras manos abiertas frente a Dios, quién o qué recibirá lo más abundante y lo mejor de lo que nos ha dado el Señor. La mayoría de nosotros siembra escasamente porque lo hacemos sin pensar y sin orar. Ningún agricultor siembra abundantemente por accidente, y pocos cristianos siembran escasamente con seria intencionalidad.
¿Por qué sembramos escasamente? Sembramos escasamente porque olvidamos o ignoramos lo que vamos (o no) a cosechar. Nos conformamos con la comodidad y conveniencia de sembrar sin propósitos claros, a pesar de lo mucho que nos puede costar. Cambiamos plenitud de gozo y placer eternos por fracciones de gozo y momentos de placer.
Cuando no podemos ver más allá del horizonte de nuestra corta vida, aprendemos a vivir día a día como si no hubiera nada más. Descuidamos la sabiduría profunda e invencible del consejo de Dios:
No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban […] (Mt 6:19-20).
Sembramos escasamente porque olvidamos lo que cosecharemos, o sembramos escasamente porque tememos que Dios nos provea escasamente. Acumulamos cualquier semilla que Él nos dé (tiempo, dinero, energía) porque tenemos miedo de que no nos quede lo suficiente para nosotros. Pero Pablo tiene una palabra que habla a todos nuestros temores del año nuevo: «Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas, abunden para toda buena obra» (2Co 9:8 [énfasis del autor]).
Todo lo que necesitas
Puede que no te sientas suficiente para hacer lo que Dios te ha llamado a hacer. Probablemente, al mirar el año pasado, te vuelvas a sentir insuficiente para tu matrimonio, familia y para otros actos de servicio. Eso es bueno. Dios no nos llama a sentirnos o a ser suficientes. Deberíamos sentirnos incapaces de vivir la vida cristiana (2Co 2:16). Si en verdad eres capaz, es porque Dios es capaz. «Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente…» (2Co 9:8 [énfasis del autor]). La habilidad y la suficiencia que importan en todo sentido, viene de arriba.
Fuera de la gracia, no tenemos la energía necesaria para ser padres, o la sabiduría necesaria para cumplir con nuestros planes diarios, o la fe necesaria para ofrendar más allá de lo que nos resulta cómodo, o la perseverancia para cuidar bien nuestros cuerpos, o la paciencia para enfrentar pruebas, o el amor necesario en el matrimonio. Pero Dios es dueño del ganado sobre mil colinas, y ejerce la fuerza de miles de ejércitos, y conoce a miles de millones de estrellas por sus nombres y vive en nosotros y para nosotros a través de su Espíritu.
En todas las cosas
Dios, y solo Dios, es tu suficiencia en todo. «Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas…» (2Co 9:8 [énfasis del autor]). Dios no ignorará ni abandonará ningún área de tu vida, de tu matrimonio, de tu trabajo, de tu hogar, de tu salud. Dondequiera que Él provea, Él proveerá plenamente de acuerdo con su sabio plan. Su gracia cubre cada rincón oscuro y necesitado de nuestros corazones.
Ninguno de nosotros siembra en todas partes, todo el tiempo. En el plan sabio, soberano y amoroso de Dios, no podemos. Todos nosotros necesitamos sembrar mejor en algún lado. Y probablemente seamos propensos a pensar que podemos prescindir de la provisión de Dios en áreas donde somos más fuertes, y sutilmente a suponer que Él no nos proveerá más en áreas donde somos más débiles. Por fe, objetamos ambas posiciones. Le pediremos a Dios que provea en cada área (donde somos más fuertes o más talentosos, y donde somos aún débiles) porque Dios promete proveer en todas las cosas.
Vivimos, trabajamos, amamos y crecemos bajo el lema: «mi Dios proveerá a todas sus necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Fil 4:19 [énfasis del autor]).
En todo tiempo
Dios te dará todo lo que necesitas en cada área de tu vida, en cada momento del próximo año (y por un sinfín de años). «Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas…» (2Co 9:8). Nuestro Dios es un Dios de siempre. Él proveerá en las cumbres del éxito o progreso; Él proveerá en los valles de la desilusión y del fracaso; y Él proveerá en los caminos ásperos y, a veces duros, de nuestro servicio a otros.
Si somos suyos, ninguna hora será ignorada. Cada minuto de cada día, Él nos dice en Cristo:
No temas, porque Yo estoy contigo;
No te desalientes, porque Yo soy tu Dios.
Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré,
Sí, te sostendré con la diestra de mi justicia (Is 41:10).
En todo tiempo. Sin interrupciones ni errores ni descuidos. Solo amor paterno, proveedor, continuo e incesante. No temas porque el que gobierna el universo y escribe toda la historia, te fortalecerá, guiará y protegerá a medida que caminas por esta vida. Si pudiéramos ver y sentir la extensión y constancia de su cuidado, nos reiríamos de lo temerosos que podemos ser. Las nubes de inseguridad que cuelgan sobre nuestro futuro, se parecerían menos a tormentas devastadoras y más a la tan necesaria lluvia.
Para toda buena obra
El último todo es el más sutil, al menos en nuestras Biblias en inglés, pero es el más importante y relevante para un nuevo año: «Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas, abunden para toda [literalmente, toda] buena obra» (2Co 9:8 [énfasis del autor]). Cada gramo de la provisión de Dios para ti, estará entrelazada de oportunidades para beneficio de ti mismo, o para, en amor, servir a los demás. Dios siempre quiere que la gracia que Él nos da, fluya para el bien de los demás.
Si bien muchos de nosotros necesitamos saber que Dios proveerá de nuevo (toda suficiencia, en todas las cosas, en todo tiempo) muchos otros puede que necesiten recordar que Él ha puesto buenas obras delante de nosotros para que las llevemos a cabo. «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Ef 2:10 [énfasis del autor]). Dios mismo nos ha preparado obras para que realicemos este año, en especial lugares donde sembrar, una siembra que a menudo nos costará más de lo que planeamos dar.
¿Caminaremos en el amor que Él ha preparado para nosotros? Ahora, al final de otro año, oremos para que tengamos la suficiencia (todo lo que necesitamos, en todas las cosas, en todo tiempo) para sembrar fielmente en el próximo.