Hace poco miraba un programa en la televisión en donde uno de los personajes le hablaba a su amiga sobre su hija. Le expresaba su preocupación por ella debido a que sabía que el hombre con el que su hija estaba comprometida no era ni íntegro ni honesto. “Sólo quiero que sea feliz”, dijo.
Esa declaración, “sólo quiero que mi hija sea feliz”, parece ser buena. Asentimos, decimos claro, por supuesto, los padres debemos anhelar que nuestros hijos sean felices. Sin embargo, si lo analizamos bien, es una declaración preocupante. En el caso del programa de televisión, para que la hija de la mujer fuera feliz, ella le ocultó la verdad. Aunque sólo fue una situación ficticia, es un estándar que gobierna la vida real de muchos padres en la actualidad.
La búsqueda de la felicidad
En nuestra cultura, la felicidad es el objetivo más importante en la vida. La buscamos, cualquiera sea el costo, por medio de relaciones, riquezas, fama y éxito. Cuando se trata de nuestros hijos, también buscamos su felicidad de la misma forma. Sacrificamos nuestro tiempo y dinero para poder darles la oportunidad de realizar algún deporte y ciertas actividades, de obtener lo último en tecnología y juguetes, de darles la mejor educación y experiencias memorables, todo esto con el esfuerzo de entregarles la felicidad que nosotros pensamos que nuestros hijos necesitan.
Cuando utilizo la palabra felicidad, me refiero a la sensación temporal que se obtiene por medio de cosas, logros, experiencias y momentos positivos. Es la sensación que todos tienen cuando cantamos el “Cumpleaños feliz” o cuando anotamos el gol ganador en un partido de fútbol o cuando obtenemos un juguete que hemos estado esperando todo el año. Según la perspectiva del mundo, esa felicidad es el principal objetivo en la vida, que para obtenerla incluso se puede llegar al punto de hacer cosas que van en contra de la ley de Dios. Al usar la palabra felicidad, me estoy refiriendo a la visión mundana y al hecho de que, como cristianos, la adoptamos fácilmente como nuestra.
Honestamente, me veo haciendo lo mismo. Busco actividades que sé que mis hijos disfrutarán. A veces sé que he fallado cuando se quejan de que su día estuvo “aburrido” y que “no hicieron nada entretenido”. Aunque la entretención no es algo malo, se vuelve malo cuando se transforma en la cosa más importante en nuestro corazón.
Es ahí donde radica el problema. Cuando buscamos la felicidad lejos de Dios, estamos buscando un sustituto falso. Es por eso que tal felicidad es temporal y fugaz; desaparece una vez que cada uno termina de cantar la canción del cumpleaños o el juguete que compramos se rompe. Así buscamos encontrar algo más para sustituir el sentimiento que se perdió.
La pregunta que debemos hacernos es, ¿cuál es el verdadero objetivo de nuestros hijos y qué estamos haciendo diariamente para buscarlo? Además, ¿qué les estamos enseñando a nuestros hijos sobre buscar ese objetivo? Dicen que aquello en lo cual inviertes tu dinero y tu tiempo revela lo que es importante para ti. Basándonos en eso, ¿les estamos enseñando a nuestros hijos que la búsqueda de la felicidad es su objetivo final en la vida?
Una búsqueda que vale la pena
La Escritura no nos enseña que la felicidad deba ser nuestro mayor objetivo en la vida. Es más, nos muestra algunas cosas que nos pueden parecer contrarias a la felicidad como buenas y necesarias. David dice, “bueno es para mí ser afligido, para que aprenda tus estatutos” (Sal 119:71). Más adelante, Pablo le suplicó tres veces a Dios que le quitara el dolor en su vida; sin embargo, Dios decidió que era mejor para él sufrir con debilidad (2 Co 12). Nuestro Salvador no buscó la felicidad en su propia vida. Él fue el siervo sufriente, uno que dio su propia vida para que otros pudieran vivir: “…el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos” (Mt 20:28). Al contrario del sueño americano, Cristo ni siquiera tenía un hogar al que pudiera llamar propio.
Como creyentes, si la felicidad no es tu objetivo principal, entonces, ¿cuál debería ser el objetivo que buscamos para nuestros hijos? ¿Qué debemos enseñarles a buscar?
La Confesión de Fe de Westminster resume nuestro propósito y objetivo en la vida de la siguiente manera: “El fin principal del ser humano es glorificar a Dios y gozar de él para siempre”. Esto viene de pasajes tales como, “entonces, ya sea que coman o beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Co 10:31) y “¿A quién tengo yo en los cielos, sino a Ti? Fuera de Ti, nada deseo en la tierra” (Sal 73:25).
Necesitamos vivir este doble objetivo en nuestras vidas y enseñárselo a nuestros hijos
También necesitamos enseñarles a nuestros hijos qué significa dar la gloria a Dios. La Palabra de Dios es clara sobre las acciones que lo glorifican. Necesitamos leer la Palabra con nuestros hijos; que ellos la memoricen. Necesitamos ayudarlos a vivirla para que así, en todo lo que hagan, en sus pensamientos, palabras, acciones y deseos, nuestros hijos estén aprendiendo a glorificar a su Creador y Salvador.
También necesitamos enseñarles y mostrarles a nuestros hijos lo que significa gozar de Dios. David escribió que una de las cosas que más anhelaba era estar en la presencia de Dios (Sal 27:4). San Agustín dijo que nuestros corazones estarán inquietos hasta que encontremos descanso en Dios.
Un gozo perdurable
Nuestros hijos nunca conocerán la plenitud y la integridad lejos de Cristo. Apartados de él, vagarán en el desierto de la vida, buscando llenar su alma sedienta con cosas vanas e inútiles. Necesitamos enseñarles que fueron creados para disfrutar de Dios y que sólo él puede satisfacer sus deseos más profundos. Tener una relación con nuestro Salvador nos da un gozo perdurable y profundo que se queda con nosotros durante los altos y bajos de la vida en este mundo caído.
Nuestro propósito como padres no es hacer que nuestros hijos sean felices. Tampoco es entregarles una vida con una buena educación que lleve a un trabajo con buena remuneración o lo que sea que nuestra sociedad valore. Nuestro objetivo cada día no es entregarles cosas o vivencias que los mantengan ocupados y sin molestarnos. Al contrario, debemos liderar, guiar y enseñarles a nuestros hijos su doble propósito en la vida de glorificar a Dios y gozar de él para siempre.
¿Piensas que es un desafío criar hijos en un mundo donde la felicidad es el propósito principal en la vida? ¿Cómo puedes enseñarles a tus hijos a vivir para la gloria de Dios?