En los últimos años, la revolución sexual se ha convertido en el asunto político más insistente de nuestro tiempo y uno de los fenómenos sociales más iconoclastas y transformadores que el mundo moderno haya visto. No solo ha reformado la noción del matrimonio, sino que ahora está aniquilando incluso esa suposición más básica con el género binario. En este contexto de caos, solo dos cosas parecen ciertas: que cada cristiano será, en cierto punto, afectado por esto, ya sea en su trabajo, familia o iglesia; y que la mayoría, si es que no todos, se sentirá muy confundido con todo esto.
Afortunadamente, está surgiendo literatura buena y accesible sobre este tema. Ideología de género: ¿qué deben saber los cristianos?, escrito por Sharon James, es un ejemplo de ello. Breve en extensión, pero amplio en alcance, ayuda al lector a comprender un poco de la historia detrás del actual caos de género, explica algunos de los fundamentos teóricos del transgénero, resalta exactamente qué está en juego para las personas, la sociedad y la iglesia, y ofrece algunas reflexiones serias sobre cómo los cristianos deben responder .
Cualquiera que esté familiarizado con la literatura sobre género, a partir de la obra de Judith Butler en adelante, sabrá que está marcada por una inclinación hacia un vocabulario arcano, las estructuras oracionales ininteligibles y un conjunto de valores generales de ofuscamiento gnóstico. James traspasa esto y ofrece resúmenes brillantes de sus fundamentos básicos, particularmente de la separación entre sexo biológico y el género. Sin embargo, ella no se enfoca simplemente en la filosofía, sino que también le presenta al lector algunas de las ciencias básicas que —sorpresa, sorpresa— contradicen lo que los teóricos filosóficos quieren que creamos.
James interviene implícitamente con un principio muy importante: distinguir entre las necesidades personales y pastorales de aquellos que están luchando con su género y el movimiento político que está presionando por una revisión exhaustiva de la ley y de las costumbres sociales a fin de hacer normativa la revolución de género. Por lo tanto, ella ofrece un consejo amoroso, pero claro sobre cómo lidiar con personas que necesitan tanto escuchar la verdad como recibir el apoyo de la comunidad a medida que luchan con sus problemas. Al mismo tiempo, James señala que los intereses personales de los involucrados han provocado que ellos trabajen duro para imponer la ideología transgénero, no por la demanda popular, sino por las diversas agendas políticas. Inequívocamente, pone de relieve los principios de Yogyakarta (con los cuales los lectores deben estar familiarizados) como el manifiesto básico de lo que ahora vemos desarrollarse en la sociedad.
En un corto libro, por supuesto, se dejan cosas fuera y las distinciones sutiles no se clarifican. No estoy tan seguro, como lo está James, de que Freud sea un villano. Sin duda, él es un actor clave en la sexualización moderna del yo. Sin embargo, en algunos momentos, él fue mucho más ambivalente a la noción de la licencia sexual que da James y su teoría de la civilización sin duda puede entenderse de una manera bastante conservadora, como lo hizo el psicólogo freudiano Philip Rieff en su importante y útil filosofía de la cultura. En este punto, sin duda ella está en lo correcto al ver a Wilhelm Reich y a Herbert Marcuse como centrales en la politización del sexo, pero la trasposición que ellos hacen de Freud a un marco de referencia, algo que él probablemente habría repudiado, es su gran —y profundamente destructiva— contribución.
No obstante, al considerar el objetivo del libro, estas son objeciones pedantes. Dada la brevedad y claridad de esta obra, James ha hecho un trabajo extraordinario, al condensar un vasto y complicado tema en unas pocas páginas claras. Al proporcionar lectura complementaria y al enumerar los nombres de tantos actores clave, James le proporciona al lector un mapa con el cual navegar el complicado terreno de la teoría del género politizado.
Este es un libro útil para todo cristiano, ya que aborda un problema con el cual probablemente todos tendremos que luchar, ya sea social, política, pastoral o personalmente.