Dios no siempre hace las cosas a nuestra manera
Dios no siempre hace las cosas de la manera que pensamos que debería hacerlo ni actúa como esperamos. Él no siempre actúa de acuerdo con la sabiduría humana (Pablo desarrolló este punto en 1 Corintios 1:18-25, 27-29).
En ningún otro lugar queda esto más claro que en las narraciones de la infancia en Mateo 1-2 y en Lucas 1-2. El nacimiento de Jesús cumplió las promesas de Dios de una manera que superó las expectativas contemporáneas. Nuestra familiaridad con la historia de Navidad hace que, sin darnos cuenta, pasemos por alto la maravilla inesperada, el impacto, la novedad y el escándalo que acompañaron a estos eventos.
El escándalo de la concepción virginal
Mateo nos ofrece la perspectiva de José sobre el inesperado embarazo de María. Al parecer, José supuso algún tipo de infidelidad, una presunción que hubiera sido compartida por otros. José se habría divorciado de ella si no hubiera sido instruido por un ángel en un sueño sobre la verdadera naturaleza del embarazo de María.
Para el final del segundo siglo, más de un siglo después de que se escribieran los evangelios de Mateo y Lucas, Celso, un judío que se oponía al cristianismo, acusó a Jesús de inventar su nacimiento virginal y argumentó que la madre de Jesús fue expulsada por su marido por dar a luz a un hijo ilegítimo[1]. Este relato del nacimiento de Jesús se estableció como la contrahistoria judía a los relatos que encontramos en Mateo y Lucas. No hay indicios de que este relato esté basado en fuentes del primer siglo y parece haber sido inventada en respuesta a los relatos del evangelio para disuadir a los judíos de creer en Jesús.
Esto eleva la pregunta: ¿por qué una concepción virginal? ¿Por qué Dios no envió a Jesús de una manera menos abierta a ser malinterpretada y escandalosa? Celso fue uno de los primeros (hasta donde sabemos) de los muchos escépticos que ridiculizaron la concepción virginal de Jesús. Muchos críticos modernos rechazan el nacimiento virginal sobre la base de su carácter milagroso. Sin embargo, la realidad es que así fue como Dios decidió salvar al mundo a través de su Hijo Jesús, completamente Dios y completamente hombre.
El escándalo de la encarnación
Hablamos tan comúnmente de Jesús como Dios que olvidamos cuán monumental fue esta idea. Gabriel le anunció a Zacarías que Juan prepararía el camino para que el Señor, Yahweh, el Dios de Israel viniera a su pueblo (Lc 1:16-17). Cuando Yahweh vino, vino como Jesús. Dios se hizo hombre para ser Emmanuel, Dios con nosotros. (Mt 1:23).
Trifón, el judío, según lo registró Justino Mártir a mediados del segundo siglo, acusó a los cristianos de ser influenciados por la religión grecorromana:
Vergüenza les debería dar a ustedes decir las mismas cosas que ellos, y más valdría afirmar que ese Jesús ha nacido hombre de entre los hombres[2].
Generalmente se asume que Justino creó este diálogo y que Trifón fue un personaje ficticio, pero algunas de las objeciones expresadas por Trifón probablemente representan ataques judíos legítimos tempranos en contra del cristianismo. Trifón argumentó también:
Es que intentas demostrar algo increíble y poco menos que imposible, a saber, que Dios toleró ser engendrado y hacerse hombre[3].
Es increíble y maravilloso, pero no es imposible: «Porque ninguna cosa será imposible para Dios» (Lc 1:37). Dios nació como un bebé, creció como un ser humano y caminó por esta tierra como un hombre. Esta es tal vez una de las respuestas más grandes al problema de la maldad. Dios no se mantuvo al margen y distante. Él entró en nuestro mundo de dolor, fragilidad, vulnerabilidad, sufrimiento y muerte. Él caminó a nuestro lado en todos los sentidos y soportó la furia completa del mal, la opresión e injusticia.
Cuando sufrimos y cuando tenemos que ver sufrir a quienes amamos, lo hacemos sabiendo que Dios sufrió a nuestro lado y en nuestro lugar para rescatarnos del sufrimiento y para proveer un hogar eterno sin lágrimas ni muerte ni lamento, llanto o dolor (Ap 21:4).
El escándalo del nacimiento humilde
¿Cómo vendría Dios a su pueblo? Él vendría con poder, fuerza, potestad, gloria y majestad. La visión inicial de Apocalipsis describe el Jesús que esperamos (Ap 1:12-16). No obstante, cuando Jesús vino a la tierra por primera vez, sus ojos no fueron como llamas de fuego y su cara no fue como el sol brillando en su máxima potencia. A pesar de las muchas tarjetas navideñas, Él no brilló en los brazos de María ni tuvo en el establo un halo de luz brillante sobre su cabeza. Él vino en debilidad y vulnerabilidad. Un bebé completamente dependiente de su madre para sobrevivir.
Jesús no solo vino a rescatar a su pueblo como un bebé vulnerable, sino que el escenario de su nacimiento difícilmente reflejaba su poder. El Creador del universo exhaló su primer aliento excluido de una morada humana normal (no había lugar) y fue rápidamente acostado en un comedero para animales. Sus primeras visitas fueron pastores humildes, sucios y ceremonialmente impuros.
¿Por qué Dios visitaría a su pueblo de esta manera? ¿Por qué no hizo que los ángeles revelaran el nacimiento al liderazgo religioso judío en el templo? ¿Por qué no planificó Dios de antemano para reservar una habitación decente? Todas estas preguntas reflejan la diferencia entre nuestras expectativas y el plan de Dios. El nacimiento precario y humilde anticiparon la completa humillación y vergüenza de la cruz.
¿Qué podemos deducir de todo esto? Dios siempre cumple sus promesas, incluso si en ocasiones no sucede de la manera que esperábamos o en el momento que nos parece adecuado. Dios es fiel, pero no es un títere colgado de hilos o un representante de atención al cliente al que se le ha encomendado la responsabilidad de siempre mantener feliz al cliente.
A veces le damos a las personas falsas expectativas acerca de lo que Dios ha prometido hacer. Él no ha prometido una salud perfecta ni una familia perfecta ni riqueza para esta era. Para eso debemos continuar anhelando el regreso de Cristo y el nuevo cielo y la nueva tierra. «Ven, Señor Jesús» (Ap 22:20).