Por un par de semanas, he estado explorando el quinto mandamiento y, en particular, la forma en que los hijos adultos deben obedecerlo. «Honra a tu padre y a tu madre, como el SEÑOR tu Dios te ha mandado, para que tus días sean prolongados y te vaya bien en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da». Aunque este mandamiento es relativamente directo para los hijos que están bajo la autoridad de sus padres, es mucho más difícil saber lo que implica para los hijos adultos. A través de esta serie, hemos comenzado a aprender algunas de las formas que puede tomar el honor. Hemos visto que todos los hijos le deben a sus padres una deuda de honor que continúa más allá de la infancia. Todos los hijos de todas las edades deben honrar a sus padres. Hemos explorado esto desde diversos ángulos y ahora, al concluir, quiero explorarlo desde un ángulo más.
Los hijos no cargan con la responsabilidad completa del quinto mandamiento. Si los hijos deben honrar a sus padres, los padres deben simplificarles esto al vivir vidas honorables. Es necesario repetir lo que ya hemos dicho: los hijos no deben esperar hasta que sus padres demuestren ser honorables para honrarlos, puesto que el honor a los padres deriva de la posición que tienen, no de su comportamiento. No obstante, existe una responsabilidad en los padres de vivir una vida digna y respetable. Y esto es en lo que quisiera reflexionar hoy: ¿cómo podemos nosotros, los que somos padres, vivir vidas que sean dignas de honor? ¿Cómo podemos facilitarles a nuestros hijos honrarnos ahora y en el futuro?
La gloria de los hijos
Comenzaremos con un proverbio apropiado. Proverbios 17:6 nos dice, «corona de los ancianos son los nietos, y la gloria de los hijos son sus padres». Es la segunda mitad de este Proverbio que me interesa en particular. ¿Qué significa «la gloria de los hijos son sus padres»? Incluso aunque debemos reconocer un contexto único del Antiguo Testamento, aún podemos estar de acuerdo con Eric Lane que dice, «para los hijos mismos su gran bendición era tener padres de quienes estar orgullosos: respetados en la comunidad, prósperos en los negocios y rigurosos en criarlos». Es una bendición para los hijos tener padres honorables y es correcto que se enorgullezcan de sus padres y, por supuesto, de sus madres también.
En la interpretación y explicación del proverbio de John Kitchen, él enfatiza la importancia de los padres que viven con honor: «los hijos encuentran gran honor en tener padres honorables. Es cierto, el mandamiento requiere que los hijos honren a sus padres y a sus madres (Éx 20:12), pero también le incumbe a los padres darles a sus hijos razones para hacerlo. ¿Qué incentivo terrenal más grande podría existir que vivir como un hombre honorablemente de modo que tus hijos se enorgullezcan de ti y anhelen ser un modelo de tu carácter?». Los padres son el orgullo de sus hijos cuando viven vidas honorables.
Vive honorablemente
¿Cómo los padres viven honorablemente? ¿Cómo aconsejarías a un amigo que te dice: «qué hago para vivir una vida digna de honor»? Existen cientos de posibilidades; cientos de maneras de responder. Podemos crear una lista de características que deben marcar al padre cristiano: amor, bondad, paciencia, mansedumbre. Podemos generar una lista de tareas que los padres deben cumplir: pasar tiempo de calidad con sus hijos, orar por ellos, leerles la Palabra de Dios. Podemos sugerir una lista de características y comportamientos que se deben evitar: no exasperen a sus hijos, no los traten injustamente, no fallen en criarlos en la disciplina y en la instrucción del Señor. Hay un sinfín de posibilidades.
Sin embargo, quiero ser simple y proponer tres áreas de énfasis.
En primer lugar, hagan que su preocupación principal sea su propia piedad. Como padres, existe la tendencia de esperar más de nuestros hijos de lo que esperamos de nosotros mismos. Tenemos grandes expectativas de ellos, pero solo expectativas pequeñas de nosotros. Una vida de honor ante otros comienza con una vida de honor ante Dios. A medida que buscamos a Dios, anhelaremos ser quienes Él quiere que seamos, tener todas las características nobles asociadas con la piedad y dejar todas las características desagradables asociadas con la impiedad. Queremos comportarnos como Dios quiere que nos comportemos, dejando las acciones que son impropias de un cristiano y enfatizar todas aquellas acciones que son dignas. De esa manera, podremos modelar un carácter y un comportamiento maduro, extendiendo y mostrando amor a nuestros hijos, incluso cuando nos exasperan o nos llevan al borde de la desesperación. Viviremos con una conciencia tranquila ante Dios, los hombres y nuestros propios hijos.
En segundo lugar, identifiquen e imiten modelos dignos. Especialmente, dentro de la iglesia local, busquen personas que hayan modelado una crianza exitosa. Dios nos ha puesto en comunidades de la iglesia local para que podamos ayudarnos en todos los desafíos y las dificultades de la vida. Dios nos rodea con otros creyentes para que podamos ser modelos a imitar. Sean intencionados en identificar personas cuyos hijos los aman y los honran, cuyos hijos se deleitan al estar con ellos. Aprendan a imitar a esas personas. Pregúntenles a los padres, «¿qué hicieron para que sus hijos los respeten? ¿Cómo los criaron? ¿Qué les enseñaron?». Pregúntenles a los hijos, «¿qué hicieron sus padres que los llevaron a honrarlos? ¿Qué aman de ellos? ¿Por qué les encanta pasar tiempo con ellos?». Hay mucho que podemos aprender por curiosidad y por imitación.
En tercer lugar, encomienden a sus hijos a la gracia de Dios. Aprendan a ser piadosos y a imitar modelos dignos, luego encomienden a sus hijos a la gracia de Dios. Es su responsabilidad vivir una vida que sea digna de honor y es su responsabilidad enseñarles a sus hijos la importancia del honor. Sin embargo, al final, el honor debe ser dado por los hijos y no exigido por los padres. Podrían mostrar ser duros de corazón, no estar dispuestos a identificar el amor y la gracia que ustedes les han mostrado, no estar dispuestos a perdonar sus defectos, no estar dispuestos a tomar en cuenta el mandamiento de Dios. Pero ustedes, al menos, vivirán una vida de honor. Tú al menos, habrás cumplido tu tarea dada por Dios.
Habrá momentos en los que tendrán que llamar a sus hijos cuando actúen deshonrosamente o, si son cristianos, incluso recurrir a su iglesia. Los líderes de la iglesia deben tomar en serio la responsabilidad de cada miembro de obedecer el quinto mandamiento. Sin embargo, al final sus hijos harán su propio camino en la vida. Ellos elegirán honrar a Dios al honrarlos a ustedes o decidirán deshonrar a Dios al deshonrarlos a ustedes. Incluso si deciden mal, pueden tener consuelo al saber que incluso si sus hijos los abandonan, Dios no lo hará.
Padres, facilítenles a sus hijos que ellos les honren. Hagan que sea un deleite para ellos estar orgullos de ustedes. Vivan de tal forma que sus hijos puedan decir: «la gloria de los hijos son sus padres».