Si tuvieras que venir a mi casa hoy, encontrarás la palabra de la semana de los Whitacre en el pizarrón de la cocina: «diligente» que significa «que hace las cosas con mucho cuidado y exactitud». Podría parecer una palabra extraña para comenzar las vacaciones de verano, pero la pusimos ahí por una razón: queremos tratar de enseñarles a nuestros hijos el valor del trabajo duro. Como lo plantea Ben Sasse en su último libro, The Vanishing American Adult [El adulto estadounidense que comienza a desaparecer], no solo queremos que nuestros hijos aprendan a trabajar duro, sino que también a que «adopten su identidad como trabajadores».
El trabajo no es algo que hacemos durante el año escolar con el fin de desarrollarnos de 9:00 a 5:00 y luego quejarnos el resto del tiempo. El trabajo es un don y un llamado de Dios (Gn 1:26-28). «Dado que Dios es quien llama a su pueblo para su obra», explica Leland Ryken, «el obrero se transforma en un administrador que sirve a Dios». Así es como queremos que nuestros hijos piensen de sí mismos. ¿Quiénes son? Somos obreros, administradores que sirven a Dios. Hemos sido salvados por la gracia de Dios del pecado para hacer buenas obras (Ef 2:10).
Desarrollar obreros es un trabajo que está en proceso. Sin embargo, este verano, deliberadamente nos hemos propuesto hacer un par de cosas para lograr ese objetivo.
En primer lugar, queremos enseñarles a nuestros hijos que servir a Dios comienza de a poco (en la casa, en la iglesia local y en la comunidad). Así que hemos llevado a nuestros hijos para que sirvan a las viudas de nuestra iglesia con trabajos de jardinería. Le hemos pedido a nuestras hijas que se hagan responsables de varios deberes de la casa para servir a la familia. Tenemos planes de visitar a algunos ancianos de nuestro vecindario.
En segundo lugar, le estamos enseñando a cada uno de nuestros hijos a crear algo. Sasse, en su libro, nos inspiró para realizar este proyecto, ya que él señala que los niños hoy en día a menudo aprenden a cómo consumir más que a cómo producir. Por lo tanto, las niñas están aprendiendo a coser y a usar una máquina de coser. Esperamos que cada una tenga algo que mostrar para el fin del verano. Nuestro hijo del medio está haciendo un gallinero (¡y le está quedando muy bien!). Nuestro hijo mayor está a punto de terminar un ensayo que ha estado ajustando hace un tiempo.
Además, a propósito, compramos una casa en un vecindario en donde hay mucho trabajo por hacer. Nuestro patio es grande y está descuidado. Hay mucha madera que cortar, muchos tocones que desenterrar y casi un millón de maleza que arrancar. Sin duda, nuestro patio es ideal para jugar fútbol y atrapar luciérnagas, pero le recordamos a nuestros hijos que es tanto una bendición como una responsabilidad. El mandato en la creación de «someter la tierra» se aplica a este pequeño terreno de tierra del que tenemos la bendición de llamar nuestro.
Algo que hemos descubierto es que a algunos niños les gusta cierto tipo de trabajo más que otros. Uno de nuestros hijos realmente disfruta el trabajo escolar, mientras que el otro ama el trabajo manual (son polos opuestos). Así que desafiamos a nuestro hijo que sirve con entusiasmo con la jardinería para que aprenda alegremente sus fracciones y a nuestro hijo que ama escribir y leer, a salir y trabajar con sus manos. No estoy segura si alguno de ellos alguna vez amará el mismo tipo de trabajo, pero espero que ambos aprendan a luchar con su pereza en todas sus formas y puedan hacer todo su trabajo alegremente como para el Señor.
¿Parecemos malos padres? ¡Es verano después de todo! ¿Acaso no es un tiempo para que nuestros hijos descansen y se relajen? Así es, y le estamos dando a nuestros hijos suficiente diversión. Vamos a la piscina y a la biblioteca, jugamos fútbol, prendemos la regadera de pasto para mojarnos y a menudo pasamos a tomarnos un granizado. No obstante, esperamos que nuestros hijos aprendan a apreciar el descanso y la recreación aún más porque hemos aprendido a trabajar. Nuestra oración es que el trabajo que realicen este verano se impregne en sus huesos y se arraigue como parte de su identidad (para que crezcan viéndose a sí mismos como «administradores que sirven a Dios» en cualquier trabajo que Dios
los llame a hacer).