Hace poco discutía sobre la responsabilidad que el ser humano no tiene para establecer sus necesidades, dando tres razones por las que es mejor dejar que el creador las defina. Hoy quisiera continuar con este tema y mostrar más a fondo el peligro de permitir que las personas definan sus necesidades.
Tanto tú como yo tendemos a decir que necesitamos cosas que en realidad no necesitamos. Por ejemplo, decimos que necesitamos una casa más grande cuando ya tenemos una que tiene agua potable y electrodomésticos buenos. También decimos que necesitamos un auto nuevo aun cuando el que ya tenemos funciona de forma normal.
Es más, no sólo definimos nuestras necesidades físicas, sino que también las relacionales. Decimos que necesitamos un cónyuge más cariñoso, un hijo más obediente o un jefe más respetuoso. Aunque esto podría confundirte o irritarte, debo decir que la Biblia nunca nos promete esas cosas.
Entonces, ¿es incorrecto desear una vida de comodidad en la que tenga una casa grande y un auto nuevo? No, mientras esos deseos no te consuman. ¿Es pecaminoso anhelar que en tu vida existan personas que te amen, te respeten y te aprecien? No, pues esas cosas son hermosas a los ojos de Dios.
Sin embargo, en un mundo caído, donde la vida no funciona como debería, hay una diferencia entre necesidad y deseo. Una necesidad es algo esencial para la vida mientras que un deseo es una fuerte sensación de que algo te falta. Muchos de nuestros deseos no son incorrectos —mientras no nos gobiernen—, pero sencillamente no son necesidades.
TRES PELIGROS
Cuando le damos a un deseo el mismo valor que tiene una necesidad, existen tres peligros:
1. Creer que tenemos el derecho a algo
En primer lugar, nos sentimos con el derecho a obtener ese deseo. En este caso, “tener derecho a algo” quiere decir que a una persona se le ha otorgado un derecho legal o un justo derecho a recibir o hacer algo. Cuando le damos a un deseo el nombre de necesidad, básicamente le estamos diciendo a Dios que tenemos un derecho legal o un justo derecho a __________ [completa con tu deseo].
“La Biblia nunca dice que el ser humano pecador tiene derecho a obtener algo de un Dios perfecto y santo”. En realidad, esto no es cierto, pues a lo único que tú y yo tenemos derecho legalmente en esta vida es a la muerte. Nos rebelamos continuamente contra la sabia ley de un Dios amoroso, y la consecuencia de esa rebelión es la muerte.
Sin embargo, Dios, en su misericordia y amor, quita la condenación legal de nuestra sentencia y la pone sobre Cristo. Déjame animarte: la próxima vez que pienses que Dios te debe algo, por favor, reconsidéralo. La única cosa que Dios nos debe es algo que no queremos.
2. Creer que podemos exigir
Una vez que nos sentimos con el derecho a obtener algo o alguien, creemos que tenemos el derecho a exigirlo. No sé tú, pero yo no tengo apuro en pasar tiempo con gente exigente. Son severos, impacientes e incapaces de perdonar. Todos conocemos a alguien así: algún familiar, compañero de trabajo o miembro de la iglesia.
No obstante, quizás somos más parecidos a ellos de lo que creemos. Es posible que sintamos el derecho a tener algo y luego lo exijamos a otros. Teológicamente, todos sabemos que no somos lo suficientemente importantes como para exigirle cosas a Dios, pero ¿no existe la posibilidad de que se las estemos exigiendo a otras personas?
3. Creer que podemos juzgar
Después de creer tener derecho a algo y creer que podemos exigirlo, creemos que podemos juzgar; es decir, juzgaremos el amor de otros por su disposición o por su capacidad de proveernos aquello que hemos hecho una necesidad. Si se nos entrega rápidamente, tratamos a las personas con respeto y amor, pero si se demoran, se rehúsan o no pueden entregar lo que se les pide, hacemos que su vida sea difícil.
Hacemos lo mismo con Dios —a menudo inconscientemente—. Si Dios nos da comodidad, riqueza y buena salud, no nos cuesta nada cantar el himno Oh, tu fidelidad. Sin embargo, si Dios no nos da esas cosas, o en vez de eso permite que cosas difíciles entren en nuestra vida, nos vemos muy tentados a cuestionar su amor y dejar de adorarlo.
TU LISTA DE NECESIDADES
¿Ves cuán peligroso puede ser este concepto de “necesidad”? Si conviertes un simple deseo en una necesidad, esto puede alterar tu vida radicalmente. Sentirás que tienes derecho a ello, lo exigirás y juzgarás el amor de otros por su capacidad de entregártelo o no.
Siempre es mejor permitirle a nuestro Padre Celestial que él sea quien defina lo que necesitamos. Confía en la Biblia, pues estás en buenas manos cuando se trata de tus privilegios familiares. Como hijo adoptado por Dios, tienes el derecho a la gracia celestial como un coheredero de Cristo (Romanos 8:16-17).
NECESITAS esa gracia todos los días. Sin embargo, muchas de las cosas que exiges como necesidades simplemente son deseos de tu corazón. Te animo a que revises tu lista de necesidades y las pongas en la perspectiva correcta.
No hay razón para tener miedo de poner tu lista en las manos de Dios, pues él proveerá para todas nuestras necesidades (Filipenses 4:19); “…nada bueno niega [el Señor] a los que andan en integridad” (Salmo 84:11).