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¿Qué es la marca de la bestia? (Apocalipsis 13)
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Este artículo es parte de la serie Pasajes difíciles publicada originalmente en Crossway.
Lee el pasaje
11 Vi otra bestia que subía de la tierra. Tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero y hablaba como un dragón. 12 Ejerce toda la autoridad de la primera bestia en su presencia, y hace que la tierra y los que moran en ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada. 13 También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra en presencia de los hombres. 14 Además engaña a los que moran en la tierra a causa de las señales que se le concedió hacer en presencia de la bestia, diciendo a los moradores de la tierra que hagan una imagen de la bestia que tenía la herida de la espada y que ha vuelto a vivir.
15 Se le concedió dar aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia también hablara y diera muerte a todos los que no adoran la imagen de la bestia. 16 Y hace que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les dé una marca en la mano derecha o en la frente, 17 para que nadie pueda comprar ni vender, sino el que tenga la marca, la cual es el nombre de la bestia o el número de su nombre.
18 Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, que calcule el número de la bestia, porque el número es el de un hombre, y su número es 666. (Apocalipsis 13:11-18).
Una gran bestia
Juan ve a una bestia saliendo del mar, convocada por el dragón en la costa (12:17). El mar era el lugar del caos, del peligro y del mal para los hebreos (cf. comentario sobre 21:1). La visión se basa en Daniel 7:3, donde Daniel ve «cuatro bestias enormes […] subi[endo] del mar». Las bestias en Daniel representan grandes imperios, y un gran imperio (con toda probabilidad Roma) también está en la mente de Juan. El reino que surge del mar no es humano, civil ni solidario con sus ciudadanos. En cambio, es como una bestia devastadora y feroz, que se alimenta de sus ciudadanos.
La bestia descrita aquí es probablemente la cuarta bestia que vio Daniel (Dn 7:7, 19, 23). La bestia en Apocalipsis tiene un extraordinario poder, porque tiene diez cuernos, con diez diademas (Ap 17:12; cf. Dn 7:20, 24), símbolos de la autoridad reinante, sobre sus cuernos. Tiene siete cabezas, que también significan su autoridad y poder. El dragón tenía siete cabezas y diez cuernos (Ap 12:3), y él claramente le ha dado la autoridad a la bestia. La bestia, con sus cuernos y diademas, hace una parodia de Cristo (cf. 5:6: 19:12), tal como lo hace el dragón. Las siete cabezas llevan nombres blasfemos, que quizás son afirmaciones romanas de deidad, tal como «Señor», «Hijo de Dios», y «Salvador» (cf. también 17:3), revelando una vez más las pretensiones divinas de la bestia. La bestia no está confinada al Imperio Romano: se refiere a Roma, pero se aplica también a toda manifestación del mal en todos los gobiernos a través de la historia, y también al conflicto final que vendrá al final.
La bestia que surge del mar es como un leopardo, con pies de oso y boca de león. En la visión de Daniel de las cuatro bestias, la primera (Babilonia) era como un león con alas de águila (Dn 7:4), la segunda (Medo-Persa) era como un oso (Dn 7:5), y la tercera (probablemente Grecia) era como un leopardo (Dn 7:6). Juan ve estas bestias consumadas en la cuarta bestia de Daniel, que es la bestia que describe aquí (probablemente Roma; cf. Dn 7:7, 19, 23). Esta bestia no es autónoma, sino que deriva su reinado totalitario del dragón y, en consecuencia, su autoridad gobernante es demoníaca (cf. 2Ts 2:8-9).
Una de las cabezas de la bestia tenía una herida mortal, de la que se recuperó (cf. 17:8). Muchos entienden que esto se refiere a un individuo, lo que es ciertamente posible. Después de la muerte de Nerón en el año 68 d.C., surgió la tradición de que él volvería (tal vez desde Partia) y reinaría otra vez, y Juan puede haber tenido esa tradición en mente. Pero si Juan escribió en los años 90, la fecha más plausible, es muy poco probable que esta tradición estuviera en mente, ya que Nerón había partido hace mucho tiempo. Es más probable, entonces, que la referencia sea al imperio en su totalidad. La herida mortal significaba la aparente caída del reinado tirano. El dominio de Roma parece ser destronado y removido para siempre. Y, sin embargo, el reino no es destruido; justo cuando parece que su tiranía ha terminado, su poder es reiniciado. El llamado «golpe mortal» es inefectivo. En respuesta, el mundo está sorprendido con la bestia y le rinde pleitesía, pues la recuperación de un imperio demoníaco es una especie de resurrección y así, una vez más, la bestia hace una parodia del Cristo.
Adoración a la bestia
La resistencia de la bestia y su imperio lleva a la adoración del dragón y la bestia. El dragón es adorado por darle la autoridad a la bestia. La bestia es adorada por su llamada resurrección. Él es considerado incomparable y omnipotente, como Dios (cf. Ex 15:11; Sal 89:7). Las personas adoran a la bestia, creyendo que no se le puede resistir ni vencer. Como es observado a lo largo de la historia, la gente apoya al ganador.
Dos veces en este versículo se nos dice lo que «se le dio» a la bestia: una boca para pronunciar palabras absolutamente orgullosas y blasfemas y la autoridad por cuarenta y dos meses. La cláusula «se le dio» (edothē) aparece otras cuatro veces en este capítulo (13:7 [por 2], 14, 15). En el comentario sobre el 9:1, yo defiendo la noción de que Dios es el sujeto implícito en esta construcción pasiva. Aunque el dragón activamente le da (edōken; 13:2, 4) su autoridad a la bestia, Dios reina y gobierna sobre lo que hace la bestia, permitiendo que la bestia ejerza su autoridad. Aunque Dios ordena lo que hace la bestia, Él no tiene las mismas motivaciones o intenciones que Satanás. El juicio de Dios es su «extraña» obra (Is 28:21) y Él llama a los malvados a arrepentirse y vivir (Ez 18:23, 32), mientras que Satanás se regocija cuando las personas son destruidas. Las «cosas secretas» pertenecen al Señor (Dt 29:29) y, por ende, no podemos trazar o explicar la relación lógica entre la soberanía divina y la responsabilidad humana.
La oposición de la bestia a Dios
La bestia es orgullosa, pronuncia «palabras altivas y blasfemas» contra Dios, tal como lo hizo Antíoco IV Epífanes en su día, quien funcionó como un tipo de la bestia venidera (cf. Dn 7:8, 20; 11:36) . Tal actividad encaja también con el «hombre de pecado», que se exalta a sí mismo como divino (2Ts 2:3-4). A la bestia se le permite ejercer autoridad por cuarenta y dos meses. Algunos entienden esto como literalmente tres años y medio antes de que regrese Jesús. Sin embargo, es más probable que Juan está describiendo el periodo entero entre la primera y segunda venida de Jesús (cf. comentario de Ap 11:2); Juan no escribió sobre días lejanos para sus lectores, sino sobre el impacto del Imperio Romano en ellos. Todos los gobiernos totalitarios que se atribuyen a sí mismos la autoridad divina revelan que ellos también son la bestia.
Juan se enfoca en la oposición de la bestia a Dios, basándose especialmente en Daniel. Como en el versículo 5, la autoexaltación de la bestia se expresa en su discurso, que blasfema contra Dios y su nombre. Él sigue el patrón de Antíoco IV Epífanes, de quien Daniel 7:25 dice: «Él profería palabras contra el Altísimo». También se cumple la profecía de Daniel 11:36: «se enaltecerá y se engrandecerá sobre todo dios, y contra el Dios de los dioses dirá cosas horrendas». La bestia también injuria a la morada de Dios, a los que moran en el cielo (cf. Ap 12:12). Esta es probablemente una referencia al pueblo de Dios (21:3), mostrando que su verdadero hogar está en el cielo. Las acciones de la bestia aquí concuerdan con Daniel 7:25, donde la bestia se opone a Dios y su pueblo. La bestia, quien alberga pretensiones divinas, odia cualquier cosa y cualquiera que se dedique al único Dios vivo y verdadero.
Dios reina sobre la bestia
Dos veces más vemos lo que Dios le ha dado (edothē) a la bestia. Primero, Dios le ha permitido hacer la guerra contra los santos y conquistarlos. Esto no significa que los santos renunciaron a su fe (cf. comentario sobre 11:7). Significa que Dios le permitió a la bestia quitarles la vida (cf. 2:13; 6:9-11; 16:6; 18:24; 19:2; 20:4); esto también sigue el patrón que se encuentra en Daniel, donde Daniel dice sobre Antíoco IV Epífanes: «este cuerno hacía guerra contra los santos y prevalecía sobre ellos» (Dn 7:21; cf. Dn 7:25). Dios concede los deseos de la bestia por un período de tiempo, para que la bestia ejerza autoridad sobre cada tribu, lengua, pueblo y nación. Aquí vemos el alcance del culto imperial y la naturaleza totalitaria del reinado de la bestia.
La autoridad de la bestia
La autoridad y el gobierno de la bestia provoca temor y admiración a aquellos que viven en la tierra, y ellos adoran a la bestia. El versículo se lee como si todo el mundo sin excepción adorara a la bestia, pero la frase «y los que moran en ella» (pantes hoi katoikountes epi tēs gēs) es un término técnico en Apocalipsis para los no creyentes (cf. comentario sobre 3:10). Tal entendimiento es confirmado por la siguiente cláusula, porque los moradores de la tierra son aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida. El libro de la vida contiene los nombres de aquellos que no perecerán en el lago de fuego (cf. Dn 12:2; Fil 4:3; Ap 3:5; 17:8; 20:12, 15; 21:27; 22:19). Aquellos que le dan su lealtad a la bestia demuestran así que no pertenecen al único Dios verdadero.
La mayoría de las traducciones al inglés se refiere a aquellos «escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida». Juan hace un comentario similar en Apocalipsis 17:8, donde él se refiere a «los moradores de la tierra, cuyos nombres no se han escrito en el libro de la vida desde la fundación del mundo». El orden de las palabras en el 13:8 podría sugerir, alternativamente, que Juan se refiere al «Cordero que fue sacrificado desde la creación del mundo» (cf. en las versiones King James y NIV). El orden de las palabras no es determinante y, dados los paralelos, Juan probablemente habla de aquellos que fueron escritos en el libro antes de que comenzara la historia del mundo; no obstante, es otra cosa decir que fue inmolado antes de que comenzara el mundo, porque el Cordero fue inmolado en la historia, no antes de que comenzara el mundo. Por otro lado, Dios decidió antes del comienzo de la historia quién estaría inscrito en el libro de la vida.
Prepárense
Juan vuelve a la fórmula utilizada en las siete cartas (Ap 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22). Aquellos que tienen oídos deberían abrir sus oídos y prestar atención a lo que se dice. A la gente se le dice de antemano acerca de la autoridad de la bestia y su persecución y matanza de cristianos. Se les informa que los incrédulos darán su culto y su adoración a la bestia. Por lo tanto, los creyentes deben prepararse. Algunos están destinados al cautiverio, y al cautiverio irán. Otros están destinados a ser muertos a espada, y así será (cf. Jer 15:2; 43:11). Tales eventos no significan que Dios los haya abandonado o se haya olvidado de ellos; el poder de la bestia no sugiere que el gobierno soberano de Dios sobre el mundo ha sido entregado, porque la bestia ejerce autoridad solo por la voluntad de Dios. Por lo tanto, los creyentes son llamados a perseverar y a mantenerse fieles a su Señor. Deben permanecer leales a pesar de la persecución y dificultades del momento.
El siguiente párrafo (13:11-18) comienza cuando Juan ve otra bestia que surge de la tierra. Esta otra bestia es identificada en otro lugar como el «falso profeta» (16:13; 19:20; 20:10). La segunda bestia, entonces, afirma hablar de parte de Dios y, por ende, representa la autoridad religiosa contraria a la Palabra y los caminos de Dios. Si la primera bestia es el Imperio Romano, la segunda bestia es probablemente el sacerdocio imperial. El engaño de la segunda bestia es aparente: tiene dos cuernos como el Cordero, presentándose de este modo a sí mismo como si estuviera de acuerdo con el Cordero, cuando en realidad habla como el dragón, revelando que su mensaje es demoníaco. Jesús mismo advirtió que vendrían falsos profetas «vestidos de ovejas» cuando en realidad son «lobos rapaces» (Mt 7:15).
La segunda bestia es el tercer miembro de la trinidad impía, y funciona como un espíritu impío. Ejerce la autoridad de la primera bestia en su presencia, convenciendo a los habitantes de la tierra (todos incrédulos) de que adoren a la bestia. Los incrédulos acatan dichosos, porque la bestia parece tener poderes divinos, habiéndose recuperado de la aparente herida mortal. La bestia, en otras palabras, tuvo su propia versión de la resurrección: justo cuando el gobierno totalitario parecía haber sido aplastado, surgió de las cenizas para reinar otra vez.
La plausibilidad de la segunda bestia se ve aumentada por su poder milagroso (cf. 16:14). En otras palabras, la religión falsa parece verificarse empíricamente. Así como Elías pudo hacer descender fuego del cielo (1R 18:38), religión falsa aquí es presuntamente confirmada por señales y prodigios. Tanto Jesús (Mt 24:24) como Pablo (2Ts 2:9) enseñaron que los falsos cristos y los profetas realizarían milagros. Tales milagros prueban a los creyentes y determinan su devoción al Señor (Dt 13:1-3).
Las señales engañan a los moradores de la tierra (incrédulos; cf. comentario sobre 3:10), y los convence de que la bestia es digna de adoración y alabanza. Por lo tanto, los que moran en la tierra hacen una imagen de la bestia. Las imágenes fueron creadas para la adoración, y Juan nos recuerda una vez más que la bestia es adorada por parecer haber muerto, pero volvió a la vida. «Imagen» no significa que se hizo una imagen literal de la bestia, sino que es la manera apocalíptica y simbólica de Juan para decir que la bestia es adorada. «Que volvió a vivir» (ezēsen) se usa en otra parte de la resurrección de Cristo (Ro 14:9; Ap 2:8) y el plural «volvieron a la vida» (ezēsan) se refiere en otra parte a la resurrección espiritual o física de los creyentes (20:4-5). Los incrédulos adoran a la bestia por su poder de resurrección, porque el imperio parece muerto, pero sigue volviendo a la vida. La bestia, entonces, es una parodia y falsificación de Cristo.
Una vez más vemos que la segunda bestia funciona como el Espíritu Santo. Así como el Espíritu vino para dar glorificar a Jesús (Juan 16:14) y para ungirlo con poder (Lc 4:18-21), del mismo modo la segunda bestia honra y empodera a la primera. Cuando Juan la describe que le da vida a la imagen de la bestia, no deberíamos pensar en una imagen literalmente cobrando vida. En lugar de eso, el punto es la segunda bestia dando poder y apoyando los esfuerzos de la primera bestia. El discurso de la primera bestia parece sobrenatural, inspirado, autoritario y convincente; habla con oráculos. Sin embargo, es meramente un tema de persuasión. La coerción es lo distintiva del «ministerio» de la segunda bestia, y todos aquellos que se rehúsen a adorar a la primera bestia son ejecutados. De manera similar, Plinio le escribe al emperador Trajano (98-117 d. C.) sobre qué hacer con los cristianos: no deben castigarlos si sacrifican a los dioses (Epistulae 10.96.5 LCL), pero si se niegan, deben ser ejecutados. Tal lealtad absoluta también fue exigida por Nabucodonosor (Dn 3:5-6). Aquellos que se inclinan ante la bestia revelan que no pertenecen al único Dios verdadero (cf. Ap 14:9-11; 16:2; 19:20; 20:4).
La marca de la Bestia
La segunda bestia también impone el poder de la primera a través de discriminación económica. Nadie, sin importar clase social o influencia, será capaz de comprar o vender a menos que tenga la marca en la frente o en la mano para demostrar devoción a la bestia. El número significa el nombre de la bestia (cf. 14:11; 15:2). Muchos intérpretes toman esto literalmente, como si una marca literal fuera de alguna manera impresa en las frentes o en las manos, pero el lenguaje es probablemente simbólico. Tal como el sello en las frentes de los 144.000 (7:3) no es literal, tampoco debería ser entendida literalmente esta marca. En cualquier caso, las dos bestias conspiran para excluir a los creyentes del mercado.
Juan cierra esta sección con una afirmación que ha fascinado y desconcertado a los intérpretes a lo largo de la historia. Él llama a los lectores a ser sabios para que puedan calcular el número de la bestia. Se nos dice que el número es el número del hombre: 666. Algunos manuscritos dicen 616, pero la mejor lectura es 666. Si el número se refiere a un individuo en particular, la mejor suposición es Nerón. Si Nerón César es transliterado del griego al hebreo, las letras se calculan 666, aunque es dudoso que la audiencia original hubiese entendido esta solución compleja.
A lo largo de la historia, se han promovido muchas especulaciones salvajes acerca de la identidad de la persona, y cada intento hasta ahora ha sido erróneo. La ventaja de ver una referencia a Nerón es que encaja con el periodo de tiempo en el que escribió Juan, momento en el que se especuló y se temió que Nerón regresaría de Partia después de su muerte. Aun así, ver una referencia a Nerón no es fácil ni obvio, ya que uno debe transliterar del griego al hebreo para obtener el número 666, lo que parece una exageración para la audiencia. Además, como se señaló anteriormente, si Apocalipsis se escribió en los años 90, el temor al regreso de Nerón habría disminuido considerablemente para ese momento. Tal vez sea mejor moverse en una dirección diferente.
El número 777 representa la perfección, pero Juan dice que 666 es el número del hombre. El número 666, entonces, representa lo que es antidios y anticristo, todo lo que está en oposición al único y verdadero Dios. Si 777 representa la santidad y la bondad perfecta, entonces 666 significa la enormidad y totalidad del mal. Por lo tanto, Juan no tiene la intención de apuntar a un individuo particular aquí. Más bien, el reino de la bestia es un reino humano, un reino malvado, en lugar de uno divino. La naturaleza de la humanidad apartada de Dios es demoníaca. El reino de la bestia promete vida y prosperidad, pero trae muerte, miseria y devastación.
Este artículo es una adaptación del libro ESV Expository Commentary: Hebrews-Revelation (Volume 12) [Comentario Expositivo de la versión ESV: Hebreos – Apocalipsis (Volumen 12)] editado por Iain M. Duguid, James M. Hamilton Jr., y Jay Sklar.