Vivimos en un mundo inundado de palabras. La competencia por tu atención, tu vista, tu espacio mental —y eso a través de tu espacio auditivo— nunca ha sido más agresiva y despiadada. Nuestras vidas modernas abundan en voces digitales y análogas disputándose nuestro enfoque limitado. Claman por nuestro dinero, nuestro tiempo, nuestra energía, nuestro amor, nuestra adoración.
Oh, el sinfín de voces incesantes de la vida moderna, y con ellos, ¡la falta desconcertante de silencio! Voces en el aire, voces impresas, la cacofonía de voces que acompañan y empoderan el sinfín de scrolls y reels de imágenes en nuestras pantallas, en movimiento y estáticas. Sí, estamos inundados de imágenes también, pero nuestros píxeles no prosperan en silencio. Incluso mientras la soledad se transforma en una epidemia, pocos solitarios conocen el verdadero silencio y soledad.
En semejantes momentos y espacios como los nuestros, y en semejante ocasión como un nuevo año, ¿cómo podríamos aprender a ahogar mejor las voces remotas y digitales que tienen tan pocos mensajes de importancia para nosotros y escuchar mejor las voces cercanas, preciadas y encarnadas? Y en particular, ¿qué pasaría si la voz de Jesús cargara el mayor peso de todos?
Escucha su voz
Jesús dijo que sus ovejas oyen su voz (Jn 10:3), conocen su voz (Jn 10:4) y escuchan su voz (Jn 10:16). A medida que leen, vuelven a leer y meditar en su Palabra en la Escritura, su pueblo, iluminado por su Espíritu vivo y activo, escucha la voz de su Rey vivo y activo, sentado en poder en el trono del universo.
En su Palabra viva y activa (escuchamos) su voz rugir como muchas aguas (Ap 1:15) y consolar como las cuerdas de muchas arpas (Ap 14:2). Escuchamos su majestuosa voz tronar como una trompeta (Ap 1:10), cortando a sus enemigos con una espada de dos filos que sale de su boca (Ap 1:16) y lo escuchamos paciente y bondadosamente llamar a la puerta (Ap 3:20), listo para llevar a cabo las cirugías más precisas y vitales con su bisturí verbal.
La misma voz que dijo: «Lázaro, sal fuera» (Jn 11:43) y que clamó desde la cruz (Mt 27:46, 50) —y que un día anunciará: «el tabernáculo de Dios está entre los hombres» (Ap 21:3)— esa misma voz continúa hablando, incluso el 2025, a través de su Palabra escrita y por el Espíritu.
¿Qué podría significar que la voz de Jesús sea genuinamente la primera en nuestras vidas? Más que los pódcast, la radio o Spotify. Más que la televisión y las películas. Más que las voces de ESPN y Saturday Night Live; las noticias del cable y YouTube. Más que cabezas hablantes y opiniones apresuradas de influencers en línea e interminables discursos políticos.
¿Qué podría significar poner realmente su voz primero?
Primero en deleite
Comienza con el corazón. Nuestro objetivo y oración más profunda es que nosotros, como Juan el Bautista, estemos entre los amigos que se regocijan grandemente con la voz del Novio (Jn 3:29). Esta alegría es a lo que apuntamos, una a largo plazo, con resoluciones y oraciones frescas de un nuevo año: un corazón mejor acondicionado, el marco lenta y tercamente reformado de la plasticidad de nuestras almas.
¿Cuán a menudo escuchamos a cristianos admitir (a veces como una excusa velada) estar «diseñados» de una cierta manera? Ciertamente, existen algunas formas en las que estás diseñado. Pero a menudo hablamos de estar programados de maneras en las que en realidad somos mucho más plásticos. Y la sociedad no nos ayuda con esto. Nuestro mundo ha llegado a fingir plasticidad precisamente en los lugares donde sí estamos diseñados (como el sexo biológico) y a pretender estar predispuestos en los aspectos donde somos plásticos (deseos y deleites).
Marca bien esto para un nuevo año: tus deseos, buenos o malos, no son determinados. Ahora, en el momento, simplemente tú no podrías ser capaz de obligarte a ti mismo a disfrutar, a repugnar algo específico, sino que puedes volver a entrenar tu paladar en el tiempo. De hecho, con cada día que pasa, o estás solidificando o profundizando tu corazón en sus deseos y deleites presentes o volviendo a entrenarlo para otros diferentes (Ro 6:19; 12:2).
Por lo tanto, esto, entre otros propósitos, es a lo que apuntamos con las resoluciones y las oraciones del nuevo año: volver a moldear, reacondicionar, entrenar nuevamente nuestros corazones para deleitarnos en lo que es verdaderamente deleitable (y por tanto encontrar repugnancias apropiadas en lo que es verdaderamente asqueroso). Buscamos adquirir nuevos sabores, unos santos. Y no hay persona ni voz más digna de nuestro deleite supremo que la voz de Jesús.
Primero en reverencia
Luego, a medida que la voz de Jesús se convierte en aquello en lo que más nos deleitamos, entonces su voz llega a tener una autoridad y poder funcional mayor en nuestras vidas. Crecemos en aplicar y acatar su Palabra. A pesar de nuestros antiguos instintos como pecadores, «en medio de una generación torcida y perversa» (Fil 2:15), aprendemos a posponer la voz de Jesús por sobre el coro de otras voces, incluyendo la nuestra.
En tiempos cuando muchos juegan con la verdad en público, bien podríamos concentrarnos de nuevo en la verdad incluso sin inclinar nuestros ojos y oídos con más atención a la Palabra de Dios. Pero como Jesús le dijo a Pilato: «todo el que es de la verdad escucha mi voz» (Jn 18:37).
¿Realmente eres «de la verdad»? ¿Escuchas verdadera, práctica y habitualmente la voz de Jesús y te inclinas a su Palabra, poniendo por sobre tus propias preferencias y pares parciales, cuando Él dice, por un lado: «Dios los hizo varón y hembra» (Mr 10:6); o por el otro lado: «amen a sus enemigos; hagan bien a los que los aborrecen» (Lc 6:27)?
¿Lo escuchas hablar, y obedeces en consecuencia, cuando Él dice por medio de sus apóstoles que aquellos que practican la homosexualidad no heredarán el Reino (1Co 6:9; 1Ti 1:10) ni tampoco quienes insultan (1Co 6:10)? «Sea el matrimonio honroso» (Heb 13:4). Amén. Y el siguiente versículo: «manténganse libres del amor al dinero» (Heb 13:5, [NVI]). Amén. Por otro lado, «ustedes ya no anden así como andan también los gentiles» (Ef 4:17); por otro, anden «con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándose unos a otros en amor, esforzándose por preservar la unidad del Espíritu» (Ef 4:2-3).
Si nos inclinamos a la voz de Jesús, no nos hará encajar en los partidos seculares de esta generación. Nos mantendrá en un terreno sagrado, en lugar de desviarnos hacia la derecha o la izquierda con el oleaje de las voces preferidas. Nos guardará de encontrar realmente un hogar aquí con los muchos rostros de la incredulidad. Las palabras de Jesús serán aguijones, en cada lado, para guardarnos de las trampas sutiles del mundo que nos domesticarán en las ciudades de aquí (o praderas aquí), en lugar de la ciudad que está por venir.
Primero cada día
Finalmente, tal deleite y reverencia a la voz de Jesús llevará a una sensación de necesidad y gozo cada vez mayor, para hacer de su Palabra una prioridad clara, objetiva y demostrable en nuestras vidas; y eso a un nivel diario.
No estoy interesado aquí en sugerir ninguna nueva ley respecto a que todo cristiano verdadero haga devocionales matutinos. Mucho mejor, el testimonio de los santos a lo largo de los siglos ha celebrado la prioridad de comenzar el día, y establecer el tono y la trayectoria del día, con la voz de Jesús, pero puedo dar un par de excepciones en algunas etapas de la vida.
Independientemente de lo que podamos afirmar sobre nuestra inclinación y diseño, lo que primero hacemos en la mañana es revelador. En cierta buena medida, revela las prioridades de nuestras almas.
Extrañamente, la mayoría de nosotros buscamos palabras al despertar, ya sea de manera consciente o no. Esto podría ser una de las cosas que Dios ha grabado profundamente en nuestras almas humanas: despertarnos buscando dirección y nutrición, no sólo física, sino que de manera espiritual. Trágicamente, muchos cambian el hambre matutina con notificaciones y noticias, en redes sociales y noticias, en videoclips y noticias. Algunos también se vuelcan a las noticias.
Pero esta hambre del alma con la que despiertas cada mañana no está diseñada para alimentarse de las noticias de hoy, sino de las buenas noticias atemporales. Y eso no sólo a través de nuestras propias repeticiones de la verdad del Evangelio recordados de encuentros previos, sino por medio de una comunión con Dios del Evangelio fresca, en su Hijo, por su Espíritu, por medio de su Palabra escrita.
Ahora bien, «primero cada día» no quiere decir «primero solamente» como si tuviéramos que comenzar dándole nuestra atención a Jesús, luego continuar sin que su persona y voz vuelvan a nuestra consciencia. Queremos que su voz more; esto es, permanezca en nosotros todo el día, no sólo en la mañana (Jn 5:38; 8:31;15:7; 1Jn 2:14). Entonces, podríamos preguntarnos sobre lo último de cada día también. Y en el medio. Después de todo, ese hombre feliz del Salmo 1, que «en la ley del Señor está su deleite», no sólo aprovecha las mañanas, sino que «medita día y noche» (Sal 1:2).
Resuelto
Quizá podrías resolver esto conmigo para el nuevo año: poner la voz de Jesús primero. Primero en deleite, primero en reverencia, primero cada día. Primero en preferencia, en poder y en prioridad.
Resolvamos que la misma voz del Dios Todopoderoso, por medio de su Hijo eterno, por el Espíritu, en la Escritura, domine y libere este nuevo año. Por medio de la lectura, relectura y meditación de la Biblia. Mediante la escucha atenta de la predicación fiel. Por medio del involucramiento comprometido en la vida de la iglesia, con el pueblo del Libro.
Resolución: pon la voz de Jesús primero el 2025.