El siguiente extracto ha sido traducido a partir del blog publicado originalmente en inglés por Crossway.
¿Eres una madre débil?
Estoy en la única y privilegiada situación de recibir saludos oficiales para día de la Madre tres veces al año. En el lugar donde vivimos, la comunidad reconoce el día de la Madre arábico, británico y estadounidense. Cada primavera, quedo sepultada en tarjetas pintadas con dedos y flores de papel hechas por mis hijos. ¡Es glorioso!
Alrededor de todo el mundo, las personas reconocen que la crianza es demandante y difícil. A menudo, escuchamos que «¡la maternidad no es para débiles!». Sin embargo, en nuestros corazones, nosotras, las mamás, sabemos que eso no es completamente cierto, pues la maternidad es sólo para débiles. «¿Cómo es posible?», podrían preguntarse, «¡las mamás somos fuertes, competentes, creativas y perseverantes!», y ustedes podrían estar en lo correcto. Sólo la gracia de Dios puede explicar esta contradictoria afirmación.
Con la ayuda del Señor
Fue la gracia de Dios que llevó a Eva a decir, «¡con la ayuda del SEÑOR, he tenido un hijo varón!» (Gn 4:1), cuando nació su primer hijo. Es la gracia de Dios que ha llevado y ha capacitado a cada madre desde entonces para criar vida de cara a la muerte en medio de nuestro mundo caído. Cuando reconocemos nuestra incapacidad de criar a nuestros hijos lejos de la provisión y la fortaleza del Señor, honramos a Dios.
Les seré honesta: mi orgullo se ofende cuando tengo en cuenta la realidad sobre mi dependencia absoluta en Dios en mi maternidad. Prefiero zambullirme de cabeza en la autosuficiencia, ignorar a Dios y contraargumentar la declaración de Eva, diciendo, «me las he arreglado sola lo suficientemente bien sin la ayuda de nadie». Incluso, al enfrentar la muerte de nuestro mundo caído, mi ego herido quiere aferrarse a trapos de autojusticia. Al llegar a ese punto, le digo a mi alma –como cuando se hablan a ustedes mismas en sus mentes– «¡ya es suficiente!».
Este mundo está bastante quebrantado; somos muy frágiles; la vida es demasiado efímera; y el horror de nuestro pecado es difícil de soportar.
Reenfoquémonos en Jesús
Cada madre necesita dejar de mirarse el ombligo y mirar al Hombre que está sentado en cielo a la diestra del Padre. Cristo es nuestra esperanza y nuestra paz, él es la fuerza suficiente que necesitamos, él es nuestro Redentor. Debido a su muerte expiatoria en la cruz, Jesús está reuniendo las piezas de este mundo quebrantado y está haciendo todas las cosas nuevas en sumisión a él bajo sus pies que aplastan a la serpiente.
Cuando él lleve nuestras vidas frágiles a término en esta tierra, él nos va a levantar de entre los muertos, para no volver a morir jamás. Su amor es eterno y él está preparando un lugar para nosotras, para vivir con él eternamente. Cuando él murió en nuestro lugar y resucitó, él terminó con la maldición de nuestro pecado y venció la muerte. Miremos a Jesús con nuestros ojos de fe muy abiertos, arrepentidas y esperanzadas, porque la promesa de su gracia futura es nuestra al creer.
Aceptemos la dependencia
En medio de todo –incluso a medida que la gracia futura está acercándose a toda velocidad hacia nosotras–, todas nuestras cargas amenazan con abrumarnos como un tsunami de dudas, de miedo, de ansiedad y de dolor. ¿Realmente queremos fingir hasta el final del día que estamos en control para finalmente lograrlo, levantar un trofeo de «la madre del año» y chocar los cinco con Jesús por animarnos de tan excelente manera?
Por supuesto que no.
Tomen coraje, madres débiles
¿Se sienten cargadas, exhaustas y débiles? ¡No se molesten por su cansancio; más bien, tomen coraje en Cristo! En su debilidad tienen la oportunidad de exaltar a Cristo en todo porque él es exaltado sobre todo. Pueden descansar bien, teniendo fe, como la un niño, en nuestro Padre amoroso, que preparó las buenas obras que ahora luchamos por poner en práctica (Ef 2:10). Conscientemente, entréguenle sus cargas a Jesús (Mt 11:28) y vivan por el Espíritu mientras resisten la tentación de darse por vencidas (Ga 5:16; 6:9).
La gracia convierte la debilidad de una madre cansada en una bendición. Es por esta razón que la maternidad es para quienes tienen un corazón débil. Cuando nuestros corazones se acobardan dentro de nosotras, entonces ahí, podemos decir y creer, «…todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! Amén» (Ro 11:36).