De acuerdo, esto podría ser difícil de vender, pero existe un dolor único en la soltería a lo cual el mundo llama con mucho afecto «libertad».
Como mujer soltera tengo la «libertad» de tomar mis propias decisiones sobre adónde ir y qué hacer. No hay muchas personas implicadas o afectadas por la toma de esas decisiones. Creo que esto es algo que puede provocar envidia de la soltería: la libertad que tengo de irme de un lugar sin tener ninguna obligación; la libertad de tener mis propios sueños y realizarlos sin que nadie me pida tener consideraciones mientras hago planes.
En mi corazón, creo que es correcto vincular nuestras vidas unos con otros de tal manera que avancemos en esta vida al unísono. Por eso existe un considerable dolor al enfrentar la realidad de que mañana podría ir a cualquier lado o podría hacer cualquier cosa sin que a nadie le afecte profundamente. Tengo un fuerte deseo de que mis decisiones le importen a alguien. Tengo un extraño deseo por pasar mi vida haciendo que la decisión de otra persona se convierta en realidad.
Tengo estos deseos piadosos; sin embargo, aparentemente tomo mis decisiones sola. Y el conflicto entre lo que quiero y la percepción de lo que tengo genera dolor. Es fácil convencerme a mí misma de que tengo este dolor porque mi corazón quiere algo muy bíblico.
Y este dolor es una bendición tan grande porque revela que soy una completa idiota.
En primer lugar, déjame decir que si la soltería nos da la oportunidad de vivir nuestros sueños sin someterlos a nadie y tomar decisiones sin jamás encontrar intromisión, entonces no estamos caminando en el cristianismo que vemos en la Escritura.
Cuando Pablo habla sobre la libertad de la soltería como una bendición, él no estaba hablando sobre poder hacer lo que queramos cuando queramos sin que nadie diga nada. Él se refería a la libertad de someter cada momento al liderazgo de Cristo sin intermediarios; a la oportunidad de ir a los confines de la tierra, dedicar tu vida al Evangelio y morir al yo sin distracción para honrar al Padre.
Desperdiciaremos este dolor en la soltería si no nos lleva a evaluar si realmente estamos viviendo bajo el reinado absoluto de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Debemos preguntarnos si es que el dolor que sentimos a causa de que a nadie le importa lo que hacemos se deba a que no estamos viviendo como si a Alguien le importara lo que hacemos. Puede ser que experimentemos la pena de vivir nuestros sueños sin la aprobación de nadie porque no estamos siendo obedientes al llamado de ir, morir y obtener los nuevos deseos y los nuevos sueños que le pertenecen a nuestro Padre.
El dolor que experimentamos en esta área revela nuestros verdaderos deseos. Si lo que queremos es que a alguien le importe lo que hacemos, puedes estar segura, ya seas soltera o casada, que ya tienes eso. Sin embargo, el dolor revela que, en realidad, queremos algo más: no es que queramos ser lideradas; queremos ser lideradas de la misma manera tangible en que nuestras amigas son lideradas.
En 1 Samuel, los israelitas van a Samuel para pedirle que acuda a Dios y le pida un rey. Ellos le explicaron que todas las otras naciones tenían reyes físicos (hombres que van con ellos a la batalla, que los lideran, que los dirigen y que les dicen qué hacer, pero ellos no tenían eso), y que ellos estaban «atrapados» con Dios; no tenían un representante tangible que los gobernara.
Israelitas locos. Estoy TAN agradecida de que no me parezco en nada a ellos (estoy siendo sarcástica).
Los israelitas no son más necios por querer que alguien los lidere que nosotras por querer anhelar someter nuestro destino a una persona. Los israelitas son necios por mirar a su alrededor, ver a sus vecinos y pensar que lo que sus vecinos tienen es mejor solo porque es más tangible. Noticia de última hora: lo que es tangible aquí y ahora no siempre es lo mejor.
El dolor que experimento porque a nadie le importa adónde voy un viernes por la noche no existe porque a nadie le importe adónde voy un viernes por la noche. El dolor existe porque la Persona a la que le importa dónde estoy un viernes por la noche no es tan tangible como la persona a la que le importa dónde está mi amiga casada el viernes por la noche. Experimento dolor porque codicio en lugar de confiar que mi Dios me ha dado lo que es mejor.
Cualquiera sea la circunstancia o la etapa en la vida en la que nos encontremos, tendemos a esta comparación codiciosa que afligió a los israelitas. Mis amigas casadas tienden a codiciar la «libertad» de la soltería de la misma manera en que los solteras tienden a codiciar las limitaciones del matrimonio. Es extraño porque el señorío de nuestro Rey no cambia de acuerdo a la etapa en la que nos encontremos en la vida. En ambos casos, somos llamadas a sacrificar nuestras vidas con gozo por la recompensa de conocer a Jesús. Esto se lleva a cabo de manera diferente, pero no te dejes engañar: no existe tal cosa del cristiano cuya vida le pertenezca.
Si mi verdadero deseo es tener mi libertad restringida en amor, sin miedo, ese deseo ha sido satisfecho una y otra vez con abundancia. No obstante, si mi deseo es tener lo que otros tienen, nunca seré libre de este dolor. Y yo, como los israelitas, viviré cada día rechazando a Dios como mi Rey.
Eso provoca un nuevo dolor; un mejor dolor. No quiero que mi vida testifique que mi Rey no es lo suficientemente bueno. Quiero que mi vida testifique que confío en Él. Y si Él me da un esposo, por su gracia, ese testimonio no cambiará. Quiero someterme a un esposo, no porque crea que él tiene idea de lo que está haciendo, sino porque he aprendido a confiar, a través de este dolor en mi soltería, en que mi Dios me liderará incluso cuando estoy confundida acerca de lo que está sucediendo. Quiero confiar en el liderazgo de Dios tanto que si Él me guía por medio de un burro o de un esposo, lo seguiré.
Desperdiciaremos este dolor si no nos lleva al arrepentimiento. El arrepentimiento se trata de volver y confiar. Así que vuélvete y confía. Quita tu mirada de tus vecinos y de otras naciones que puedan tener un líder tangible y fija tus ojos en el autor y perfeccionador de tu fe. Confiesa que tú (como los israelitas) has rechazado a Dios cuando has cuestionado la manera en que Él ha diseñado liderarte. Regresa en fe, confía en que Él es un mejor Rey.
En la quietud y en la confianza se encuentra su poder. En arrepentimiento y en reposo serán salvos (así dice el loco de Isaías).