Jesús le contó una vez a sus discípulos una extraña parábola en la que usó a un mayordomo infiel como ejemplo sobre cómo debemos ser astutos con nuestro dinero. ¿Qué quiso decir? Imagina sus discípulos Simón (el zelote) y Mateo (el cobrador de impuestos) discutiendo esta parábola.
«Mateo, tú sabes más sobre estas cosas que yo. ¿Por qué el Maestro elogió la astucia del mayordomo infiel?».
La pregunta de Simón dolió un poco y la mirada de Mateo lo decía.
«Oh, no quise decirlo de la manera en que sonó», dijo un avergonzado Simón.
Era poco probable que Simón y Mateo fueran amigos; no se habían caído muy bien en el principio.
Simón había sido un zelote con un odio letal a los romanos. Una vez se había jurado a sí mismo involucrarse en la sagrada causa de sacarlos de Israel. No obstante, aún más que a los romanos, Simón odiaba a los judíos que ayudaban al emperador a subyugar y a saquear al pueblo de Dios. Judíos como Mateo.
Mateo había recaudado impuestos para Roma (y para sí mismo). Él simplemente lo había visto como un movimiento de mayordomía y carrera lucrativa. Antes de que Jesús lo llamara de su puesto, Mateo había tenido cero tiempo para el idealismo de los necios zelotes como Simón. Lo suyo era una ilusión utópica (un puñado de judíos enojados que enfrentaban a las legiones del César). Era un deseo de muerte, una cita con una cruz romana.
Ahora, el exzelote y el exrecaudador de impuestos eran íntimos amigos. Solo Jesús podría haber hecho que eso sucediera.
«¿Qué quisiste decir?», preguntó Mateo.
«Solo quise decir que… tú solías ser…».
«¿Un astuto mayordomo infiel?».
«No estoy diciendo que tú eras igual que…».
«Deja de trabarte, Simón», dijo Mateo, dejando de lado los vestigios de su orgullo. «Yo era en todo aspecto igual de astutamente deshonesto e incluso peor. Lo sé. Es solo doloroso recordar lo que solía ser. Entonces, ¿qué amo dices tú que recomendó al mayordomo?».
«Bien, ahí es donde estoy confundido», respondió Simón. «Casi sonó como si Jesús recomendaba las acciones autoprotectoras del mayordomo. Sin embargo, sé que eso no es correcto. ¿Cómo se supone que este corrupto sinvergüenza deba ser un ejemplo para “los hijos de luz”?».
Mateo sonrió y dijo: «generosidad».
«¿Generosidad?», dijo Simón incredulamente. «¡La única cosa con la que fue generoso fue con el dinero de su amo!».
«Exactamente. Simón, ese es el punto de nuestro Amo. El mayordomo usó el dinero de su amo para ganar el favor de aquellos que podrían proveerle un lugar para vivir cuando él perdiera su trabajo».
«¿Y se supone que eso es una cosa buena?», dijo Simón, confundido.
«No, Jesús no está diciendo que la deshonestidad del hombre fuera buena. Él está diciendo que, como un “hijo de este mundo”, el hombre sabía cómo funciona este mundo. Él usó la astucia del mundo para no quedarse sin casa, e incluso su amo terrenal apreció su ingenio. Jesús está diciendo que los “hijos de luz” necesitan ser al menos igual de astutos sobre cómo funciona el Reino».
«Lo cual es completamente diferente», dijo Simón.
«Completamente», concordó Mateo. «Pero lo que hacemos es similar a lo que hizo el mayordomo infiel».
«Quieres decir que somos generosos con el dinero de nuestro Amo».
«Correcto».
Simón pensó por un momento. «Entonces, en un sentido es otra manera de decir: “Vendan sus posesiones y den limosnas”, para que así tengamos “un tesoro en los cielos que no se agota” (Lc 12:33). Astutos “hijos de luz” que regalan “riquezas injustas” y se hacen amigos de Dios, quien es nuestra morada eterna (Dt 33:27)».
«Exactamente. Esa es la astucia financiera que recomienda nuestro Maestro».
Nuestro Amo celestial nos ha hecho a todos mayordomos de «riquezas injustas» (Lc 16:9). Como dice John Piper en uno de sus sermones [disponible solo en inglés]:
Las posesiones de dinero en este mundo son una prueba para la eternidad. ¿Puedes pasar la prueba de fidelidad con tu dinero? ¿Lo usas como un medio para demostrar el valor de Dios y el gozo que tienes al apoyar su causa? ¿O la manera en que lo usas demuestra que realmente disfrutas las cosas y no a Dios? (Cómo prepararnos para recibir a Cristo).
Todas estas son preguntas que debemos hacernos a nosotros mismos, porque Jesús quiere que seamos astutos con nuestro dinero (Lc 16:8-9). La astucia del Reino se ve así:
No temas, rebaño pequeño, porque el Padre de ustedes ha decidido darles el reino. Vendan sus posesiones y den limosnas; háganse bolsas que no se deterioran, un tesoro en los cielos que no se agota, donde no se acerca ningún ladrón ni la polilla destruye. Porque donde esté el tesoro de ustedes, allí también está su corazón (Lucas 12:32-34).