Es una historia tan inusual, tan extraordinaria y tan alucinante que cuando damos un paso hacia atrás y consideramos la narración, nos obliga a reconsiderar las típicas formas en las que pensamos y hablamos sobre nuestras vidas.
Es una historia con la que probablemente estás familiarizado, pero antes de sumergirnos en ese pasaje de la Escritura, me gustaría que te examinaras a ti mismo: ¿cuál es tu teología en el día a día acerca de la participación de Dios en tus asuntos rutinarios?
¿Qué es lo que tiendes a decirte a ti mismo cuando algo inesperado o imprevisto altera tu día? ¿Qué te dices a ti mismo cuando tu historia da un vuelco que te sorprende, sin importar si parece ser algo bueno o malo? ¿Cuánto crédito te das normalmente por aquello que nunca podrías haber causado o planeado tú mismo? ¿Cuántas veces miras tu vida a través de los lentes de la gracia soberana de Dios?
Seamos honestos: nuestra teología en el día a día no es tan fuerte como quisiéramos que fuera. En realidad no confiamos en la soberanía de Dios tanto como decimos hacerlo. Frases como «buena suerte», «fue una coincidencia», «por accidente» o «por cosas del destino» fácilmente salen de nuestra boca (o inundan nuestros pensamientos) mientras describimos (o reflexionamos sobre) nuestras situaciones, nuestra ubicación y nuestras relaciones de la vida cotidiana.
Esta hermosa historia de fe de Hechos 8 nos confrontará amorosamente con la incompetencia de nuestro razonamiento.
Los antecedentes
Es importante comprender lo que está pasando antes de que Felipe se encuentre con el eunuco, así que recapitulemos.
Felipe, el diácono evangelista, tuvo que salir de Jerusalén debido a la persecución que Saulo ejercía, pero aún disfrutaba de un ministerio vibrante en Samaria (Hch 8:1-13). Dios estaba confirmando la veracidad del mensaje de Felipe con señales y maravillas, y las multitudes se reunían con entusiasmo.
¿Qué más podría querer un evangelista? ¡Gente hambrienta estaba respondiendo al poder y a la presencia de Dios!
Sin embargo, en la cima de este gran momento santo, la historia da un giro misericordiosamente dramático. ¡Me encanta lo que pasa después!
El mandato
Un ángel se le apareció a Felipe y le dice que abandone su vibrante ministerio en Samaria y que comience un viaje por el camino que atraviesa el desierto entre Jerusalén y Gaza. Esta instrucción del ángel es tan interesante y desafiante que podría golpearte a primera vista. Puedo encontrar cuatro razones para ello:
En primer lugar, debes preguntarte por qué Dios está alejando a Felipe de un ministerio vibrante donde el Espíritu está claramente obrando y donde muchas personas estaban llegando a la fe.
En segundo lugar, el momento de la solicitud es inusual. La orden, «ve hacia el sur» probablemente se traduce mejor como «vete al mediodía». Habría sido brutal para Felipe atravesar el desierto durante el calor del día y además habría pocas personas en el camino. Dios, no solo llama a Felipe a alejarse de un lugar donde hay muchas personas que están espiritualmente hambrientas, sino que también él lo está enviando a un lugar donde probablemente a nadie le gustaría estar.
En tercer lugar, el ángel no le da a Felipe ninguna indicación sobre cuál será su misión o su destino. Simplemente, se le dice a Felipe que vaya, sin saber por qué está yendo ni adónde se encontrará al final de su viaje.
La última razón, y la que más me llama la atención, es cómo Felipe obedece esta inusual orden sin decir una palabra. Él no discute diciendo que debería quedarse en Samaria, donde su ministerio está yendo muy bien. Él no exige que lo pongan al tanto de la naturaleza de su misión. Él no cuestiona la sabiduría de Dios. ¡Literalmente no dice nada!
El desafío
Si tú fueras Felipe, ¿qué habrías pensado si el ángel te ordena irte? ¿Cuán molesto estarías si Dios te alejara de algo que parece ir tan bien? ¿Cuán tentado estarías a demandar una explicación antes de aceptar la misión?
En este punto de la historia, somos confrontados con la naturaleza humillante de la verdadera fe en Dios.
Esta es la historia de Dios, no la nuestra. Era la misión de Dios, no la de Felipe. La narración es un drama de las elecciones sabias del Señor, no un drama de los éxitos de nuestro ministerio. Él está en completo control, cuando nosotros tenemos poco control sobre cualquier cosa en nuestras vidas.
Dios no nos debe explicaciones. ¿Por qué? A él no se le ha comisionado manejar nuestra agenda, sino más bien, él nos ha elegido para ser parte de la suya. Quizás una de las formas en las que Dios más nos ama es al no explicarnos las cosas que encontramos muy difíciles de entender o de aceptar.
Verás, esta historia revela que Felipe claramente conoce el lugar que le ha asignado la fe verdadera. Él sabía que había sido elegido para ser parte de algo que era tremendamente más grande que sus propios deseos, necesidades y sentimientos. Como resultado, cuando Dios llama, Felipe va (sin discutir; sin debatir).
¿Se puede decir lo mismo de nuestra fe?
El encuentro
Mientras Felipe camina a lo largo del desierto (y muy probablemente sin ninguna persona a su alrededor) que va desde Jerusalén a Gaza, él se encuentra con un oficial muy poderoso de la corte de la reina de Etiopía, Candace. Este eunuco era un hombre estimado y en quien confiaban, responsable de todo el tesoro de la reina (Hch 8:27).
Mientras Felipe y el eunuco etíope cruzaban sus caminos, Felipe no tenía idea de que este hombre era en realidad su destino. No había una ubicación geográfica final para la caminata de Felipe; más bien, este dignatario era la razón de su viaje.
En esta realidad, se revela el glorioso carácter de nuestro Dios. Dios ha fabricado todos los detalles de este encuentro en un evento: el rescate del alma de este hombre. Dios es tan magnífico en su amor, tan maravilloso en su gracia y tan tierno de corazón que iría más allá por el corazón de un hombre.
Dejemos esto de lado por un momento.
Mientras Felipe estaba buscando evangelizar a las masas, Dios está consciente y está atento a la búsqueda del corazón de un hombre africano. Nuestro Señor, que al mismo tiempo está gobernando las naciones de los hombres y está controlando las fuerzas de la naturaleza, nunca ha está demasiado ocupado o demasiado distraído para no tener un corazón amoroso por una persona que lo busca.
Dios sabía que este alto funcionario de la corte estaba buscando la Escritura pero no entendía lo que estaba examinando. Este pobre hombre estaba espiritualmente intrigado, pero aún no había sido despertado espiritualmente y Dios sabía que para que hubiera iluminación, este hombre necesitaría ayuda. Por lo tanto, por el bien de un hombre perdido pero en búsqueda, Dios alteró la historia de otro hombre para que este hombre en búsqueda experimente la gracia salvadora de Dios.
No obstante, cuando Felipe se encontró con el etíope por primera vez, él no tenía idea de esto. Recuerda, Felipe había estado humildemente dispuesto a irse en una misión que él no entendía, por lo que no era solo el funcionario de la corte el que necesitaba gracia divina; en este punto, Felipe también la necesitaba.
Ahí es cuando el Espíritu le dijo a Felipe, «ve y júntate a ese carruaje» (Hch 8:29).
El estudio
Mientras Felipe corrió para encontrar al hombre en el carruaje, él lo escuchó leyendo a Isaías. ¡Felipe había llegado a su destino! Felipe le preguntó al hombre si entendía lo que estaba leyendo y cuando el hombre le dijo que necesitaba explicación, él invitó a Felipe a subirse y a sentarse con él. Mientras continuaban en el camino, tuvieron la conversación más importante en la vida de este oficial.
Por primera vez, por medio de los lentes de Isaías, este alto funcionario escuchó sobre la persona y obra del Mesías de la que escribió el profeta: Jesucristo. Por primera vez, él escuchó las mejores noticias que cualquier corazón en búsqueda podía escuchar, tanto que cuando llegaron donde había agua, el oficial exigió ser bautizado. Después de que Felipe y el eunuco salieron del agua, el Espíritu se llevó de repente a Felipe porque su trabajo ya estaba hecho y el oficial no volvió a verlo.
Y así termina la historia. No escuchamos nada más sobre el eunuco etíope. ¿Por qué? Porque Dios había demostrado algo divino, al usar este pequeño esbozo para revelarnos la maravilla de su soberanía, de su amor y de su gracia maravillosa. El Autor había hecho su trabajo, por lo que la narración de Hechos avanza.
El héroe
Después de leer historias de fe como esta en la Escritura, somos tentados a establecer paralelos de humano a humano. ¿Qué revela la fe de Felipe sobre nuestra falta de fe? ¿De qué maneras podemos buscar respuestas como el eunuco? Estas son buenas preguntas para considerar, pero en última instancia pierden el centro.
Aunque debemos estimar a Felipe por su fe y por la disposición que se produjo en él, es vital que comprendamos que Felipe no es el héroe de esta historia. Y aunque también debemos tener compasión por el funcionario etíope, que en medio de su propia confusión espiritual continuó buscando a Dios, nosotros necesitamos entender que él tampoco es el héroe de esta historia.
Como cualquier otra histora de fe que podamos contar, Dios está en el centro del escenario aquí. ¡Dios es el héroe del momento!
Dios es tan glorioso en su soberanía que orquesta nuestras vidas personales para su gloria y para nuestro bien. Esto significa que no solo está gobernando poderosamente sobre los grandes momentos, sino que también está gobernando íntimamente sobre todos los pequeños detalles de nuestras vidas.
Dios es tan glorioso en su amor que él nunca va a ignorar un corazón que lo busca, incluso si es el único. Él escuchará los clamores de cualquiera que lo busque y hará un camino para que ellos lo encuentren y lo conozcan.
Dios es glorioso en su manejo de nuestro tiempo. Él controlará los momentos para que podamos experimentar encuentros eternamente significativos, incluso cuando estemos solo satisfechos con días tranquilos y moderadamente exitosos.
Dios es tan tierno de corazón que transforma los corazones orgullosos y rebeldes en corazones humildes que lo busquen con un hambre insaciable.
Nuestro Dios no hace acepción de raza, poder o posición. No, su gracia iguala las condiciones de todos. Todos estamos desesperadamente necesitados y nadie tiene esperanza sin él. El alma en búsqueda en las calles de Samaria compartía identidad con el poderoso oficial camino a Gaza: perdido, lejos de la gracia perdonadora y rescatadora.
Por lo tanto, una y otra vez, Dios enviará personas de gracia a entregar gracia a personas que necesitan gracia.
Oh, y por si acaso: no hay forma en que este encuentro hubiese pasado por casualidad. Solo puede suceder en el cruce de la soberanía de Dios y su gracia. ¡Nuestro héroe redentor realiza toda su obra de salvación en ese encuentro!
Memoriza estas palabras de gracia que explican esta extraña y maravillosa historia: «me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón» (Jr 29:13).
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