El duodécimo capítulo de Hechos describe tiempos terribles y violentos para los cristianos de la iglesia primitiva. Si vives en el pacífico Oeste, va a ser difícil que relaciones lo que significó vivir en constante amenaza y temor solo debido a tus creencias. Tristemente, existen millones de hermanos y hermanas alrededor del mundo que viven en regiones en donde la violencia es una respuesta común a la fe bíblica.
Herodes, el rey de ese tiempo, no era muy teólogo; él no se oponía a los seguidores de Cristo por sus creencias específicas. Lo que a él le preocupaba más que cualquier otra cosa era conservar su posición en el poder político. Si los líderes judíos comenzaban a provocar conflictos en su territorio, atraería la atención del César negativamente. Puesto que los saduceos y los fariseos veían a aquellos que seguían a Jesús como una amenaza, Herodes empezó a aplastar a esta «secta insurgente» de cristianos.
Herodes comenzó a ser violento con quienes eran parte de la iglesia. Él asesinó a Santiago, el hermano de Juan, usando la espada, y cuando vio que agradó a los judíos, procedió a arrestar a Pedro y dejarlo en prisión (v. 1-3). No fue difícil para los hermanos y hermanas en Cristo de Pedro adivinar lo que pasaría después. Herodes iba a hacer un espectáculo público con la ejecución de Pedro y ganaría así aún más apoyo de los líderes judíos, lo cual era crucial para mantener el control.
El poder de la oración
La iglesia primitiva en ese tiempo no tenía poder político y, por lo tanto, no había forma de convencer a Herodes para que liberara a Pedro. ¡Sin embargo, no es que no tuvieran influencia! Jesús había modelado para sus seguidores la herramienta más poderosa que cualquier grupo de personas podría usar: la oración. Por tanto, en fe, «la iglesia hacía oración ferviente a Dios por él (Pedro)» (v.5, el paréntesis del autor).
A medida que la iglesia oraba, Dios respondía. Un ángel apareció en la celda de Pedro, sus cadenas cayeron y el ángel le dijo que se vistiera y lo siguiera. ¡Incluso Pedro no estaba preparado para que Dios respondiera de esta forma! Ponte en sus sandalias. Al igual que Pedro (ver v. 9), probablemente te habrías preguntado, «¿es un sueño? ¿Acaso estoy teniendo una visión? ¿Acaso despertaré de un sueño optimista a la miserable realidad de estar aun encadenado y cerca de morir?».
¡No fue hasta que Pedro pasó a todos los guardias y estaba afuera en la calle que volvió en sí y se dio cuenta de que esta era, en realidad, la vida real! Él había sido liberado por un poder infinitamente más grande que el que Herodes y el César podrían tener jamás: el poder del Señor Todopoderoso. Probablemente, aún en cierta incredulidad, Pedro dijo, «ahora sé en verdad que el Señor ha enviado a su ángel, y me ha rescatado de la mano de Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo de los judíos» (v.11). ¿Y qué era eso que esperaban los judíos? Su ejecución pública, que habría sido un horrible golpe para la joven banda de seguidores de Jesús.
La Biblia puede ser divertida
Es importante que leamos estas historias de fe para sumergirnos en la narración. Debemos sentir el terror y el desánimo de la iglesia primitiva cuando Herodes estaba en la violenta búsqueda de sangre cristiana. Debemos identificarnos con Pedro cuando él tuvo dudas y confusión sobre la capacidad de Dios para realizar rescates maravillosos. Y debemos reírnos del humor que esta historia tuvo después.
Una vez que fue liberado de la prisión, Pedro se dirigió hacia la casa de María, que era con certeza el lugar donde todos se reunirían para orar por su liberación. Él llegó mientras sus hermanos y hermanas aún estaban orando y comenzó a tocar la puerta. Rode, la sirvienta que estaba a cargo en ese momento, reconoció la voz de Pedro y estaba tan rebosante de alegría que en su apuro por ir a contarles a los otros que sus oraciones habían sido respondidas, olvidó abrirle la puerta a Pedro y dejarlo entrar. ¡Qué gracioso! En un acto milagroso, Pedro ya no estaba atado en cadenas, custodiado por soldados ni encerrado tras las rejas de la prisión, sino que ¡los que habían estado orando fervientemente para que fuera liberado lo habían dejado afuera de la casa sin poder entrar!
Mientras tanto, los creyentes que estaban adentro no podían creer que Dios realmente les había concedido lo que estaban orando, y le dijeron a la sirvienta que estaba loca (v.15). Rode siguió insistiendo, pero ellos le contestaron que quien estaba afuera no era Pedro, sino que su ángel (¡No sabía que cada uno de nosotros tuviera un ángel!). Quién sabe cuánto tiempo más tarde, la insistencia de Pedro en golpear la puerta (Dios lo bendiga) los convenció de que este o era un ángel muy persistente o que Rode estaba diciendo la verdad. Finalmente, fueron a la puerta y, cuando la abrieron, estaban maravillados al ver que Dios había respondido sus oraciones de una forma tan milagrosa.
No se distancien de la historia
Cuando sea que leamos historias bíblicas como esta, para nosotros es natural distanciarnos de ellas. Quizás debido a las diferencias en el contexto cultural e histórico, pero cuando lo hacemos, estas historias de fe pierden su poder transformador. Recuerda, el propósito de la Escritura no es informarnos de lo que pasó, sino que transformarnos por medio de lo que pasó.
Ponte en medio de este asustado y confundido grupo de creyentes. Ellos habían visto a Jesús sufrir y morir, pero luego él resucitó y se les apareció, demostrando su poder. Él los comisionó para llevar el mensaje de vida eterna y abundante antes de ascender al cielo, y los dejó con órdenes de marcha.
De pronto, la misma oposición que llevó a la muerte a su Mesías, ahora estaba dirigida hacia ellos. Santiago había sido asesinado; luego, Pedro, probablemente su líder principal, había sido encarcelado y sin duda enfrentaría la ejecución. Se reunieron a orar, pero pensándolo bien, la oración quizás no parecía mucho un arma. Sí, sus oraciones eran fervientes, pero sus expectativas eran bajas.
¿Acaso no es eso cierto de todos nosotros? Si estuvieras en sus sandalias, ¿qué habrías estado pensando y sintiendo? ¿Habrías tenido preguntas sobre Dios, sobre su poder, su presencia, su bondad y su gracia? ¿Habrías encontrado fácil creer que el Señor habría liberado a Pedro de las cadenas? ¿Te habría inundado la duda o asediado el miedo? ¿Te habrías preguntado si ser un seguidor de Cristo valía la pena? ¿Te habrías preguntado si el mensaje al que te habías aferrado era realmente cierto después de todo?
Seis verdades sobre la fe débil y las oraciones pequeñas
Me encanta esta historia de fe porque nos anima a ser honestos sobre nuestra fe y nuestras oraciones a medida que enfrentamos las realidades de la vida en un mundo caído. Hay seis cosas sobresalen en mi opinión en la narración:
1. No existen los héroes de fe
Me anima el hecho de que esa noche, en la casa de María, no habían grandes héroes ejemplares de fe. Nadie estaba lleno de coraje, nadie parecía estar libre de la duda y nadie parecía tener certeza de lo que Dios haría. Aun cuando oraron, se sorprendieron del poder y de la compasión del Dios a quien oraban.
Al recordarnos que existe solo un héroe de fe: el Señor Todopoderoso, esta historia nos invita a ser honestos respecto a nuestra fe débil y nuestras pequeñas oraciones.
2. Nunca estamos solos
No importa lo que enfrentemos, nunca lo haremos solos. Es tan sorprendente que Dios esté cerca de nosotros y que nos escuche, pero al final lo que importa es que aquel que está cerca y que escucha está en control absoluto de cada situación, lugar y relación por la que oramos.
Incluso más sorprendentemente, Efesios 1:22 nos dice que Jesús, que está sentado la diestra del Padre, gobierna sobre todas las cosas por el bien de la iglesia. Él ejerce su poder soberano sobre todo, no solo para su propia gloria, sino que también por nuestro bien redentor. Cuando recordamos esta verdad, nuestra fe en la oración crecerá más fuerte y reemplazará nuestra preocupación.
3. El poder divino es mayor que el poder político
La esperanza de la iglesia no está en su propio poder, ¡sino que en el Señor de la iglesia! Me preocupa cuán política se ha vuelto la iglesia en este tiempo. Temo que su deseo por poder político sea el resultado de una mala teología. Equivocadamente, pensamos que al ser una fuerza de poder, debemos adquirir y ejercer poder político, porque esa es la plataforma en donde los niños grandes toman decisiones importantes.
Esta mala teología provoca que la iglesia abandone su mensaje central, que forme alianzas cuestionables y que haga cosas para obtener poder que son impropias de los seguidores de Jesucristo. Esta historia de fe nos recuerda que el gran poder transformador de la iglesia de Jesucristo no es un poder político, sino que un poder espiritual.
Es este poder divino contra el que las puertas del infierno no pueden pelear. Este poder divino es el que puede derribar nuestras fortalezas. Herodes no fue capaz de retener a Pedro, no porque la iglesia lo presionó políticamente, sino que porque la iglesia llevó su caso al Rey de reyes, que tiene el poder de derrotar a cualquier gobernador terrenal con el chasquido de sus dedos.
4. La fe débil es productiva y las pequeñas oraciones son respondidas
La respuesta de Dios a la oración no es directamente proporcional al tamaño y a la fuerza de la fe de la persona que oró. Si así fuera, la mayoría de mis oraciones no serían escuchadas y ¡me imagino que esto también sería así en tu caso! Esta historia ilustra lo opuesto y Mateo 17:20 nos cuenta que la fe que puede ser incluso del tamaño de la más pequeña semilla tiene el poder para arrojar las montañas en el mar.
Me preocupa la oración legalista que regularmente realiza la iglesia. Nos dice que no estamos obteniendo respuestas a nuestras oraciones porque no lo hacemos con suficiente fe. Eso no solo nos deja con el sentimiento de culpabilidad, sino que también nos hace preguntarnos qué rayos debemos hacer para generar más fe. La Biblia, por otro lado, nos enseña que en la más pequeña fe se encuentra la sumisión más radical de nosotros mismos al Señor, y que incluso la oración más débil es un acto de adoración que honra a aquel a quien oramos.
5. La duda es una experiencia normal en todo creyente
No importa cuán astuto seas teológicamente ni cuán instruido seas bíblicamente, aún hay misterios en tu vida. Entre el «ya» y el «todavía no» habrá momentos en los que Dios te confundirá, en los que parecerá que no responde y que se siente distante e indiferente.
En otras palabras, ¡habrá momentos en los que la vida simplemente no tiene ningún sentido! ¿Qué sentido tiene comisionar a la iglesia a llevar el Evangelio al mundo y luego permitir que uno de sus líderes principales (Santiago) sea asesinado y que otro (Pedro) sea capturado?
Todos nosotros enfrentaremos situaciones como la de estos creyentes en los que la duda, la confusión y el miedo son más naturales en nosotros que la confianza en Dios. La pregunta es: ¿qué harás con tu duda? ¿Te enojarás y te alejarás de Dios o en el dolor de la duda clamarás a Dios por ayuda, ejercitarás una fe débil y harás oraciones pequeñas?
6. Dios no se burla de la fe débil ni de las oraciones pequeñas
Esta pequeña historia nos predica la gracia. Dios no ridiculizó a los cristianos que se reunieron en la casa de María por su fe débil y sus oraciones pequeñas. No, él los llenó de consuelo, ánimo y poder.
Tú y yo no compramos nuestra salvación por medio de nuestra rectitud personal, tampoco compramos las respuestas de Dios por medio de la fuerza y el tamaño de nuestra fe y de nuestras oraciones. El Señor sabe que somos débiles y es por eso que él ha prometido ser nuestra fortaleza y ejercer su autoridad por nosotros.
Tus hermanos y hermanas de Hechos 12 te enseñan a dejar de ocultar tu duda, a dejar de negar tu debilidad y a dejar de desinfectar tus luchas de fe. Confiesa que eres débil y luego corre hacia la única fuente de fuerza que te encontrará donde estés y hará por ti lo que tú nunca podrás hacer por ti mismo.
El único a quien orarás es tierno, lento para la ira y abundante en amor. Él ha prometido que nunca haría oídos sordos a las pequeñas oraciones de sus hijos, no importa cuán débiles sean.
¡Esas sí que son buenas noticias!