Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del pódcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.
Santa Claus llegó a la ciudad, probablemente a un centro comercial cerca de ti. Santa Claus aparece mucho en esta época del año, así como en muchos de los correos electrónicos que recibimos de nuestra audiencia (doscientas menciones de él en nuestra bandeja de entrada hasta la fecha). Aun así, han pasado un par de años desde que abordamos este tema aquí en el pódcast Ask Pastor John. Hablaremos de esto y, para ello, el pastor John se une vía telefónica.
Ahora, por supuesto, existe un personaje histórico griego del siglo iv llamado San Nicolás. Sin embargo, todas esas doscientas referencias a Santa hablan del mítico Santa Claus que tiene una barba blanca, que usa un traje rojo y que viaja con sus renos voladores. Uno de los correos más recientes viene de una auditora del pódcast que se llama Jill.
Querido pastor John, soy mamá en casa de tres niños pequeños (de cinco, cuatro y dos años). Mi esposo y yo crecimos como niños que creían que Santa Claus era real y aunque fue efectivamente mágico por esos nueve años, cuando descubrí que no era verdad, recuerdo haberme avergonzado y haber sollozado. No estaba enojada con mis padres; sabía que querían sorprenderme y hacer especial la Navidad. Sin embargo, estaba realmente decepcionada.
Ahora, como madre, me siento conflictuada con la Escritura —con «dejen de mentirse los unos a los otros […]» (Col 3:9), por ejemplo— y, sin embargo, aún deseo crear algo mítico, especial y mágico para mis hijos respecto a Navidad. Temo poner más énfasis sobre el hombre barbudo con su traje que en Jesús, ¡nuestro Salvador! Mi pregunta es esta: ¿qué pasa si mi esposo piensa de manera diferente y realmente quiere mantener vivo el mito de Santa en nuestros hijos? Pastor John, ¿qué debo hacer?
Bueno, veo tres temas diferentes en lo que Jill está preguntando, al menos si es que la escuché correctamente. Permítanme dar una palabra sobre cada uno de ellos y terminar con la pregunta sobre cómo lidiar con su esposo. Pero creo que hay dos temas aparte de ese que probablemente necesitan abordarse.
No se mientan
En primer lugar, la principal crisis en su mente parece ser si es que se puede preservar el mito y la magia de Santa Claus sin desobedecer mandamientos bíblicos como «Dejen de mentirse los unos a los otros […]» (Col 3:9). Creo que la respuesta a ello es realmente bastante simple y directa: no, no se puede.
Eso es, no puedes enseñarles a tus hijos que Santa Claus es real si tu intención es enseñarles la verdad. Por real me refiero a la manera en que los niños piensan sobre lo que es real, no a la manera en que intelectuales sofisticados llamarían real a un mito ni tampoco la manera en la que la imaginación es real. Entiendo eso; simplemente no es el punto aquí.
El punto es: ¿estamos engañando a los niños al contarles esta historia como una simple declaración de hechos?
- Santa Claus vive en el Polo Norte.
- Santa Claus vuela con renos.
- Santa Claus deja los regalos bajo el árbol.
- Santa Claus es servido por elfos.
Presentar este mito como un hecho no es veraz para nuestros hijos.
¿Qué pasa con Narnia?
Estoy tratando de meterme en la mente de otras personas cuando escuchan esto y hacen preguntas. Entonces, responderé ahora preguntas imaginarias que quiero hacerme a mí mismo. ¿Qué tan diferente es esto, por ejemplo, de leer ficción a nuestros hijos?
Alguien podría decir: «bueno, no está mal la ficción en la vida de tus hijos, como las Crónicas de Narnia o Los cuentos de los hermanos Grimm». Estas no se presentan como algo real así como el desayuno es real y el jardín trasero es real. Son invenciones, así como Jesús inventó parábolas.
Los niños deben saber que son historias inventadas y deben saber por qué los papás se las cuentan. Creo que es bueno hacerlo. Hay una razón por la que Jesús contó parábolas. Tienes ese tipo de cosas en la Biblia.
Esconder la verdad completa
Esta es otra respuesta a otra posible objeción: no ser veraz respecto a Santa Claus o ser falso respecto a Santa Claus es diferente a ocultar a los hijos pequeños asuntos difíciles de la vida marital.
Puedo imaginar a alguien decir: «bien, no les contamos a nuestros hijos toda la verdad sobre lo que está pasando». No es mentir cuando no cargamos a nuestros hijos más pequeños con las dificultades económicas, con las peleas maritales insignificantes o con las dificultades que podríamos tener con los suegros. Mientras más grandes sean, más deben saber, pero cuando son muy pequeños e incapaces de lidiar con cualquiera de estas cosas, simplemente lo ocultamos.
Sin embargo, cuando les traspasamos a nuestros hijos un completo marco inventado para entender la Navidad, que no es verdadero, pero que ellos toman como verdad, es totalmente diferente de ayudarlos a lidiar con tanta verdad como puedan de una manera acorde a su edad.
Santa Claus no oculta una verdad dolorosa hasta que los niños sean lo suficientemente mayores para poder lidiar con ella. Santa Claus oculta una emocionante verdad porque pensamos que la verdad real no puede competir con Santa Claus en el corazón de nuestros hijos, lo que nos lleva ahora al segundo tema.
Aburridos de la más grandiosa historia
El primer tema fue: ¿se puede presentar y preservar el mito y la magia de Santa Claus a nuestros hijos sin mentir? Ese no es el punto; simplemente no es el punto real.
El punto principal es: ¿por qué un cristiano que ha encontrado en Jesucristo el mayor tesoro en el mundo lo cambiaría por cualquier otra cosa? ¿Por qué ellos —que ven en la encarnación, la vida, la muerte, la resurrección y el reino de Jesús la historia más maravillosa del mundo— contarían otra historia?
Para quienes saben que en este evento real e histórico toda la verdad del mito y de la magia se hizo realidad: ¿por qué un cristiano soñaría alguna vez con reemplazar, tapar o complementar esta verdadera historia? ¿Por qué lo reemplazarían con algo tan antievangelio, como lo es el mito tan patético de Santa Claus, cuyo mensaje es: «pórtate bien, no debes llorar»? Simplemente, no puedo imaginarlo.
Considero que el esfuerzo que los padres cristianos están haciendo al poner la historia de Santa Claus por sobre la historia de Jesús es una interrupción para emocionarse con la historia más grande del mundo y una falta de imaginación sobre cómo hablar de la verdadera historia para mostrarla de una manera que ayude a los niños a compartir nuestro asombro. Es un fracaso. Es una transigencia sincretista con la cultura: «pobre Jesús. Él es invisible. Santa Claus no lo es. Puedes verlo en el centro comercial. Pobre Jesús no da ninguna vuelta en trineo en el cielo ni deja juguetes bajo el árbol».
En cambio, podrían buscar en la Escritura la razón por la que es grandioso que Jesús sea invisible y que no esté aquí. Como lo dice en Juan 16:7, es grandioso que Él no esté aquí. ¿Por qué es grandioso que Él haya dejado la tierra y haya enviado a su Espíritu en lugar de permanecer aquí o andar en trineo? ¿Por qué su lentitud en regresar al final de los tiempos y su gran segunda venida son una gran misericordia que los niños deben entender (1P 3:9)? Al lidiar con la invisibilidad de Jesús, ¿por qué no es asombroso para los padres que seamos sus representantes en la tierra? Esa es una visión gloriosa de la vida humana (2Co 5:20).
En lugar de buscar estupendas respuestas a preguntas que los niños podrían tener (buscarlas en la Biblia), reemplazamos las preguntas más importantes del mundo con una distracción fácil. Ese es el verdadero asunto. ¿Por qué hacemos eso?
Más extraño que un mito
El último asunto que Jill quiere saber es: ¿qué pasa si es que ella quiere enfocarse en las glorias de la verdad de Cristo, pero su esposo aún está atascado en la superioridad del sustituto Santa Claus? Estas son mis tres sugerencias para ella.
En primer lugar, conversa esto con él en agosto, no en diciembre. Digo esto ahora sabiendo que es demasiado tarde. Este es un principio de conflicto que Noël y yo hemos encontrado muy útil a lo largo de los años: separa las discusiones sobre temas de principios de las crisis emocionales llenas de presiones en el momento aplicarlas.
En segundo lugar, explica las ganancias, no las pérdidas. Soltar a Santa Claus es ganancia, de otra manera el cristianismo es una mentira. Si Cristo no puede competir con Santa Claus en el corazón de nuestros hijos, no conocemos al Cristo real o no existe el Cristo real.
En tercer lugar, dale a tu esposo ideas concretas para celebrar la venida de Cristo que sean tan emocionantes como la farsa de Santa Claus. Si necesitas ayuda, mi esposa escribió un libro llamado Treasuring God in Our Traditions [Atesorando a Dios en nuestras tradiciones] que describe alguna de las cosas que hicimos a lo largo de los años por nuestros pequeños hijos cuando no teníamos a Santa Claus, medias ni un árbol. Probablemente estás diciendo: «¿cómo no puedes tener un árbol?». Bueno, hay alternativas emocionantes que se pueden hacer.
En pocas palabras, la verdad es más extraña que la ficción: más extraña, más asombrosa, más emocionante, más durable, más transformadora del corazón, más honradora de Cristo y más satisfactoria para el alma.
Tus hijos tienen vacíos con forma de Cristo en sus corazones. Ellos no saben eso. Tú debes mostrárselo, pero no puedes hacerlo con Santa Claus, solo con Cristo.