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Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del pódcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.


Cerramos la semana con otra pregunta sobre la intimidad conyugal. Esta pregunta es aún más franca que la de ayer, así que obviamente está dirigida a un público maduro. Steve, un oyente, escribe sobre una pregunta común que recibimos en la bandeja de entrada con bastante frecuencia, pastor John. «¡Hola, pastor John! En el episodio #475, usted habló sobre la atracción sexual y argumentó que no es esencial para el matrimonio. Estoy casado con una mujer amable que con gusto me complace si se lo pido, pero descubro que, aunque necesito sexo, no lo deseo cuando sé que ella me complace sin ningún deseo sexual por mí. Si siento que ella no disfruta del acto, me resulta completamente repugnante. ¿Qué consejo tienes para mí?».

Me duele el corazón por Steve cuando escucho esto. Sé exactamente lo que quiere decir. Y creo que es normal y saludable, tal vez con la excepción de cuando dijo: «me resulta repugnante». Volveremos a eso. Sin embargo, estoy de acuerdo: Dios hizo que las relaciones sexuales fueran profundamente mutuas en el matrimonio, cada uno da, cada uno recibe, cada uno siente el acto como la consumación de una unión espiritual y personal más amplia y más profunda para la cual el sexo es solamente una de las piedras angulares, pero una importante. Cada uno dice: «a ti y solo a ti me entrego de esta manera. De ti y solo de ti recibo de esta manera». Hay tantos niveles en los que la reciprocidad de las relaciones sexuales es significativa. Entonces, sí, a su consternación y tristeza por la falta de reciprocidad.

La experiencia de Steve, de una forma u otra, es bastante común. Y necesitamos ampliarla y pensarlo por un momento. Las parejas rara vez tienen el mismo nivel de interés y pasión por las relaciones sexuales. Y eso se relaciona con la frecuencia, la ubicación, el tiempo, los métodos, la privacidad, los tipos de contacto. Ninguna pareja tiene el mismo nivel de comodidad con todas estas variables. Así que parece que Steve está lidiando con un ejemplo particularmente difícil de lo que es prácticamente común a todas las parejas: cómo vivir la sexualidad cuando los deseos en todas estas áreas suelen ser significativamente diferentes, o, al menos, en algunas de ellas.

Derechos maritales

Aquí está el pasaje clave de la Escritura donde Pablo aborda esto de manera muy directa: 1 Corintios 7: 3-5 dice:

Que el marido cumpla su deber para con su mujer, e igualmente la mujer lo cumpla con el marido. La mujer no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino el marido. Y asimismo el marido no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No se priven el uno del otro, excepto de común acuerdo y por cierto tiempo, para dedicarse a la oración. Vuelvan después a juntarse, a fin de que Satanás no los tiente por causa de falta de dominio propio.

Ahora, lo más obvio en este pasaje es que Pablo recomienda las relaciones sexuales relativamente frecuentes: «No se priven el uno del otro, excepto de común acuerdo y por cierto tiempo […]. Vuelvan después a juntarse, a fin de que Satanás no los tiente».

Dándose preferencia

Lo que es menos obvio es los deseos de quién deberían regir la forma en que ocurre este acto sexual, lo que resulta desconcertante. Qué pasa si dices: «esposa, accede a los deseos de tu marido». «Marido, accede a los deseos de tu mujer», que es, de hecho, lo que él dice: «Porque la mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido». Así que él puede hacer lo que le plazca. «Así mismo, el marido no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer». Así que ella puede hacer lo que le plazca. De modo que ella tiene la última palabra y él tiene la última palabra.

Ahora bien, ¿qué haces si las últimas palabras no coinciden? No creo que Pablo haya cometido un desliz aquí. Pablo no es ese tipo de persona y es guiado por el Espíritu Santo. Creo que sabía exactamente lo que estaba haciendo. Sabía que estaba lidiando con uno de los momentos emocionales más profundos y complejos de la vida humana, lo que significa que cualquier fórmula simple sobre quién puede hacer qué, cuándo, dónde y cómo —una fórmula simple— no se ajustará a la realidad.

La realidad es que, en un matrimonio cristiano, donde la pareja está creciendo en gracia, se resolverá esto según lo que dice Romanos 12:10: «con honra, dándose preferencia unos a otros». O se podría decir gracia, misericordia, amor, amabilidad, gentileza o lo que sea. Es la clase de competencia más maravillosa: «supérense el uno al otro en mostrarse honor». Ella querrá honrarlo dándole lo que él desea. Y él querrá honrarla dándole lo que ella desea, que puede ser menos de lo que él desea. Y orarán y hablarán y lucharán y crecerán en mucha frustración a lo largo del camino.

Para el gozo de él

Así que quiero decirle unas palabras a la esposa de Steve y luego a él. A su esposa: asegúrate de nunca dejar de crecer en la madurez emocional que puede unir a las personas en su alegría, al hacer cosas que no te importa hacer. Y puedes escucharme generalizando aquí. Esto no se trata solo de sexo. Este es un tema de crecimiento general en la vida cristiana para todos nosotros. Esto se aplica especialmente a tu esposo y él debería hacer lo mismo por ti. Es posible que él quiera que vayas a pescar o jugar al golf, y es posible que tú quieras que él vaya a ver el tipo de película que a ti te gusta o a un concierto en particular.

Y todos conocemos a personas que dicen que sí a esas invitaciones y luego en una docena de maneras, a través de su lenguaje corporal y otras formas, demuestran durante todo el evento: «no quiero estar aquí»; «desearía no estar pescando contigo»; «desearía no estar en esta estúpida película a la que querías que fuera». Esa es una marca de profunda inmadurez y amor superficial. La necesidad es crecer y aprender a bañarse en gracia en este momento.

Y esto se aplica especialmente en el lecho matrimonial. No le digas que sí al deseo de tu esposo esta noche obedeciendo y luego comunicando en media docena de maneras: «ojalá no estuviera aquí». Esto puede ser una revelación para ti: no tienes que tener el mismo tipo de placer para que él se sienta amado. Si no estás disfrutando de las realidades físicas del tacto y la unión sexual, regocíjate por él:

  • Gózate por el hecho de que puedes darle placer.
  • Gózate por el hecho de que él solo lo quiere de ti.
  • Gózate por el privilegio de que te confíe su desnudez, su entrega emocional, física e irrisoria, que le avergonzaría mostrar en cualquier otro contexto. Y él te confía eso a ti.
  • Gózate por la gracia de Dios que tienes y porque puedes entregarte a él en esas situaciones.

En otras palabras, una esposa madura, en crecimiento, llena de gracia y que no encuentra placer físico en las relaciones sexuales, puede encontrar muchos placeres en el evento, debido a la manera en que Dios lo estableció. Existen manera en que una esposa madura puede deleitarse en ese momento sexual.

Para el gozo de ella

Y solo unas palabras finales para Steve. Yo diría: no asumas lo peor de ella. Asume que incluso sin deseos sexuales ella tiene otros buenos deseos de complacerte, y ese es un tipo de amor que puedes recibir y disfrutar. Sí, desearías que ella fuera más apasionada, más presente, más comprometida. Sí, lo deseas. Eso es normal. Está bien. ¿Qué esposo (o qué esposa) no querría eso, si su cónyuge no estuviera comprometido?

No obstante, no dejes que tu decepción se convierta en una creciente ira o disgusto. No dejes que tu decepción y el desencanto se conviertan en un disgusto que los aleje aún más. Haz tu mejor esfuerzo para convertir el encuentro sexual en algo que ella disfrute en algún grado. Puede que sea lo que digas lo que marque la diferencia. Ella espera esos momentos solo por tus palabras, no por el evento.

Y voy a orar, realmente lo haré. Oraré por ti, Steve, y por tu esposa para que ambos aprendan el secreto de darse preferencia en mostrarse honor y placer.

John Piper © 2015 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.
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John Piper

John Piper es fundador y profesor de desiringGod.org y rector de Bethlehem College & Seminary. Por 33 años, sirvió como pastor de la Iglesia bautista Bethlehem en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros, dentro de ellos se encuentran: Sed de Dios: meditaciones de un hedonista cristiano, y más recientemente, Por qué amo al apóstol Pablo: 30 razones.
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