¿Existe algo más trágico que el tiempo? ¿Hay algo que provoque una tristeza más profunda que ver el tiempo pasar ante nosotros, reconocer cuánto tiempo ya ha transcurrido y cuán poco nos queda? A nosotros, que fuimos hechos para vivir eternamente, ahora se nos dan unos meros «setenta años» (Sal 90:10) antes de partir. «Si un hombre vive muchos años, que en todos ellos se regocije —dice el sabio y viejo Salomón—, pero que recuerde que los días de tinieblas serán muchos. Todo lo por venir es vanidad» (Ec 11:8).
Hombres cristianos, se les ha dado una carrera para correr y han sido llamados a correr para ganar. A veces, esta carrera parecerá una maratón y, en otras ocasiones, un esprint. Durante los momentos de dolor o adversidad, los días parecerán avanzar lento, cada uno cargando el peso de toda una vida, días agotadores dando paso a largas noches de insomnio. No obstante, en tiempos de alegría los días pasarán volando y te maravillarás de cuán rápido ha pasado el tiempo. Un velocista olímpico pasa años entrenando a fin de prepararse para un evento que termina en 10 segundos. En ocasiones, podría parecer que tu vida ha pasado demasiado rápido, que la hija que acababas de mecer en tus brazos ahora está sosteniendo tu brazo mientras la llevas al altar. Ya sea que la vida pase lento o a toda velocidad, eres responsable de cada momento. Si vas a correr para ganar, tienes que redimir tu tiempo.
Redime el tiempo
No tienes nada que no te haya sido dado; ninguna cosa buena que te pertenezca que no haya sido un regalo por la gracia de Dios. Tú, que no mereces nada más que solo ira y condenación, has recibido innumerables bendiciones. Eres responsable ante Dios de administrar cada una de ellas con fidelidad. Si Dios te dio la bendición del matrimonio, siempre debes tener en mente que tu esposa es primero una hija de Dios, su creación. Tu principal responsabilidad es cuidarla de una manera que honre y agrade al Padre. Si Dios te ha dado hijos, ellos son primeramente sus hijos, creados a su imagen y para su gloria. El llamado de un padre es disciplinar e instruir a sus hijos en representación de Dios. Si Dios te ha dado dinero, ese dinero es de Dios y debes usarlo como si Dios te pidiera cuentas por cada centavo. De la misma manera, lo que sucede con una esposa, los hijos y el dinero también sucede con el tiempo. Sin embargo, como dice Donald Whitney: «si [las personas] malgastaran su dinero de manera tan insensata como algunos malgastan su tiempo, pensaríamos que están locos».
Dios te ha dado el regalo del tiempo y te lo ha dado en confianza con la expectativa de que lo uses sabiamente y que lo emplees diligentemente para el más alto de los propósitos. Cuando Pablo le escribe a la iglesia en Éfeso, él los llama a vivir vidas de extraordinaria santidad, y luego dice: «Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos» (Ef 5:15-16). «Aprovechando bien el tiempo» es, más literalmente, «redimiendo el tiempo». El tiempo debe redimirse al liberarlo de las búsquedas sin sentido y al dedicarlo a los más altos propósitos. El tiempo fue puesto delante de ti y debes aprovecharlo, debes incautarlo de todo propósito egoísta que pudiera robarlo o desperdiciarlo. Te relacionas bien con el tiempo cuando entiendes que es un precioso regalo de Dios para usar, no una posesión sin valor para desperdiciar.
Dios sabe el número de años, meses y días que te ha asignado. No puedes agregarle ni quitarle nada. No obstante, lo que sí puedes hacer, en mayor o menor medida, es darle un buen uso. Cuando aún era un jovencito, Jonathan Edwards resolvió: «nunca perder ni un momento de tiempo, sino aprovecharlo en la forma más provechosa que sea posible». Él entendió que el tiempo se le había encomendado y él quería usarlo bien. Él, como el sabio y leal siervo en la parábola de los talentos de Jesús, anhelaba escuchar: «Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor» (Mt 25:21).
Tiempo desperdiciado; tiempo redimido
El tiempo es un regalo que debes aceptar y atesorar. Sin embargo, hay muchas cosas que están compitiendo por tu tiempo, muchas tentaciones para usarlo mal. Consideremos un par de maneras comunes en las que podemos desperdiciar el tiempo.
Desperdicias el tiempo con la pereza. Si Salomón advirtió constantemente sobre la pereza en su época, ¿cuánto más necesitamos cuidarnos de ella en un mundo de interminable entretenimiento y omniscientes redes sociales? El perezoso es aquel que da cualquier excusa para no trabajar; que se queda en la cama o en el sofá cuando hay trabajo por hacer; que comienza proyectos, pero que nunca los completa; que no puede aprender porque se considera a sí mismo sumamente sabio (Pr 26:13-16). Tu madre pudo haberte advertido que «las manos ociosas son el taller del diablo». Detrás del cliché hay una advertencia seria: aquellos que pasan sus días en ociosidad prácticamente le están rogando a Satanás que los tiente para pecar.
Desperdicias el tiempo con el ajetreo. El ajetreo es el primo de la pereza y no es más noble que su pariente. Es una plaga de la modernidad. Aun si rechazas la pereza, podrías irte al polo opuesto del ajetreo para llenar cada momento con actividades y para evaluarte a ti mismo según la cantidad de tareas completadas. Hoy cuando le preguntas a un amigo cómo está, prácticamente esperas que responda: «¡ocupado! ¡Demasiado ocupado!». Sin embargo, el ajetreo no debe confundirse con la diligencia ni la cantidad de actividades con logros significativos. Dios te ha dado una vida pequeña y corta, y espera que, de todas las cosas grandiosas que puedas hacer, identifiques y busques aquellas que más importan. Puesto que hay tanto que hacer, ser diligente y redimir el tiempo involucra decir que no a un millón de buenas oportunidades para centrarnos completamente en unas pocas excelentes.
Desperdicias el tiempo al despreocuparte de tu vida espiritual. Martín Lutero dijo célebremente que sus tiempos más ocupados también necesitaban ser los más llenos de oración. Cuando las responsabilidades amenazaron con abrumarlo, él sabía que estaría demasiado ocupado como para no orar. Fracasas en redimir tu tiempo cuando fallas en priorizar tu crecimiento y salud espiritual. Si tu vida es demasiado ocupada como para leer la Palabra de Dios, como para pasar tiempo en oración y como para asistir a la iglesia local, está extremadamente ocupada. Si estás demasiado desmotivado como para comprometerte con disciplinas tan básicas, estás en peligro espiritual. Antes de que hagas cualquier cosa, sal del torbellino del ajetreo y reconsidera tus prioridades a la luz de la eternidad.
Desperdicias el tiempo cuando no descansas. Dios mismo escogió trabajar seis días y luego descansar uno. Él no hizo esto porque estaba agotado, sino para establecer un patrón a fin de que nosotros lo siguiéramos. Somos criaturas débiles y limitadas que necesitan descanso. Nuestra necesidad requiere que destinemos suficiente de nuestro tiempo para dormir y para actividades que refresquen nuestras mentes y espíritus. El descanso y la recreación son necesarias para renovarnos y para prepararnos con el fin de realizar diligentemente las tareas que Dios nos ha asignado.
Hazlo ahora
¡Ahora es el momento de redimir tu tiempo! Piensa en cómo puedes comprometerte para administrar diligentemente tus tiempos y tus días.
- Busca y aférrate a una comprensión bíblica de la productividad. La productividad, si se comprende apropiadamente, no es «hacer muchas cosas» ni «hacer más cosas que los demás». La productividad es usar tus dones, talentos, tiempo, energía y entusiasmo para el bien de los demás y para la gloria de Dios. Una comprensión bíblica de la productividad te liberará de búsquedas menores y te ayudará a enfocarte en aquellas que más importan.
- Planifícate para ser disciplinado. En realidad, cuando estamos ocupados o somos perezosos, las disciplinas espirituales tienden a estar entre las primeras cosas que descuidamos. Asegúrate de planificar el tiempo, el lugar y el contexto en el que leerás la Palabra de Dios y orarás cada día. Asegúrate de priorizar la adoración con tu iglesia local y nunca permitas que nada la suplante. Entonces, una vez que hayas puesto lo primero en primer lugar, planifica cómo y cuándo harás tu trabajo más significativo a lo largo de la semana.
- Resuelve restringir o eliminar los enemigos de tu diligencia. En nuestros días, no hay escasez de distracciones que estén ansiosas de alejarte del trabajo significativo hacia la pereza insignificante. ¿Qué es necesario eliminar o restringir significativamente de tu vida a fin de que redimas tu tiempo? ¿Necesitas limitar el tiempo en Netflix para que puedas pasar más tiempo relacionándote con tu esposa e hijos? ¿Necesitas eliminar aplicaciones de redes sociales que te alejan de la diligencia a lo largo del día? Si vas a correr para ganar, necesitas eliminar lo que sea que te esté retrasando.
- Habla con alguien que lo esté haciendo bien. Todos nos hemos encontrado con personas que modelan el uso fiel del tiempo. Busca a una de esas personas y pregúntale cómo y por qué lo hace. Pídele consejos prácticos sobre cómo usar el tiempo diligentemente.
¡Corre para ganar!
Llegaste al mundo con nada y te irás de este mundo con nada. Todo lo que tienes entre el principio y el fin es un regalo de la gracia de Dios y eso incluye el pequeño guion entre las fechas grabadas en tu lápida. Esa simple línea representará el tiempo que se te dio. Se te encomendó con la expectativa de que lo tomaras y le dieras el mejor y más alto uso. Si vas a correr para ganar, tienes que redimir tu tiempo.