Título original en inglés: “Fear and Faith Conjoined”
¿El temor y la ansiedad son malos? Las respuestas que escuchamos no son siempre claras. Estas pueden dejarnos con un resonante «algo así» o «a veces», que no ayudan a las personas que ya se sienten inseguras y menos espirituales que otras. Si esperas que el crecimiento espiritual te haga menos temeroso y te libre de la ansiedad, entonces estás suponiendo que los temores y la ansiedad son pecados que simplemente están esperando ser removidos. En respuesta, te quedan dos opciones: culpa eterna de bajo nivel o maneras de lidiar con el temor por cuenta propia, lejos del Señor.
Lo que es claro en la Escritura es que vivimos en un mundo que tiene amenazas inagotables y que el Señor hace frente a tu temor (no con llamados al arrepentimiento, sino que con consuelo). Por tanto, con mayor crecimiento espiritual esperamos que la fe y el temor se unan en lugar de que el temor sea erradicado. Cuando aparezcan los temores, la fe está justo ahí al lado de ellos. El Salmo 56 es una guía útil para este delicado proceso.
El salmista puso sus temores en palabras y, luego, habla inmediatamente de su confianza en el cuidado y en la presencia de Dios. Verbalizamos nuestros temores y nuestra confianza al mismo tiempo. Los extremos del lamento se encuentran con la confianza espiritual, de un lado a otro.
Ten piedad de mí, oh Dios, porque el hombre me ha pisoteado;
Me oprime combatiéndome todo el día.
Mis enemigos me han pisoteado todo el día,
Porque muchos son los que con soberbia pelean contra mí.
El día en que temo,
Yo en ti confío.
En Dios, cuya palabra alabo,
En Dios he confiado, no temeré.
¿Qué puede hacerme el hombre? (Sal 56:1-4)
Hay temores sobre él. No es la imaginación de un día distante. Después de su declaración de confianza en el Señor, él vuelve a sus abrumadoras circunstancias.
Todo el día pervierten mis palabras;
Todos sus pensamientos contra mí son para mal.
Atacan, se esconden,
Espían mis pasos,
Como esperando para quitarme la vida.
Por causa de la iniquidad, arrójalos,
En tu ira humilla a los pueblos, oh Dios (vv. 5-7)
Con el temor y la fe como compañeros unidos, el salmista, entonces, vuelve a centrar sus ojos en una realidad más profunda. Dios recuerda incluso el intermitente descanso de su pueblo. Y Él nunca recuerda simplemente, Él actúa. Él se complace en estar para ti; Él es tu Dios.
Tú has tomado en cuenta mi vida errante;
Pon mis lágrimas en Tu frasco;
¿Acaso no están en Tu libro?
Entonces mis enemigos retrocedieron el día en que yo te invoque.
Esto sé: que Dios está a favor mío (vv. 8-9).
Entonces, repite su estribillo anterior.
En Dios, cuya palabra alabo,
En el Señor, cuya palabra honro;
En Dios he confiado, no temeré.
¿Qué puede hacerme el hombre? (vv. 10-11)
¿Qué puede hacer el enemigo? Bastante. Sin embargo, ningún enemigo puede refrenar a Dios de recordar y de actuar por nosotros. Ningún enemigo triunfará finalmente. Incluso la misma muerte no impedirá que estés en la presencia y en la misericordia de Dios. Por tanto, mientras buscamos miniliberaciones en la vida diaria y total liberación y justicia venidera, damos gracias.
Están sobre mí, oh Dios, los votos que te hice;
Ofrendas de acción de gracias te ofreceré.
Pues Tú has librado mi alma de la muerte,
Y mis pies de tropiezo,
Para que yo pueda andar delante de Dios
En la luz de la vida (vv. 12-13)
La ausencia de temor, mientras tanto, espera la era que vendrá.