Cuando estaba embarazada de mi primer hijo, parecía que todas mis preocupaciones estaban envueltas por el misterio de lo desconocido. Ahora, con nuestro cuarto bebé en camino, incluso en medio de la eufórica felicidad y del agradecimiento por esta nueva vida, las preocupaciones entran sigilosamente en mi imaginación como estatuas de piedra acechantes.
Puedo recordar el desafío físico que implicaba llevar a un bebé dentro de mí mientras cuidaba de mis hijos pequeños y servía a mi esposo que lucha contra un dolor crónico. Como asistente de parto, cuando apoyo a mujeres al dar a luz, recuerdo cómo se siente eso. Recuerdo cómo se siente estar física y emocionalmente agotada al final del día, sabiendo que una larga noche estaba por llegar.
Si me llamaras por teléfono en este preciso instante para ponernos al día y conversar sobre las “novedades” de mi vida, podría recitarte de una sola vez todas las cosas que me preocupan. Los desafíos que enfrentaré en el futuro son reales, pero necesito meditar en la gracia de Dios en Cristo que es la realidad más perdurable en la que viviré.
Fundamentos firmes
Dios ha preparado un fundamento firme para mi fe en su maravillosa palabra. En lugar de repetirme las circunstancias en las que estoy, puedo recordarme a mí misma las promesas reales de Dios. Por la gracia de Dios, en el pasado, he podido experimentar la dulzura de su fidelidad, lo que alienta mi esperanza en su fidelidad en el futuro. Quiero que estas verdades sean las que se vengan a mi mente en primer lugar y que su inmensidad e importancia ocupen mi corazón de tal forma que ni un solo murmullo de mentira pueda entrar en él.
A menos de que intencionemos mucho la meditación en estas verdades (que muestran el amor de Dios), éstas se alejarán de nuestros pensamientos como sueños borrosos que ya no recordamos por la mañana. Esta es la razón por la que Lutero dijo que debemos “prestar atención para recibir el amor y la bondad de Dios, y con el fin de poner en práctica día a día nuestra fe en ello, no dar cabida a ninguna cosa que nos haga dudar del amor y de la bondad de Dios”. (Elyse Fitzpatrick, Because He Loves Me).
Cuando la verdad del amor de Dios se aleja de mis pensamientos, la mentira que tiendo a creer pone en duda la disposición de Jesús para ayudarme. En esos momentos en especial es que necesito el bálsamo del evangelio para recordarme nuevamente cómo Dios me mostró su amor cuando aún era una gran pecadora (Ro 5:6-8).
Un “sí” que resuena por los siglos
Cuando Jesús vio que se acercaban los días para ser llevado al cielo, él se hizo el firme propósito de ir a Jerusalén (Lc 9:51). Él sabía lo que le esperaba en ese lugar: una cruz. Aun así, él dijo que “sí” enfrentando la cruz, dejando de lado la vergüenza y anticipando el gozo que tendríamos; un “sí” que resuena por los siglos; Jesús realmente está dispuesto a salvarnos.
En lugar de tratar de agregar horas a mi vida cuando enfrento mi lista de ansiedades, necesito meditar en la verdad que da vida: Jesús aseguró por medio de su obra en la cruz que aquellos que creyeran en él tendrían un lugar irrevocable dentro de la familia de Dios. La gracia venidera de Dios está amarrada a la realidad presente de esa adopción. “Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es” (1 Jn 3:2). Ahora, nuestros temerosos corazones pueden encontrar seguridad.
Maná para mamás
Lo desconocido de nuestras futuras circunstancias terrenales puede amenazarnos con agobiarnos; sin embargo, la realidad para aquellos que están en Cristo Jesús consiste en que el futuro está creciendo junto con el reino de Dios que ha estado preparado desde la creación del mundo (Mt 25:34).
Tu futuro incluye el maná, pues es algo que vendrá. No tiene sentido pensar en supuestos ahora, porque Dios hará más de lo que esperas. Cuando entiendes que el plan de Dios es darte gracia en el futuro, tienes acceso a lo que se puede decir que es la pomada más potente que Dios nos da contra el miedo (Ed Welch, Running Scared).
¿Quién tiene más disposición a ayudar a sus hijos que nuestro Padre celestial? Su amor inalterable es mejor que la vida (Sal 63:3). Él se acerca a nosotros acorde a su gran misericordia (Sal 69:16). “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?” (Ro 8:32).
Este es el tipo de amor que no nos deja ir.
La determinación indomable e inquebrantable de amarnos mantiene nuestros corazones anclados en su gracia hoy, mañana y por la eternidad.
Gloria Furman © 2015 Desiring God Foundation. Usado con permiso.
| Traducción: María José Ojeda

