Por una década, consumí pornografía casi todos los días. Sin embargo, en los últimos doce años, por la gracia de Dios, no he visitado ni un solo sitio web de porno. Para muchos que batallan contra la adicción, estas palabras encarnan lo que estamos luchando. Pero, al contrario de lo que podamos pensar, estas palabras no constituyen una historia de éxito.
Como ya todos sabemos, en una cultura experta en tecnología como la nuestra, la adicción a la pornografía, como una manifestación de la lujuria, es descontrolada y, lamentablemente, no es ajena entre los cristianos. Semanalmente, converso con chicos universitarios de nuestra iglesia que están dando una ardua batalla contra la lujuria y la adicción al porno.
Para mí, es interesante escuchar cómo las personas hablan sobre su lucha. A menudo, cuando comparten sobre ella, la describen en términos de «cuánto tiempo llevan» desde la última vez que cayeron. El lugar se llena de alegría cuando algunos cuentan que ya llevan un tiempo sin tener algún incidente y cuando algunos cuentan que han fallado, los llenamos de consejos. El sistema de puntuación construído frente a nosotros es casi visible: quien pecó más recientemente se esconde al final con «un puntaje más bajo», mientras quien tiene el mayor récord de abstinencia levanta su vista con orgullo en la cima.
Sin embargo, al contrario de lo que pensamos, podríamos estar muy equivocados. ¿Por qué? Porque nuestras acciones no siempre revelan nuestros corazones.
Platos sucios
Si buscaras a la persona con mejor moral en los tiempos de Cristo, detendrías tu búsqueda al encontrarte con los fariseos (personas que ayunaban, que diezmaban, que obedecían). No obstante, cuando Jesús tiene la oportunidad de hablarles, les dice lo siguiente:
¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Limpian el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno. ¡Fariseo ciego! Limpia primero por dentro el vaso y el plato, y así quedará limpio también por fuera (Mateo 23:25-26).
Para estos líderes religiosos, la santidad solo era superficial. Sus obras eran morales, pero sus corazones eran malvados. Jesús entendía que lo que se podía ver en la vida de una persona muchas veces dice muy poco sobre su condición espiritual. Si a Dios le hubiese importado meramente la conducta, Jesús hubiese elogiado a los fariseos. Sin embargo, no fue así, pues recibieron las palabras más duras que Jesús haya dicho.
Una forma de saber si estás midiendo tu éxito por la limpieza externa versus la limpieza interna es ver si te obsesionas con contar cuántos días llevas sin pecar. Esta mentalidad presupone que tu problema es principalmente de comportamiento y no del corazón. No obstante, Dios siempre busca un cambio más profundo que uno conductual.
Celebraciones superficiales
Esto no se trata solamente de un problema con la pornografía, sino que con otras áreas también. Por ejemplo, no es necesariamente un motivo de celebración que una persona obesa pierda cien kilos. En un nivel superficial, podemos decir con seguridad que una dieta apropiada y el buen ejercicio es mejor para su salud, y por lo tanto, algo bueno. Sin embargo, ¿vale la pena celebrar si esa pérdida de peso fue motivada por la vanidad? ¿O si fue producida por un corazón de autojusticia o de alabanza a sí mismo? Quizás, dieron un golpe decisivo a su glotonería solo para tener un brote de narcisismo en su lugar. ¡La nueva situación de esa persona podría ser peor que la primera!
El puritano John Owen lo dijo muy bien cuando habló sobre la batalla contra el pecado: Aquel que cambia el orgullo por mundanalidad, sensualidad por fariseísmo, vanidad en sí mismo por el desprecio a los demás, no piense que ha mortificado el pecado que aparentemente ha dejado. Ha cambiado a su amo; sin embargo, sigue siendo un sirviente[1].
La obediencia del corazón
Si es verdad que Dios mira primero el corazón, ¿cuáles son algunas marcas de limpieza interior que él desea ver más allá de nuestros cambios de conducta?
- Un sentido de necesidad y de dependencia en la gracia de Dios. El cristianismo no es más que la religión de los necesitados. Lo más piadoso que cualquiera de nosotros puede hacer en la lucha contra el pecado es admitir que no podemos hacerlo solos. Necesitamos el poder del Espíritu Santo obrando en nosotros. Si te sientes derrotado en tu lucha contra la lujuria, deja que hoy esa sensación te empuje a los brazos de tu fuerte Salvador y apóyate en su fuerza y en su ayuda nuevamente.
- Una mirada puesta fijamente en Cristo como tu tesoro y tu satisfacción. Gran parte de nuestros esfuerzos para santificarnos no alcanzan para ver a Cristo de esta manera. Sin embargo, la Escritura es clara: no existe conquista legítima del pecado sin una búsqueda de Cristo en su lugar (2Ti 2:22; Ro 13:14; Jn 6:35). Jesús es el buen alimento para nuestra alma. La batalla por la pureza es realmente una batalla para deleitarse en Dios.
Por favor, no malinterpretes lo que digo. Dios definitivamente quiere un cambio de vida visible y externo: «[Cristo] se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien» (Tit 2:14). Sin embargo, un cambio de comportamiento solo glorificará a Dios si es motivado por un cambio de corazón.
A medida que combates contra tu carne, que luchas contra la lujuria y la adicción, que aconsejes a otros en la batalla, aspira a algo mayor y más profundo que la conformidad moral externa. Entiende que eres incapaz de producir un cambio perdurable en tu vida lejos de la obra del Espíritu de Dios. Ora para que Dios te dé un corazón que esté tan enamorado de la belleza de Cristo que desprecie las tentaciones del pecado. Gana la victoria interna con la ayuda de Cristo y las victorias externas no tardarán.
Jimmy Needham © 2016 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.
[1] N. del T.: traducción propia.
Jimmy Needham
Jimmy Needham es cantante y compositor. Sirve como miembro del equipo de la iglesia Stonegate en Midlothian, Texas. Él y su esposa tienen dos hijas y un hijo. Para más información jimmyneedham.com.