Vivo en Filadelfia. Un día estaba comiendo en el Mercado del Terminal de Reading, un gran emporio de comida estadounidense. Mientras caminaba a lo largo de los pasillos preguntándome qué sería lo que disfrutaría más para comer, me di cuenta de que tenía algo en común con todas las otras personas a mi alrededor: todos estábamos buscando algo para satisfacer los antojos de nuestros estómagos.
Sin embargo, aparte del hambre, no compartíamos muchas similitudes con la multitud. Venimos de una diversidad de trasfondos étnicos y socioeconómicos; realizamos diferentes actividades; hablamos diversos idiomas; y nos vestimos con ropa distinta. No obstante, ¡estábamos unidos en nuestra búsqueda de exquisiteces!
I. Antojos de amor
Eso me hizo pensar: aparte de la comida, ¿qué más tenemos todos en común? La respuesta no se demoró en llegar: cada uno de nosotros tenía hambre, no sólo por comida, sino que también por amor.
La pareja joven, que se intercambia miradas coquetas, ellos, quieren ser amados. El anciano, que camina lentamente con su bastón, quiere ser amado. La madre, que trata de juntar a sus hijos, quiere ser amada y también lo quieren sus hijos. La cajera detrás de la ventanilla, que está frustrada con las peticiones exigentes del cliente, quiere que la amen, al igual que su cliente.
Era una multitud de personas sin nombre, todas reunidas en la búsqueda de delicias culinarias. A primera vista, parecía como un encuentro diverso de culturas, colores, sonidos y olores. No obstante, realmente, todos éramos sólo personas. Finalmente, ¿qué es lo que las personas quieren en lo profundo de sus corazones? Ansían ser amadas.
El deseo de ser amado es una cosa que diferencia a los seres humanos del resto de la creación. Somos profundamente emocionales y profundamente sociales. En el diseño sabio del Creador, no fuimos hechos para estar solos. Dios mismo lo dice en Génesis 2:18, «no es bueno que el hombre esté solo…».
Fuimos creados para estar unidos a alguien, para ser dependientes de alguien, para comunicarnos con alguien y para estar junto a alguien. Fuimos diseñados para dar y recibir toda una variedad de amor: amor de familia, amor marital, amor fraternal, amor paternal, amor comunitario, amor del cuerpo de Cristo, amor de amistad, amor al prójimo y más.
Por lo tanto, el amor es la base de la humanidad.
II. Amor caído
Hubo algo más de lo que me di cuenta sobre todas estas personas en el mercado. Muchos de ellos, si es que no todos, caminaban con corazones heridos y rotos. Habían experimentado el amor, pero un amor afectado por la caída.
Existen aquellos que nunca han encontrado el verdadero amor; otros, que huyen de un amor fallido. Algunos viven un amor que ha muerto; mientras que otros, aún viven en un amor disfuncional, que no supieron arreglar.
También están aquellos que se dijeron a sí mismos que no necesitaban ser amados, pero en los momentos de soledad, no lo creen. Hay otros que fueron tan lastimados por el amor que nunca volverían a abrir sus corazones y aún existen personas que harían lo que fuera para escuchar que alguien les dijera, «te amo».
Si has vivido por un periodo corto de tiempo con un mínimo sentido de la consciencia, no necesitarás que la publicación de un blog te informe lo siguiente: el amor, es al mismo tiempo, la experiencia humana más dulce y más triste que se puede vivir.
Sin embargo, reconozcámoslo o no, aún si experimentáramos el amor humano en perfección y en todo su potencial, el hambre que sentimos por él no dejaría de existir.
III. Amor horizontal
El problema del amor no es solamente que está teñido con la caída; sabemos que es así –hemos estado tanto en el lado de dar como en el de recibir un amor caído–. También, y más importante aún, es que el amor humano es horizontal. El amor horizontal (en otras palabras, el amor entre personas) nunca fue diseñado para dar la paz, la satisfacción y el descanso que el corazón humano ansía.
Aunque el amor humano horizontal nunca satisfará nuestra hambre, tiene un rol muy importante que desempeñar en el contentamiento definitivo que buscamos. El amor humano fue diseñado por Dios para ser una señal que nos apunta hacia el único amor que tiene el poder de dar la satisfacción que nuestro corazón anhela.
Se me vienen dos ejemplos bíblicos a la mente. El primero, Efesios 5: el apóstol Pablo habló sobre el matrimonio como una ilustración de un amor más fundamental y satisfactorio; este es, el amor que Cristo tiene por nosotros, su iglesia.
El otro ejemplo es Juan 17: Jesús ora para que la unidad en amor de sus discípulos sea una señal, para aquellos que los observan, del amor de Dios que lo llevó a enviar a su Hijo en una misión sacrificial de rescate y de perdón, que es la esperanza de la humanidad.
Por lo tanto, el amor horizontal tiene su lugar en la vida del ser humano, y aunque esté caído, aún tiene una influencia muy poderosa y muy significativa en ella.
No obstante, en algún momento de nuestras vidas, todos hemos cometido un error. Éste ha provocado en nosotros desánimo, desilusión, desesperanza y escepticismo respecto al amor. ¿Cuál es ese error? Le hemos pedido al amor horizontal que cumpla un propósito para el cual no fue diseñado ni es capaz de realizar.
Gran parte del dolor, de la decepción y del enojo que experimentamos en nuestras relaciones es consecuencia de la carga imposible de llevar que ponemos en otra persona. Esperamos y exigimos lo que ningún ser humano es capaz de hacer. Cuando hacemos esto, no sólo le estamos pidiendo a la otra persona que nos ame. No, le estamos pidiendo que sea nuestro mesías personal.
IV. El amor del día de San Valentín
Permítanme tomarme un momento para hacer una pausa, pues no quiero que me malinterpreten. No estoy escribiendo esta publicación para minimizar el amor humano –pues ya expresé cuán importante es–.
Además, quiero que sepan cuánto aprecio el día de San Valentín, puesto que cualquier ocasión que nos dé una oportunidad de expresar directa y específicamente nuestro amor el uno hacia el otro es algo bueno.
Debemos construir relaciones de amor los unos con los otros; debemos buscar formas de comunicar y demostrar ese amor; debemos ser agradecidos en los momentos en que alguien nos bendice con su amor y nosotros debemos bendecir de igual manera a otros.
Sin embargo, a medida que nos comprometemos con las vidas de amor que Dios nos ha llamado a vivir, tenemos que ser cuidadosos de no pedirle a las personas que nos aman lo que sólo el Señor que nos ama puede entregarnos.
V. Amor vertical
Así que, si fuimos diseñados para tener hambre de amor, pero el amor humano es horizontal, está caído y es incapaz de satisfacer nuestras almas; entonces, ¿cuál es la solución? La respuesta es el amor vertical: de Dios hacia nosotros.
El amor vertical nos dará paz. El amor vertical hará que nuestros corazones estén contentos. El amor vertical nos capacitará para amar a otros. El amor vertical plantará en nuestras almas una alegría inquebrantable. El amor vertical nos dará el valor y la identidad definitivos. El amor vertical nos ha salvado, nos está salvando y continuará salvándonos.
El amor vertical (de Dios hacia nosotros) da lugar al mejor regalo de San Valentín que jamás recibiremos. No es sólo una historia de amor inmerecido, sino que del sacrificio definitivo que se llevó a cabo para que así ese amor pueda ser entregado a aquellos que no lo están buscando y que no lo merecen.
En un momento, Jesús representa y resume de mejor manera el sacrificio de amor en la cruz. Un momento impensado cuando el Padre le da la espalda a su Hijo. Jesús, en el horrible dolor de la absoluta soledad, ahora siendo rechazado tanto por su pueblo como por Dios, clama, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?».
Esto es lo que necesitamos recordar: Jesús estuvo dispuesto a estar completamente solo para que así nosotros nunca estuviéramos solos otra vez. Así es cuánto nos amó ayer, cuánto nos ama hoy y cuánto nos amará mañana y en el futuro que viene.
VI. Amor invisible
Todo esto suena muy animante, pero si ustedes son de alguna forma parecidos a mí, el siguiente pensamiento debe haber cruzado sus mentes: es muy difícil lidiar con relaciones de amor con personas que podemos ver y tocar. No obstante, ¿cómo podremos descansar alguna vez en el amor de alguien a quien no puedo ver?
Dios, en su tierno amor, nos ayuda en dos maneras:
1. Dios hizo visible su amor invisible al enviar personas de amor para amar a quienes necesitan amor
¿Por qué Dios nos llama en Colosenses 3:12-14 a que nos tratemos mutuamente con amor, amabilidad, humildad, mansedumbre, paciencia, tolerancia, perdón y amor? Nos llama a llevar este estilo de vida, principalmente, no para que podamos tener relaciones humanas cómodas, sino para que experimentemos su amor.
Somos llamados a ser embajadores de su amor; es decir, a hacer visible su amor invisible en las vidas de otros y viceversa. Somos llamados a ser la mirada de su rostro, el tono de su voz y la caricia de su mano.
Dios sabe cuán difícil puede llegar a ser comprender el amor de alguien a quien no podemos ver, por lo que él hace que su amor sea visible. Por medio de personas de amor que él pone en nuestro camino, él nos alcanza en los lugares donde nos encontramos, en las situaciones que experimentamos y nos ama con un amor que podemos ver, escuchar y tocar. ¡Así es cuánto nos ama Dios!
2. Dios dispone el dolor de la soledad temporal para que podamos apreciar y celebrar aún más su amor eterno
Dios sabe cuán tentador es para cada uno de nosotros tratar de reemplazar el amor vertical con el amor horizontal. Por lo tanto, en su gracia, él permite que degustemos la amargura del amor horizontal perdido y fallido para que podamos buscar y disfrutar la dulzura de su amor vertical (Romanos 5.1-5 apunta a esta conexión).
Es en los momentos cuando el amor humano falla cuando comenzamos a comprender el valor incalculable de su amor eterno que nunca falla. Es en el dolor del rechazo humano que comenzamos a atesorar el hecho de que el amor de Dios es tan fuerte que nunca nos dejará ni nos desamparará sin importar lo que pase o lo que venga.
Verán, Dios permite que lo que usamos para alimentarnos nos deje insatisfechos, no porque él nos odie, sino porque nos ama y quiere que aprendamos a alimentar nuestras almas con lo único que puede realmente satisfacernos: su amor
Por lo tanto, celebren el amor humano con el que han sido bendecidos, pero no dejen que su corazón se quede ahí. Corran al Amado a quien el amor humano apunta y dejen que su corazón se alimente profundamente de su amor divino, eterno y vertical.
Recuerden, no es el regalo de San Valentín el que los ama; no, pues ese regalo está ahí para recordarles el amor de la persona que eligió amorosamente regalárselos. Así es también el amor de Jesús.