Título original en inglés: «Grace from the God Who Guards Your Life»
El verano pasado vi a un salvavidas rescatar a alguien del océano. Los salvavidas habían puesto señales, como es habitual, informando a los bañistas sobre el nivel de peligro de las corrientes de resaca para ese día. En ese día, el riesgo era moderado, por lo que había motivos para ser precavidos. Los salvavidas habían puesto conos en la arena para marcar el límite permitido dónde nadar el cual era sólo entre esos conos, supuestamente a fin de poder vigilar de cerca a todos.
Yo estaba sentada cerca de una caseta de salvavidas, así que pude ver cómo se desarrollaba la escena. Primero noté que dos salvavidas miraban a un hombre de mediana edad que estaba en el límite del área dentro de la cual los bañistas se supone que debían estar. Parecía estar disfrutando, pero pronto estaba nadando más allá del área designada. Un salvavidas le tocó el silbato al hombre y, cuando tuvieron su atención, ambos le hicieron gestos para que nadara de vuelta hacia el área marcada con conos. El hombre no siguió la indicación. Los salvavidas mantuvieron sus ojos sobre él. Las olas eran grandes y él continuó nadando. Él se alejaba de la orilla y se iba mucho más lejos del área delimitada. El silbato volvió a sonar. Le hicieron gestos nuevamente. Pero no se movía hacia la dirección correcta. De pronto, el bañista ya no se veía nadando relajadamente; comenzó a agitar sus brazos. La salvavidas tomó su aro salvavidas. Lo vieron luchar por un par de segundos, sus movimientos eran cada vez menos a medida que resistía el impacto de la siguiente ola. Estaba claro: necesitaba ayuda. «¡Anda!», le dijo el salvavidas a su colega. Ella corrió al agua y trajo a salvo al hombre de vuelta a la orilla.
Aunque todo terminó bien, fue aterrador presenciarlo. Como es útil y necesario después de un evento inquietante, continué procesando lo que vi los siguientes días. Esta joven salvavidas (no tenía más de veinte años) se dirigió al peligro a fin de rescatar a alguien. Esto me conmovió. Aquel día, encarnó valientemente su título: salvó una vida (¡una vida real!). Tuve una nueva apreciación del trabajo y no podía dejar de pensar sobre el título: salvavidas. Salva vidas.
Aunque pensé mucho sobre los salvavidas, me identifiqué con ese bañista. Se habían expuesto señales. Se le advirtió: las corrientes de resaca eran más fuertes ese día. Los conos se pusieron en ese lugar para mantener su seguridad. Tocaron el silbato más de una vez; una reprimenda personalizada. No hizo caso a nada de eso. Y por lo tanto puso su vida en peligro. Entonces, necesitaba ser rescatado. Él necesitaba un salvavidas.
Esa era mi historia. Era la historia del pueblo de Dios. Nos habíamos desviado. Estábamos fuera de los límites. Las advertencias, las leyes, los profetas; todo provisto para la seguridad de los israelitas. No se hizo caso a nada de eso. Nuestras vidas estaban en peligro y necesitábamos ser rescatados. Necesitábamos ayuda de un salvavidas.
Levantaré mis ojos a los montes;
¿De dónde vendrá mi ayuda?
Mi ayuda viene del Señor,
Que hizo los cielos y la tierra.
No permitirá que tu pie resbale;
No se adormecerá el que te guarda.
Jamás se adormecerá ni dormirá
El que guarda a Israel.
El Señor es tu guardador […] (Salmo 121:1-5).
La traducción española de «guarda» y «guardador» en los versículos 4 y 5 es levemente anémica. La palabra hebrea, samar, significa salvar y proteger, por lo que esos versículos podrían leerse:
Jamás se adormecerá ni dormirá el que salva a Israel. El Señor es tu Salvador.
Jamás se adormecerá ni dormirá el que protege a Israel. El Señor es tu protector.
¿De dónde viene nuestra ayuda? Nuestra ayuda viene del Señor, el Señor que salva la vida. Nuestra ayuda viene del Señor que protege nuestra vida. Nuestro protector no duerme, por eso está siempre alerta a los momentos en los que necesitamos ayuda. Como la salvavidas que toma el aro salvavidas, lista para correr hacia el agua, así el Señor está listo para correr al rescate de sus hijos.
¿En qué áreas necesitas ayuda? ¿Se ha enfriado alguna de tus relaciones? Quizás has procrastinado un proyecto o has evitado buscar el perdón de alguien debido al temor. ¿En qué áreas estás en problemas? Cuando existen áreas de nuestra vida donde sabemos que no hemos escogido bien, a menudo nuestras objeciones internas para recibir ayuda aumentan. Estamos tan conscientes de por qué no merecemos ayuda. Sentimos vergüenza por cómo nos hemos desviado. Estamos avergonzados por cómo nos hemos salido de los límites. ¿Cómo podemos esperar un rescate? Conscientes de nuestra indignidad, parecería casi demasiado bueno para ser cierto que seamos rescatados. Pero a menudo, en la fe cristiana, cuando le estamos dando vueltas una idea que parece demasiado buena para ser cierta, en realidad nos estamos acercando a las más grandes verdades del mundo. Nos estamos acercando a la gloriosa gracia de Dios.
¿Cómo podemos esperar un rescate? Porque en su gracia, el Padre lanza al Hijo al mar. Y el Hijo no fue rescatado. Él corrió hacia el peligro para que nosotros pudiéramos ser rescatados de ahí. Él salvó tu vida al dar la suya. Este sacrificio fue hecho en lugar de todos aquellos que se han salido de los límites, para cualquiera que no hizo caso de las advertencias. Y porque se hizo el sacrificio, recibimos una garantía de que la gracia nos encontrará cuando necesitemos ayuda. Así que pide ayuda. Alza tus ojos a Él, porque sabes de dónde viene tu ayuda. El Dios que salva tu vida viene por ti. Es su gracia para ti. Suena demasiado bueno para ser cierto, pero debes saber que es más verdadero de lo que parece. Es la verdad más cierta. Es la buena noticia del Evangelio de Jesucristo.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (26 de marzo de 2025) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado «Grace from the God Who Guards Your Life» Copyright © 2024 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.

