Sin duda, uno de los errores más grandes que se han cometido al hablar de las distintas creencias religiosas ha sido pensar que, como cada persona tiene «el derecho a expresar su propio punto de vista», entonces todas las creencias son iguales. Una cosa es pensar que todas las opiniones son válidas como tales, pero algo muy diferente es creer que son iguales o igualmente válidas.
Este es el trasfondo contra el cual Ravi Zacharias escribe su libro Jesús entre otros dioses. Zacharias es un hombre que piensa, y si algo queda claro en su libro es que, si uno no percibe el radical abismo que se abre entre el cristianismo y las demás visiones religiosas, es porque no ha captado adecuadamente la dimensión de lo que las diferencia.
Zacharias, por tanto, comienza su libro hablando de su propio trasfondo. Nacido y criado en India, comenta su propia búsqueda de propósito, y habiéndose enfrentado a lo que llama el «supermercado espiritual» del país (más de 300 millones de dioses), habla con propiedad de lo que éste jamás le proporcionó: un encuentro con la realidad. Zacharias no teme, como otros lo hacen, cuestionar la religión, y lo que lo convence del cristianismo (a diferencia de las demás creencias) es que éste, en verdad, es capaz de contestar y hacerse grande ante las preguntas más difíciles.
El libro, entonces, está dedicado a demostrar esto, y la metodología que sigue consiste básicamente en comparar a Jesús (el corazón del cristianismo) con el carácter y las respuestas de tres corrientes que muchos (y particularmente en Occidente) consideran igualmente válidas: el hinduismo, el budismo y el islam.
Un aspecto fundamental que el libro destaca de Jesús (y que lo singulariza) es, desde luego, su divinidad. Ésta, por un lado, es la que determina su particular entrada al mundo (el nacimiento virginal), y es la que explica, por otro, su incomparable pureza. Evidentemente Zacharias comenta la credibilidad de estas afirmaciones bíblicas, pero su línea de fondo es mostrar cuán atrás deja esto a cualquiera de las otras creencias en cuestión. No por ser asombroso es automáticamente imposible, y en el caso de Jesús, es la clase de asombro que precede a la confianza.
Zacharias examina luego las afirmaciones hechas por Jesús, y su objetivo inicial es que nosotros mismos nos atrevamos también a cuestionarlo. La fe que madura es la que adquiere razones, y su conclusión es que sólo los prejuicios pueden impedirnos ir sinceramente al fondo de la verdad. Jesús ofreció una prueba de la confiabilidad de sus dichos —la resurrección—, y debemos preguntarnos si en verdad la negación de ella es la reacción más razonable.
El libro pasa entonces a lo que «obtenemos» del cristianismo, y Zacharias demuestra que, en el caso de Jesús, es mucho más que la satisfacción de nuestras necesidades físicas. Lo que necesitamos, en verdad, es una comunión con Él, y a diferencia de lo que ofrecen las demás creencias, en el caso de Jesús es alcanzable. Está lejos del budismo, que sólo ofrece reglas y más reglas; lejos del hinduismo, que nos hace creer que somos dioses; y lejos del islam, que establece una infranqueable distancia con Dios.
A continuación aborda lo que el cristianismo responde ante el dolor, y aunque hace un buen trabajo distinguiéndolo de las respuestas alternativas (incluida la opción atea), tengo la impresión de que no es lo suficientemente explícito. El argumento, sin duda, aparece, pero la forma en que se lo comprime hace difícil, a mi juicio, que sea comprendido por una persona que no está familiarizada con él. El ateísmo, típicamente, se basa mucho en la existencia del mal, y creo que este capítulo podría haber hecho un mejor trabajo explicando un argumento que, pese a ser sólido, generalmente es incomprendido incluso por los propios creyentes.
El capítulo que sigue habla de la claridad del cristianismo (de cómo su mensaje, siendo explícito, habla al corazón de los oyentes sin necesidad de convertirlos por la vía armada); y el capítulo final, orientado a perfilar al Dios que buscamos, funciona como una llamada a reconocer lo que se esconde tras nuestra propia aceptación (o rechazo) del Jesús que se nos ha revelado.
En síntesis, es un libro que exalta al cristianismo como una verdad transformadora, y en ese sentido, no pretende ser un manual de respuestas rápidas para contrarrestar a quienes nos dicen que el cristianismo es simplemente «una forma más de acercarse a Dios». Quienes lo lean esperando eso, se sentirán, probablemente, sobrepasados, pero eso no significa que carezca de buenas herramientas. En efecto, el libro es la versión abreviada de otro más grande (lo cual explica el rótulo de «Edición para jóvenes»), y junto con el texto central, se ha incluido una serie de recuadros que entregan información valiosa o abordan ciertas preguntas clásicas.
Antes de leer este texto tuve la oportunidad de leer el volumen original (que hasta donde sé, todavía no se traduce), y puedo dar fe de que, a grandes rasgos, ha sido adecuadamente condensado. La traducción, hasta donde me doy cuenta, no es de las mejores, pero aun así, no despoja al libro del valor que tiene como una buena guía de inicio en español. Cada tema, en verdad, debería ser explorado con mucha más detención, pero, para quienes tomen el asunto en serio, sentará las bases de una reflexión bien encauzada.