¿Cuánto hablaste ayer? ¿Puedes recordar la mitad de lo que dijiste?
Algunos de nosotros hablamos más que otros, pero incluso aquellos que somos considerados callados, decimos muchos durante el día. Desde el momento en el que nos levantamos hasta el que nos acostamos, nuestra existencia es definida por las palabras.
Puesto que hablar es tan natural, no prestamos mucha atención a lo que decimos. No obstante, en mis muchos años de estudiar la Biblia y de aconsejar personas, he llegado a darme cuenta de la importancia que Dios le otorga a las palabras y el impacto perdurable que estas tienen en nosotros y en otros.
En primer lugar, la capacidad que Dios nos dio para comunicarnos nos hace únicos en toda la creación. A diferencia de la flora y la fauna, nosotros somos creados a su imagen (Gn 1:27) y podemos compartir nuestros pensamientos, deseos y emociones por medio de las palabras.
En segundo lugar, las primeras palabras que los seres humanos escucharon vinieron de la boca de Dios (Gn 1:28-30). El Creador del universo abrió las puertas de la vida a la humanidad usando sus palabras como llave. Hasta el día de hoy, no hay nada de lo que dependamos más que de nuestra capacidad de dar y de recibir información por medio de la comunicación.
En tercer lugar, el pecado ha distorsionado radicalmente nuestras palabras, lo que ha dado como resultado mucho dolor, confusión y caos. Así como Adán y Eva negaron la culpa, se acusaron entre ellos y culparon a Dios (Gn 3:12-13), nuestras palabras a menudo ignoran el diseño de Dios y son usadas para obtener una ganancia egoísta.
Finalmente, la Biblia nos enseña cómo llegar desde donde estamos hasta donde Dios quiere que estemos con nuestras palabras. Y en Cristo Jesús, encontramos la gracia que nos entrega todo lo que necesitamos para hablar como Dios quiso que habláramos.
Aunque esos cuatro principios sobre las palabras pueden parecer elementales, no los des por sentados. Debo confesar que en muchas ocasiones, olvido el peso que Dios le da a las palabras y soy descuidado en la forma en que me comunico.
Te animo a tomar tiempo extra hoy para reflexionar en las preguntas que se encuentran a continuación. Las palabras le pertenecen a Dios y él nos las ha prestado para que podamos conocerlo y podamos ser usados por él.
¿Cuán en serio tratas esta bendición y llamado?
Preguntas para reflexionar
- ¿Tus palabras revelan una disposición para servir a otros o reflejan una actitud de ser servido?
- ¿Cómo puedes usar tus palabras hoy para bendecir y animar a alguien? Identifica al menos a una persona y comunícate con ella.
- ¿Qué palabras dijiste la semana pasada por las cuales necesitas confesarte y pedir perdón? Sé específico.
- ¿Cuán descuidadas fueron tus palabras ayer? ¿Cómo puedes hoy tomar más en serio tu manera de hablar?