Cuando era niño, mi madre me dijo que nunca olvidara estas palabras. Más de 50 años después, claramente no las he olvidado: «no hay nada que salga de la boca de un borracho que no haya estado antes en su interior».
Estábamos en una reunión familiar. Un tío había bebido demasiado alcohol y comenzó a decir cosas sexualmente perversas. Al saber que vendrían las disculpas, mi madre tomó la oportunidad para discipularnos con teología para la vida diaria compartiéndonos lo que el Señor dijo:
El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca (Lc 6:45).
Esto puede ser difícil de aceptar y será necesario un examen humilde y honesto: tú y yo somos más parecidos a mi tío de lo que imaginamos.
Quizás tenemos un poco más de decencia y no nos emborrachamos ni hablamos perversamente en público, pero sí tenemos tres cosas en común con él:
- Nuestros corazones no están completamente libres del mal
- Decimos cosas malvadas con más regularidad de lo que pensamos
- Culpamos a gatillantes externos (gente molesta, situaciones estresantes, bebidas alcohólicas, etc.) por ese discurso malvado
¿Alguna vez has dicho, «no quise decir lo que dije» después de darte cuenta de que dijiste algo impío? La respuesta más bíblica sería decir, «¡perdóname por decir lo que quise decir!».
Verás, si vamos a entender cuál es nuestro problema con las palabras y si vamos a encontrar una solución, debemos comenzar por nuestro corazón. Lo que decimos con nuestros labios sueltos revela lo que deseamos con nuestros corazones pecaminosos.
Santiago 4:1 lo resume mejor: «¿de dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que combaten en sus miembros?».
Amigos, sería mucho más fácil tomar un libro que tenga el título 101 maneras de mejorar tu forma de hablar, lleno de estrategias y técnicas para ayudar a seleccionar e implementar el vocabulario correcto. Sin embargo, eso no resolvería ningún problema de raíz.
Es por eso que Dios escribió un mejor libro. Es el único libro que entrega máxima esperanza y cambio perdurable. Santiago dijo en este libro, «…sométanse a Dios. Resistan, pues, al diablo… purifiquen sus corazones» (4:7-8).
El Evangelio no promete nada menos que un nuevo corazón, uno que ya no es esclavo de las pasiones y deseos de la naturaleza pecaminosa. Y con ese nuevo corazón viene un buen tesoro, del cual salen mejores palabras.
Preguntas para reflexionar
- ¿Cuándo tuviste la última conversación impía o cuál fue la última pelea en la que enganchaste?
- Después, ¿intentaste excusarte por las palabras pecamisosas que dijiste? ¿A quién o a qué culpaste?
- ¿Qué revelaron tus palabras sobre los deseos de tu corazón? Sé específico.
- Aplica Santiago 4:7-8 a tu vida. ¿Qué pasos prácticos puedes dar para someterte a Dios, resistir al diablo, acercarte a Dios, lavar tus manos y purificar tu corazón?