¿Es la adolescencia una «etapa oscura» de la cual no se puede esperar nada bueno? Querámoslo o no, al menos esa es la imagen con que se la suele representar. Hay un libro, sin embargo, que se opone radicalmente a esto, y si debo ser preciso, diré incluso que pulveriza esa arraigada visión.
Como si lo anterior no bastara, Alex y Brett Harris lo escribieron siendo adolescentes, y eso le da una potencia difícil de igualar a este verdadero manifiesto que lleva por título Haz cosas difíciles. La incompetencia, explican, no es una condición de la edad, y es por eso que el enfoque del libro se resume muy bien en su subtítulo: «Una rebelión adolescente contra las bajas expectativas».
La primera parte está dedicada a definir el problema, y en ella hay dos cosas que me parecen muy destacables. Por un lado, la manera en que estos dos hermanos se pusieron personalmente a prueba (con bastante éxito), y por otro, la forma en que desmantelan lo que ellos llaman «el mito de la adolescencia»: la idea moderna de que, entre la niñez y la edad adulta, existe una fase indefinida: «El problema que tenemos es con el entendimiento actual de la adolescencia que permite, fomenta y hasta forma a los jóvenes para seguir siendo infantiles durante mucho más tiempo del necesario». El adolescente, señalan, es «una persona joven con la mayoría de los deseos y de las capacidades de un adulto, pero pocas de las expectativas o las responsabilidades».
El libro da un ejemplo tras otro de adolescentes que han ido mucho más allá de lo que hoy se esperaría, pero no conformes con eso, los hermanos Harris ofrecen luego toda una sección dedicada a lograr que muchos otros se animen. Proponen «Cinco tipos de cosas difíciles» para hacer, y señalan no sólo las razones por las cuales deberían realizarse sino también lo que se requiere para ponerlas en práctica.
El libro, a mi parecer, debe gran parte de su fuerza a los casos reales que se presentan, pero en última instancia sólo sería un libro más si no fuera por la insistencia de sus autores en que nuestros mejores esfuerzos deben tener como foco la gloria de Dios (lo cual aflora, especialmente, en la última sección). Los ejemplos escogidos, de hecho, son una muestra de lo mismo, y es importante, además, tener presente que se incluye un apéndice dedicado a explicar el evangelio.
Muchos que —como yo— vivieron su adolescencia sin este libro desearán que se hubiese escrito antes, pero a ellos les digo que, no importando la edad que tengan, deberían leerlo igual. Si hay cosas que te apasionen, puede ser dinamita. Los adolescentes, sin embargo, deberían leerlo con mayor razón, y no sólo porque fue escrito para ellos, sino también porque generalmente el sostén económico de sus padres quita una importante presión de encima —la de generar rápidamente ingresos con sus emprendimientos—.
Una sola gran cosa esperé sin encontrar, y es el concepto de las vocaciones. «Haz cosas difíciles» funciona muy bien como lema, pero el objetivo no es hacer cosas difíciles sólo por hacerlas sino hacer lo que Dios nos llama a hacer dejando atrás los falsos límites que la sociedad nos inculca. En el libro, además, se nos llama a salir de nuestra «zona de comodidad», pero ocasionalmente esa incomodidad se deberá a limitaciones reales y será necio franquear las barreras que Dios mismo nos ha puesto (yo, por ejemplo, claramente no fui hecho para ser clavadista olímpico…).
Esto último, sin embargo, es un detalle que no le quita mérito al libro, y es por eso que, en resumen, lo recomiendo ampliamente. Los buenos libros dirigidos a jóvenes generalmente escasean, pero esta feliz excepción equilibra enormemente la balanza.