Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del pódcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.
El miércoles abordamos el tema de Santa Claus. Hoy tenemos sobre la mesa el tema de dar regalos. Me llegó esta pregunta por correo electrónico: «Hola, pastor John. Mi nombre es Kaitlynn. Mi familia busca celebrar el verdadero significado de la Navidad y no queremos enfocarnos mucho en los regalos. Tengo dos preguntas: ¿es bíblico dar regalos? ¿Existe una mejor manera de hacerlo?».
Los regalos de Navidad
La respuesta correcta es sí: dar regalos es bíblico. Sin embargo, sí, probablemente sí existe una mejor manera de hacerlo, puesto que nada de lo que hacemos es perfecto. Siempre se puede hacer mejor.
Es bueno preguntar qué aspectos de dar y de recibir son meramente culturales en nosotros y cuáles están formados por Cristo para magnificarlo a Él. Pensé que podría ser útil desarrollar una corta teología de dar regalos en Navidad al entrelazar algunos pasajes bíblicos.
Quiero hablar sobre tres pasos: Dios dándonos a nosotros; nosotros dándole a Cristo; nosotros dándonos entre nosotros y a aquellos que están en necesidad. Pienso que sería útil dar un paso hacia atrás y obtener una perspectiva bíblica sobre estas tres cosas primero y, luego, articular por qué estamos haciendo esto y por qué estamos compartiendo regalos desde una visión profundamente bíblica.
Los regalos de Dios para nosotros
Paso número uno: Dios nos da. De esta manera, un famosísimo versículo describe la Navidad: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Jn 3:16).
Pablo lo describe de esta manera en 2 Corintios 8:9: «Porque conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a ustedes [esto ahora se refiere a la Navidad] se hizo pobre, para que por medio de su pobreza ustedes llegaran a ser ricos». En otras palabras, te llega un gran regalo por medio de su pobreza. El significado de que Cristo se haya rebajado para convertirse en hombre fue alzar a su familia a la gloria. Asombroso.
Luego, hay un júbilo simple, corto y espectacular en 2 Corintios 9:15: «¡Gracias a Dios por su don inefable!». La esencia misma de la Navidad incluye un desbordamiento divino de generosidad, bondad, gracia y entrega (haciendo por nosotros, dándonos a nosotros lo que nunca podríamos hacer u obtener por nuestra cuenta).
El regalo supremo es Dios. Dios da a Dios, como dice en 1 Pedro 3:18: «Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios». Todo esto sucedió para que pudiéramos tener a Dios como nuestro regalo o tesoro supremo y que todo lo satisface. Al centro de la Navidad está Dios dando a Dios para el disfrute de su pueblo, al que salva dando a su Hijo para sufrir. Eso es impresionante. Es el corazón de la Navidad.
Nuestros regalos para Dios
Este es el paso número dos: nuestra respuesta es darle a Cristo. Ahora, sé que esto es peligroso. Siento esto más profundamente que cualquier otra persona. He escrito capítulos completos sobre por qué no debemos darle a Dios: Él es el Dador, pero es bíblico.
Es peligroso, en un sentido, hablar de darle a Cristo porque nuestra entrega a Cristo es un desafío a que no se vea como una retribución, como si la transacción se hiciera porque Él necesita nuestros servicios. Marcos 10:45 da esa advertencia: «Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos».
Él no vino para recibir nuestro servicio, Él vino a dar su vida como un rescate por muchos. No vino a encontrar una mano de obra para satisfacer su necesidad; vino como el Siervo y el Dador. Sin embargo, la Biblia muestra a personas dándole a Cristo.
Esta es la imagen en Lucas 7: la historia donde Jesús va a visitar a Simón y una mujer entra para lavarle los pies con sus lágrimas, y Simón se molestó. Jesús le dice a Simón:
[…] «¿Ves esta mujer? Yo entré a tu casa y no me diste agua para mis pies, pero ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste beso, pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ungió mis pies con perfume. Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama» (Lucas 7:44–47).
Este fue un dar que no compró nada. No está intercambiando nada. Fue un desborde de afecto y agradecimiento por su perdón.
Vemos lo mismo en Juan 12, donde María toma 300 gramos de un costoso aceite, hecho de nardo puro, lo derramó sobre los pies de Jesús y limpió sus pies con su cabello, y la casa se llenó de la fragancia del perfume (Jn 12:3). Esto molestó a Judas porque era un ladrón. Sin embargo, Jesús la defendió y dijo que era como una unción de afecto previo a su sepultura.
Por supuesto, darle a Jesús está conectado con la Navidad por los hombres sabios, ¿no es así?
Entrando en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose lo adoraron; y abriendo sus tesoros le presentaron obsequios de oro, incienso y mirra (Mt 2:11).
Parte de la adoración está en encontrar maneras de mostrar cuánto admiramos, reverenciamos y valoramos a Jesús. Parte de eso implica hacer sacrificios; esto es, vivir sin cosas, cosas valiosas, no porque Jesús las necesite, sino porque le pertenecen a Él y nosotros podemos ser felices sin ellas si lo tenemos a Él.
Nuestros regalos a otros
Este es el tercer y último paso en nuestra miniteología de dar regalos en Navidad: (1) la entrega de Dios a nosotros; (2) nuestra alegre disposición para mostrar afecto al darle a Él; y (3) ambas desbordan en dar a otros.
Una de mis expresiones favoritas de esta dinámica es la manera en que esto funciona en el corazón del cristiano en 2 Corintios 8:2 (NVI): «En medio de las pruebas más difíciles» (imagínate a ti mismo en Navidad, pasando por una especie de problema y angustia —y muchas personas están pasando por eso—) «su desbordante alegría y su extrema pobreza abundaron en rica generosidad». ¿Qué sobreabundó? «Su desbordante alegría y su extrema pobreza abundaron en rica generosidad».
Hebreos 13:16 dice: «Y no se olviden ustedes de hacer el bien y de la ayuda mutua, porque de tales sacrificios se agrada Dios»; esto es, adoración en la que «se agrada Dios». Aun lo que le damos a otros es visto como un sacrificio de adoración a Dios.
Esto es todo respecto al tema. Creo que todo lo que tiene que ver con dar regalos debe buscar formar una mentalidad acerca de dar en Navidad que ayude a los niños y a los adultos a (1) regocijarse en Dios como el mayor y primer Dador del más grande regalo; (2) buscar una cosmovisión que ofrezca darle a Cristo el regalo de la confianza, la esperanza, la admiración, la alegría y el afecto; y finalmente, (3) buscar una mentalidad que desborde de alegría al darle a otros, no primordialmente una mentalidad de obtener, sino que una mentalidad de sobreabundancia alegre: dar.