Si nuestro discipulado de hombres jóvenes consiste meramente en fomentar las disciplinas espirituales y revisar cómo van con la tentación sexual, ¿por qué nos sorprendemos cuando nuestros hombres son espiritualmente inmaduros y nuestras iglesias carecen de liderazgo?
Desde antes de que pudiera conducir, he visto grupos de discipulado de hombres luchar con ir más allá de la rendición de cuentas sobre la lectura bíblica y la pornografía. Hablamos sobre otros asuntos, que son incluso importantes, pero la agenda real se trataba de asegurarse de que hayamos leído nuestras Biblias y de que no hayamos mirado pornografía. El mensaje no intencionado a lo largo del tiempo era que de esto se trataba la madurez espiritual: devocionales consistentes y pureza sexual. No obstante, al establecer un estándar tan bajo para los hombres, inevitablemente los entrenamos para que sean perezosos, egoístas, inseguros y sin ambiciones. Criamos una generación de hombres para que revisen áreas espirituales, para que luego vivan por la Xbox.
Sin embargo, los hombres son capaces de muchísimo más en Cristo que la lectura bíblica y el dominio propio (sin minimizar ninguna de ellas). Dios nos ha diseñado y nos ha redimido con la energía para liderar, arriesgar, servir, iniciar, trabajar duro y sacrificar: para amar como Cristo amó. Para poner todos nuestros esfuerzos y fuerzas en algo eterno, en cuidar a otros y acercarlos a Jesús.
Los hombres pueden hacer más
¿Cómo se verían esos hombres? Bien, podrían verse más como Abel, quien sacrificó para Dios lo primero y lo mejor de su arduo trabajo (Heb 11:4). Podrían verse como Noé, quien temió a Dios y obedeció con reverencia (Heb 11:7). Podrían verse más como Abraham, quien vivió por fe en que las promesas de Dios se harían realidad, aun cuando Dios lo guió a dejar la comodidad y la seguridad de su hogar (Heb 11:8-10).
Podrían verse más como José (Heb 11:22), quien sufrió horrible e injustamente sin quejarse, porque vivió y sufrió con Dios. Podrían verse como Moisés, quien se rehusó a «gozar de los placeres temporales del pecado», prefiriendo ser odiado y perseguido con el pueblo de Dios que disfrutar de los lujos en el mundo de riquezas que siempre conoció (Heb 11:25-26). O podrían verse más como Gedeón, Barac, Sansón, Jafté, David, Samuel y los profetas:
[…] quienes por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, obtuvieron promesas, cerraron bocas de leones, apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada. Siendo débiles, fueron hechos fuertes, se hicieron poderosos en la guerra, pusieron en fuga a ejércitos extranjeros (Heb 11:32-34).Tal vez tenemos tan pocas expectativas de los hombres (y de nosotros mismos) porque hemos perdido de vista cuánto puede hacer Dios a través de un hombre débil, roto, que a menudo falla, pero que es fiel y está disponible. Entonces, ¿cómo llegamos a ser hombres de Dios más efectivos, más fructíferos como estos grandiosos hombres?
La buena guía para los hombres de Dios
¿En qué parte de la Biblia buscarías ayuda para construir una visión más sólida y más completa para los hombres cristianos?
En 1 Timoteo 4:12, encontramos un mapa conocido, aunque extrañamente pasado por alto, para los hombres. El apóstol Pablo le escribe a su hijo espiritual, Timoteo, un hombre joven (no un niño) y anciano de la iglesia:
No permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza.
A lo largo de los años, muchos de nosotros hemos escuchado este versículo siendo usado en el ministerio de jóvenes para animar a los adolescentes a dejar de lado las bajas expectativas y, al contrario, luchar para ser discípulos modelo de Jesús (y no solo para sus pares, sino que también para los adultos). Aunque Timoteo era un hombre joven, no un niño. Como revela el resto de estas dos cartas, sin importar la edad que tuviera (probablemente estaba en sus veintes o treintas), él estaba cargando con una extraordinaria responsabilidad en la iglesia. Él ya era un «hombre de Dios maduro», y su padre espiritual lo estaba exhortando a actuar en consecuencia.
Hombres de Dios (mayores y jóvenes), ¿estamos siendo ejemplo para los otros creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza? Exploremos cada una brevemente y preguntémonos cómo se vería la fidelidad.
1. ¿Qué decimos (o no decimos)?
En primer lugar, ¿qué significa ser un ejemplo piadoso en palabra? Podríamos pensar inmediatamente en cosas que los hombres no deben decir. Después de todo, Pablo mismo dice: «Tampoco haya obscenidades, ni necedades, ni groserías, que no son apropiadas […]» (Ef 5:4). Los hombres cristianos deben ser perceptible y audiblemente diferentes de los hombres del mundo: extraña y poderosamente libres de obscenidades, tonterías, ordinarieces y corrupción (Ef 4:29). Sin embargo, no debemos sentirnos cómodos por ser conocidos por lo que no decimos, sino que también por lo que sí decimos.
Nuevamente, Pablo escribe: «Tampoco haya obscenidades, ni necedades, ni groserías, que no son apropiadas, sino más bien acciones de gracias» (Ef 5:4, [énfasis del autor]). No solo ausencia de blasfemia, vulgaridad y crueldad, sino que el llamativo sonido de agradecimiento masculino; de ánimo (1Ts 5:11); de sabiduría y honestidad (1Co 12:8; 2Co 6:7); de esperanza del Evangelio (Ef 6:19); de sana enseñanza, en la iglesia y en el hogar. En resumen, «Que su conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona» (Col 4:6).
Cuando consideramos nuestras conversaciones, llamadas telefónicas, mensajes de texto, tuits, correos electrónicos, ¿estamos siendo un ejemplo para que otros hombres imiten?
2. ¿Cómo vivimos nuestras vidas?
¿Qué significa ser un ejemplo piadoso en conducta? Pablo a menudo empareja las dos primeras en sus cartas: palabra y conducta; palabra y obra (ver Ro 15:18; Col 3:17). Podríamos entender qué quiere decir Pablo al hacer esta pregunta: ¿qué dice sobre Jesús la manera en que vives tu vida, especialmente cómo inviertes tu tiempo, tu dinero, tu atención?
En primer lugar, ¿dice algo sobre Jesús? ¿A qué tipo de conclusiones sobre Dios llegará la gente después de observarte de cerca por una semana, un mes o un año? Si profesamos a Cristo y nuestras vidas aún se ven como la de todos los demás, el cristianismo parecerá ser solo otra opción ligeramente espiritual, blanda e inefectiva entre muchas otras.
«Puesto que todo será deshecho», escribe el apóstol Pedro, «ustedes deben vivir una vida santa y dedicada a Dios» (2P 3:11, RVC). «Una vida santa» literalmente se traduce como «en santa conducta», es la misma palabra. A la luz de quien realmente es Jesús, y de la realidad de que vendrá de nuevo, ¿qué tipo de hombres debemos ser? ¿Hemos estado pasando la breve existencia que Dios nos ha dado aquí en la tierra como ejemplos dignos en nuestras decisiones y prioridades?
3. ¿Qué bien somos para otros?
¿Qué significa ser un ejemplo piadoso en amor? Una manera efectiva de evaluar cómo invertimos nuestro tiempo, dinero y atención es preguntarnos qué bien tangible son estos para los demás. Un hombre cuyo arduo trabajo solo le sirve a él, es un hombre que da lástima, no uno al que haya que imitar. Podemos decir todas las cosas correctas, pero si no tenemos amor, no somos nada (1Co 13:1). Podemos hacer todo tipo de buenas obras, pero si no tenemos amor no somos nada (1Co 13:3). Los hombres de Dios deben tener gran amor, hombres profundamente comprometidos a tomar la iniciativa (a menudo a un gran costo) por el bien de otros, especialmente, su bien eterno.
«Estén alerta, permanezcan firmes en la fe», escribe Pablo a los líderes de Corinto, «pórtense varonilmente, sean fuertes. Todas sus cosas sean hechas con amor» (1Co 16:13-14, [énfasis del autor]). El amor es vital para la masculinidad y es vital para la fuerza. «El amor edifica» (1Co 8:1); el amor unifica (Col 2:2); el amor no prioriza sus propios anhelos y deseos, sino que busca servir las necesidades de otros (Ga 5:13). El amor trabaja, en realidad se esfuerza, por el bien de otros (1Ts 1:3).
Por tanto, ¿a quiénes estamos amando (un cónyuge, nuestros hijos, nuestra familia de la iglesia, nuestros compañeros de piso, los vecinos y a los colegas, los perdidos), y cómo, específica y tangiblemente, los estamos amando? ¿Quisiéramos que un hombre más joven nos imitara?
4. ¿Nuestra fe está estancada o es apasionada?
¿Qué significa ser un ejemplo piadoso en fe? Nuevamente, el amor y la fe a menudo están aunados en las cartas de Pablo (ver Ef 1:15; 6:23; 1Ts 3:6). Mientras pensamos del amor como algo visible y como algo que se puede sentir, a menudo pensamos de la fe como algo privado e invisible. ¿Cómo podemos ser un ejemplo en algo que los demás no pueden ver?
Ellos podrían no ser capaces de ver nuestra fe de la misma manera en que escuchan nuestras palabras y observan nuestras buenas obras, pero pueden vernos luchar por fe. En la misma carta, Pablo escribe: «Pelea la buena batalla de la fe. Echa mano de la vida eterna a la cual fuiste llamado, y de la que hiciste buena profesión en presencia de muchos testigos» (1Ti 6:12). ¿Qué significa pelear la buena batalla de la fe?
Pelear la nueva batalla de la fe significa estar preparados para pelear. Significa esperar obstáculos e incluso oposición (1P 5:8). Significa soportar pruebas, dificultades y desilusiones con esperanza y gozo (2Co 6:10). Significa darte tiempo para encontrarte con Dios, incluso cuando no sea cómodo, incluso cuando estemos cansados, incluso cuando el trabajo sea exigente y los hijos se pongan difíciles, porque «la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo» (Ro 10:17). Significa meditar en la Palabra de día y de noche (Sal 1:1-2). Significa orar sin cesar (1Ts 5:17). Significa comprometerse con una comunidad de fe, una iglesia local y servir ahí con fidelidad (Heb 10:24-25).
Por tanto, ¿nuestra vida de fe se ve como una pelea por la fe? ¿Querríamos que un hombre joven peleara como nosotros lo hacemos?
5. ¿Te controlas en santidad y honor?
Por último, ¿qué significa ser un ejemplo piadoso en pureza? Sabemos que la pureza que Pablo tenía en mente aquí era al menos la pureza sexual. Él le dice a los hombres jóvenes más adelante en la misma carta: «[Exhorta] a las ancianas, como a madres; a las más jóvenes, como a hermanas, con toda pureza» (1Ti 5:2).
Este tipo de respeto y dominio propio apartará al hombre joven de nuestro mundo (un mundo lleno de hombres buscando satisfacer sus deseos sexuales, revisando aplicaciones para conectar con alguien nuevo y yendo de una mujer a otra sin pensarlo dos veces). Los hombres que se relacionan con mujeres en toda pureza no serán como la mayoría de los hombres, quienes, debido a que no conocen a Dios, viven para sus placeres (1Ts 4:3-5).
Sin embargo, esta pureza incluye más que solo pureza sexual. La mundanalidad (devoción manifiesta o sutil a la cultura popular, los deportes, las películas, las compras, las redes sociales o cualquier cosa que te atraiga más) puede ser igual de contaminante espiritualmente que la tentación sexual (Stg 1:27). Cada uno puede ser un regalo de Dios que nos lleva más a Él y cada uno de ellos puede transformarse en un dios falso que en silencio nos aleja de Él. ¿Nuestras mentes y corazones están marcados con pureza, con una devoción y afecto firme hacia Dios? ¿Estamos entrenando todo nuestro ser (corazón, alma, mente y fuerzas) para amarlo más que cualquier cosa? ¿Querríamos que un hombre más joven imite nuestra pureza?
Los hombres fueron hechos para más
Nada de esta visión y llamado más amplio disminuye la importancia de que los hombres lean la Biblia y resistan la pornografía. De hecho, los hombres que buscan la piedad en esas áreas (en palabra, conducta, amor, fe y pureza) serán tanto más entusiastas para meditar en la Palabra de Dios y tanto más celosos por la pureza, digital y de otras formas. Ningún hombre se transforma en un hombre de Dios sin darse un banquete diario en la Palabra de Dios. Ningún hombre se transforma en un hombre de Dios sin mortificar sus anhelos egoístas y pecaminosos.
A medida que discipulamos hombres, no pasemos por alto la pornografía; sin duda es una de las amenazas más grandes, más generalizadas y más disponibles para sus almas. Y nunca le restemos importancia a la Biblia: el único arsenal más grande de verdad, valentía, santidad y gozo que tenemos. Pero también llamenos a los hombres a más: a bendecir a otros con sus palabras, a no desperdiciar sus vidas en un tiempo sinfín frente a la pantalla, a sacrificar sus horarios, energía y fuerza en amor, a perseguir con esfuerzo a Dios día tras día y a controlar y usar sus cuerpos con honor y santidad.
En resumen, seamos y levantemos hombres de Dios, salvados y humildes por la gracia de Dios para llevar a cabo la obra de Dios de maneras que revelen y muestren la gloria de su Hijo.