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Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del pódcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.

Matrimonios difíciles, divorcios y violencia doméstica, un trío de temas muy duros que llegan al pódcast de vez en cuando, como puedes ver en el libro de APJ. Y tenemos una nueva entrada aquí en relación a los matrimonios difíciles, en este correo de una esposa anónima.

«Hola, pastor John. Mi esposo y yo actualmente estamos separados y mi corazón se siente completamente roto. Hemos estado casados por casi 10 años, pero nuestra relación ha sido difícil, marcada por su alcoholismo, del cual ahora está sobrio, y por mi larga batalla contra una enfermedad crónica, de la que ahora he sido sanada. Cuando nos casamos, no estábamos viviendo según la voluntad de Dios; vivíamos como el mundo, y la iglesia no nos enseñaba sobre el pecado o el arrepentimiento. Afortunadamente, las cosas han cambiado para nosotros espiritualmente, pero nunca aprendimos cómo resolver los conflictos o sanar el dolor y las heridas que nos hemos causado a lo largo de los años. Peleamos constantemente, de maneras no saludables, y me he llegado a dar cuenta de que yo tenía una mentalidad de víctima y había contribuido al círculo del dolor. He fallado en respetar a mi esposo y he usado mis palabras para derribarlo en defensa de mi propio dolor. Estoy profundamente avergonzada por esto y me duele.

Ambos reconocemos nuestros errores pasados, pero ahora mi esposo cree que quizás «nuestros pecados nos llevaron a este matrimonio» y que podría no haber sido la voluntad de Dios que nosotros estuviéramos juntos. Yo, sin embargo, creo que el matrimonio es para toda la vida, y confío en que Dios puede restaurar y redimir lo que se ha roto. Ya no veo nuestro matrimonio como un error, aun cuando una vez lo hice. No quiero perder a mi esposo. ¿Hay alguna verdad en lo que él dice, o la unión que Dios hace entre un esposo y una esposa, especialmente entre cristianos, permanece a pesar de nuestras luchas? No creo que nuestros pecados pudieran habernos llevado al matrimonio. Nos amamos profundamente, pero el dolor ha sido tan grande que mi esposo ahora quiere irse. Por favor, ayúdame».

El pacto correcto

En primer lugar, permíteme decir algo sobre la idea del esposo de que podría no haber sido la voluntad de Dios que ellos se casaran. Esa no es la pregunta correcta. La pregunta es: «¿es este matrimonio, con esta mujer y este hombre, la voluntad de Dios para ti ahora?». Esa es la pregunta. Y la respuesta a esa pregunta, bíblicamente, es , absolutamente, sí. Este matrimonio es la voluntad de Dios para ti. No existe otra mujer correcta para este hombre y no existe otro hombre correcto para esta mujer, porque lo correcto de estar con una mujer o un hombre en el matrimonio no se establece por la calidad de la persona, sino por la naturaleza del pacto.

Cuando un hombre y una mujer dejan a su madre y a su padre, y expresan por medio de los votos pactuales que serán marido y mujer, en ese acto, Dios crea un matrimonio en el cual esas dos personas son las correctas para estar casadas (incluso si no debieron haberse casado). Ese es el significado del pacto. No depende de la calidad de la persona que forma parte del pacto. Es por esa razón que los votos incluyen palabras como «sea mejor o peor tu situación». Esa es la primera cosa que establecer, especialmente, para este esposo: Dios creó el pacto matrimonial y el pacto define al marido y a la mujer legítimos.

Jesús enfatiza esto con las más contundentes palabras acerca de la permanencia del pacto de por vida. Por ejemplo, en Lucas 16:18: «todo el que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la que está divorciada del marido, comete adulterio». Fuertes palabras. O Marcos 10:7-9: «el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos serán una sola carne; así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido»—lo que Dios ha unido, no sólo los humanos— «ningún hombre lo separe. […] Cualquiera que se divorcie de su mujer y se case con otra, comete adulterio contra ella; y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio» (Mr 10:7-9, 11-12).

En otras palabras, en todo matrimonio, esta mujer, este hombre, en este matrimonio, es la pareja legítima del pacto. Este hombre en este matrimonio, no sólo la mujer, no sólo el hombre, es la pareja legítima del pacto. 

Separación y reconciliación

Las separaciones ocurren, pero la pregunta, entonces, en una separación como la de ellos, es: ¿qué se debe hacer? Y Pablo aborda esa pregunta muy directamente en 1 Corintios 7:10-11: «a los casados instruyo, no yo, sino el Señor: que la mujer no debe dejar al marido. Pero si lo deja, quédese sin casar, o de lo contrario que se reconcilie con su marido, y que el marido no abandone a su mujer».

En otras palabras, la respuesta bíblica a la separación es la reconciliación. No será fácil. Un matrimonio para toda la vida nunca ha sido fácil —¡vaya!—. Lo que se encuentra frente a ti, al abordar esta reconciliación y otros 30 o 40 años juntos, no va a ser fácil. Sólo va a ser glorioso, mientras Dios les dé gracia. 

Y espero que recorras todo el camino hasta el final. Espero que obtengas toda la ayuda que necesites de buenos amigos cristianos en una iglesia saludable y quizás un buen consejero bíblico en el camino.

La carga del liderazgo

No obstante, simplemente permíteme decirle un par de cosas a este esposo. (Y espero que esta esposa se los comparta y que él esté dispuesto a escuchar y a oírme, pues estoy de tu parte. Quiero que esto resulte en tu bien y para la gloria de Dios).

Llevas una carga más grande, porque eso es lo que significa liderazgo. Dios te pide cuentas únicamente a ti y a mí, no por los pecados de tu esposa, sino por los pasos hacia la sanidad, el perdón y la reconciliación. Esto es lo que hace tan difícil el liderazgo. Los hombres cargan con la responsabilidad pesada y única de avanzar. Eso es lo que significa liderazgo. Avanzas y tomas la iniciativa de arreglar lo que está roto. No importa de quién haya sido la culpa; es tu liderazgo el que se convoca ahora en su glorioso llamamiento.

Podrías no tener éxito, pero morirás intentándolo, ¿no es así? Morirás intentando hacer lo correcto para tu esposa, para ti mismo y para tu Dios. Y el coraje, la perseverancia y la sabiduría de un hombre se van a mostrar en la resistencia con la cual él se rehúsa a darse por vencido. ¡Vamos! ¡Vas a rehusarte a darte por vencido! Eres un hombre. Eres la cabeza. Tomas la responsabilidad y haces todo lo que está en tu poder hasta que mueras para hacer que esto funcione. Eso es lo que significa ser un hombre y esposo.

El misterio y milagro de Cristo

El modelo para tu liderazgo en el matrimonio es Jesús y su relación con la iglesia. Y ¡oh, qué desastre es su novia (nosotros lo somos)!

Maridos, amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia [que te deja asombrado] y se dio Él mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. 

Aman a sus esposas como a sus propios cuerpos (¡si es que son como Cristo!).

El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; porque somos miembros de su cuerpo. Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán [milagro de milagros] una sola carne. 

Eso aún existe, hermano. «Grande es este misterio», dice Pablo, «pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia» (Ef 5:25-32).

Este es el gran y alto llamado de lo que significa ser un esposo en el matrimonio. Eres llamado amar, sacrificar, servir, salvar y santificar. No porque seas Cristo (porque no lo eres), sino porque representas a Cristo en este drama y porque Cristo te fortalece. Es un llamado glorioso, aunque doloroso.

Y simplemente te animaría: sé tú quien tome la iniciativa de llamar la atención al poder milagroso de Dios para ti y tu esposa. Sé aquel que ve el milagro. Jesús dijo: «lo imposible para los hombres es posible para Dios» (Lc 18:27). Él hizo que una virgen diera a luz. Él hizo que la mujer postmenopáusica concibiera. Él hizo que el cojo caminara, que el ciego viera, que el sordo escuchara, que el leproso fuera limpio, que el agua se convirtiera en vino, que el viento y las olas se detuvieran y cesaran ante su orden. Él resucita personas de los muertos y reina vivo en el cielo como nuestro Soberano hoy, también sobre tu matrimonio. Por lo tanto, esposos cristianos obedientes no se alejen de sus matrimonios, especialmente, cuando una esposa está profundamente arrepentida y animada a hacer lo necesario, por imperfecta que sea.

Por tanto, en resumen, para ambos: su matrimonio es la voluntad de Dios para ustedes. Esta mujer es la esposa de Dios para ti. Este hombre es el esposo de Dios para ti. Tu matrimonio es para toda la vida. Tu llamado como esposo es amarla como Cristo amó a la iglesia y el de ella es el de respetar y honrar ese liderazgo. Tu primera tarea como cabeza cristiana de tu hogar es confiar en el poder soberano y milagroso de Dios.

Publicado originalmente en Desiring God. Usado con permiso.
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John Piper
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John Piper

John Piper es fundador y profesor de desiringGod.org y rector de Bethlehem College & Seminary. Por 33 años, sirvió como pastor de la Iglesia bautista Bethlehem en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros, dentro de ellos se encuentran: Sed de Dios: meditaciones de un hedonista cristiano, y más recientemente, Por qué amo al apóstol Pablo: 30 razones.
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