¿Cuándo fue la última vez que dijiste en voz alta, o al menos pensaste, “necesito _______ en mi vida…”?
Tal vez, para ti, esa necesidad tiene que ver con vivir en cierto lugar; quizás, con un trabajo específico que siempre has soñado o con cierta cantidad de ingresos; también, con una relación o con el intento de alcanzar cierto estado: estar casado, ser padre, ser abuelo, ser director ejecutivo, ser político electo, ser pastor titular o ser lo que sea.
La palabra “necesidad” es una de las más imprecisas y de las más sobreutilizadas del vocabulario del ser humano. Si necesidad significa “algo esencial en la vida”; entonces, la gran mayoría de lo que decimos que necesitamos en realidad no lo es. Lo más seguro es que sean sólo deseos —no pecaminosos necesariamente—, pero no necesidades.
¿Vale la pena hacer esta distinción? ¡Creo que sí! He descubierto que suceden tres cosas importantes dentro de nosotros cuando decimos que algo es una necesidad:
- Nos sentimos con el derecho a obtener lo que consideramos necesario.
- Sentimos que tenemos el derecho a exigir lo que necesitamos.
- Juzgamos el amor de otros por su disposición a entregar lo que decimos que necesitamos.
Imagina esta situación: una madre lleva a su hijo al centro comercial y él ve un par de zapatillas que quiere. Sin saber la diferencia entre deseo y necesidad, él dice, “mamá, necesiiiiiiito esas zapatillas”. Luego, comienza a exigirlas y cuando su mamá dice que no, el hijo juzga a su madre como una mamá poco amorosa porque no le entregó lo que él dijo que necesitaba.
Es una interacción graciosa (y aparentemente inocente) entre una madre y su hijo, pero yo creo que, a veces, nosotros actuamos de la misma forma con nuestro Padre Celestial. Hemos determinado en nuestro corazón que “necesitamos” algo en la vida, cuando en realidad es sólo un deseo. Después de un tiempo, comenzamos a exigirlo y si Dios no nos entrega eso de la manera y en el tiempo en el que lo demandamos, juzgamos a Dios como un Dios poco amoroso.
Recuérdate esta verdad: sólo porque la Biblia dice que Dios es bueno, no significa automáticamente que él nos entregará las cosas que nosotros definimos como buenas en nuestros corazones terrenales.
Al contrario, en su gracia, Dios nos está liberando de los pequeños límites de nuestra minúscula definición de lo que es bueno para que así experimentemos lo que él ha planeado como mejor y suficiente para nosotros. La gracia nos da la bienvenida a experimentar lo que es eternamente correcto, verdadero y bueno. La gracia nos invita a ver lo bueno que nunca podríamos haber imaginado, merecido o ganado.
Además, es igual de importante no pensar que Dios está siempre “negándole” cosas a sus hijos. Opuesto a eso, él es extremadamente generoso y ya “nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda” (2 Pedro 1:3 NVI). Jesús nos dice que no nos preocupemos por la vida porque nuestro Padre Celestial sabe exactamente lo que necesitamos y se ha comprometido a proveernos eso (Mateo 6:25-34).
Es bueno que los cristianos quieran obtener un hermoso hogar, una carrera exitosa y una vida acomodada. Sin embargo, es mucho mejor llegar al lugar donde ya no necesitas esas cosas para sentirte bien con tu vida. Dios te bendecirá con cosas físicas, pero cada una ellas tiene el propósito de apuntar hacia las cosas buenas que pueden encontrarse sólo en él.
Por tanto, concluyo: lo que necesitamos, y lo que Dios promete, no es una situación, un lugar, una posesión, una posición o una relación. Lo que necesitamos, y lo que ya nos ha dado por medio de Cristo, es a Sí mismo. ¿Qué otro regalo podría ser mejor que ese?
Dios los bendiga.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
- ¿Cuáles son dos o tres de tus deseos terrenales actualmente?
- ¿De qué formas estas cosas son deseos buenos?
- ¿De qué maneras estás en riesgo de redefinir estos buenos deseos como necesidades egoístas?
- Crea una lista de todas tus necesidades que Cristo ha satisfecho o está satisfaciendo cada día.
Este recurso proviene de Paul Tripp Ministries. Usado con permiso.
| Traducción: María José Ojeda

