Rara vez hago resoluciones de Año Nuevo. De hecho, con seguridad puedo decir que probablemente nunca he hecho una lista tradicional de resoluciones. Hace un par de años, decidí escoger una palabra para el año. Ahora ni siquiera puedo recordar cuál era la palabra (así de descuidada soy para abordar el proceso).
Este año, sin embargo, se siente un poco diferente. Estoy motivada de una manera como nunca antes lo he estado. Quizás se debe a que estoy envejeciendo (¡hace un par de años entré a la cuarta década!). Quizás simplemente quiero intentar un enfoque diferente. Sé que fui influenciada al leer el libro de Cal Newport, Deep Work [Trabajo profundo], el cual me abrió los ojos respecto a cuánto tiempo pierdo.
Cualquiera sea la razón, estoy emocionada por comenzar este año con un plan y algunos objetivos. Quizás este es tu año para comenzar también.
Comienzo pequeño
Hacer una lista tradicional de resoluciones siempre me ha parecido un poco abrumador, con demasiadas opciones que revisar, demasiadas decisiones que tomar en un año y de una vez. Por lo tanto, este año, bajo la recomendación de mi amigo y colega Phillip Bethancourt, estoy abordando mis planes de manera diferente y diría que de una manera mucho menos abrumadora. Su sugerencia es que establezca un objetivo para el año en cada una de las siguientes áreas: espiritual, profesional, tecnológica, matrimonial y familiar. Fácil. Un objetivo, no un millón. Un par de áreas. Eso, creo, es factible.
Por tanto, este año, he establecido algunos objetivos. Mis objetivos son pequeños, pero creo que afectarán significativamente la manera en que uso mi tiempo, mi energía y mi enfoque para el año.
Respecto al enfoque, esa es mi palabra para el año. Este año me gustaría estar tremendamente enfocada en aquello a lo que el Señor me ha llamado específicamente en las áreas mencionadas anteriormente. Comienzo este año con gran expectativa de ver lo que el Señor podría hacer y cómo Él sin duda me desafiará y cambiará. Abordo esto completamente consciente de que ya tengo el mayor regalo: Jesús.
El fracaso es una opción
Al final de la primera sección, te invité a unirte a mí para comenzar el año con un plan y algunos objetivos. ¿Estás lista? ¿O hay algo que te retiene? Quizás has sido como yo, indecisa respecto a establecer objetivos o resoluciones porque le temes al fracaso. ¿Para qué molestarse? —te dices a ti misma— voy a completar mis objetivos y a mantener mis resoluciones de todas maneras. Y quizás eso es verdad.
Sin embargo, también me gustaría animarte con esto: intentar no es fallar y fallar no significa que intentar no valga la pena.
Cada regalo bueno y perfecto viene del Padre. Cada tarea que completamos se debe a Él. Cualquier cosa que hagamos que requiera fuerza solo se puede lograr porque nuestro Señor nos ha fortalecido para la tarea. Eso es verdad ya sea que lo reconozcamos o no. Y cada fracaso está cubierto por la gracia. Tal vez comiences una tarea en enero y al llegar marzo te das cuenta de que la abandonaste, puedes retomarla y volver a comenzar o reevaluar y ajustar tus objetivos.
Estoy comenzando el año sabiendo que probablemente no logre todo lo que esperaba para este nuevo año, y eso está bien. Confío en que haré todo lo que Dios desea y diseñó que yo hiciera este año. Eso lo sé con seguridad. El proceso de establecer objetivos y de hacer un plan solo puede ayudarme a llevarlo a cabo.
Así que, aquí vamos. ¡Feliz Año Nuevo!
¿Haces resoluciones? ¿Por qué sí o por qué no? Cualquiera sea tu respuesta, ¿cuáles son tus esperanzas, sueños y planes para este año?