¿Cómo reaccionas cuando alguien predica o enseña el famoso pasaje sobre la mujer de Proverbios 31? ¿Corres a buscar una libreta para tomar apuntes, con la esperanza de aprender cómo puedes ser más parecida a la mujer que describen ahí? ¿Miras con desagrado y piensas, “otra vez lo mismo”? ¿O te escondes y tienes remordimientos culposos porque sabes que no cumples con lo que sea que van a enseñar?
Entre las mujeres, Proverbios 31 es un famoso capítulo de la Biblia. Es un modelo que aspiramos a alcanzar, un punto de comparación, o un capítulo que a veces evitamos del todo. Sin embargo, me pregunto si hay algo que estamos pasando por alto en la lectura habitual de este capítulo. Me pregunto si hay más esperanza de la que pensamos. Me pregunto si el último capítulo del libro de Proverbios tiene bastante menos que ver con nosotras, con lo que hacemos o no hacemos, y si acaso tiene mucho más que ver con lo que Dios ha hecho, está haciendo y hará en nosotras.
EL CONTEXTO DE PROVERBIOS 31
A menudo, abrimos el libro de Proverbios y lo leemos como una lista de promesas. Leemos cosas como, “instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará” (Pr 22:6) y “los planes bien pensados: ¡pura ganancia! Los planes apresurados: ¡puro fracaso!” (Pr 21:5) y pensamos que son promesas condicionales, que nos dicen que si hacemos esas cosas, seremos felices, exitosos y tendremos todo lo que siempre quisimos. Aun cuando Proverbios sea parte de la categoría de la Biblia a la que denominamos literatura sapiencial, es un libro más descriptivo que normativo. Describe cosas que suelen pasar: casi siempre, si trabajamos duro, tendremos éxito en la vida. Generalmente, si le enseñas a un niño lo bueno que hay que hacer, lo continuará haciendo en el futuro. No obstante, no es una promesa. Todos conocemos personas que, sin importar cuán duro trabajen, pareciera que nunca avanzan en la vida. También conocemos gente que no ha trabajado ni un día de su vida aún y tienen una vida de lujo. Por otro lado, también conocemos padres piadosos y fieles que tienen hijos pródigos.
Respecto al pasaje en cuestión, Proverbios 31 fue escrito por una madre a su hijo, aconsejándole qué cosas debía buscar en una esposa; era un lista de ideales. Describe a una mujer que es diligente, trabaja duro, ayuda a su marido y sirve a su familia. Ella no depende de sus propias fuerzas, sino que vive en el temor del Señor. Esta lista contrasta llamativamente con la descripción de la mujer adúltera de Proverbios 7. Es una buena lista, y sin duda, todas deberíamos querer y desear ser diligentes, amorosas con nuestros esposos, serviciales con nuestras familias y temerosas del Señor.
Sin embargo, queridas, esta es la verdad: la mujer de Proverbios 31 no fue una persona real. Ella no existió, pero lo hará.
JESÚS Y PROVERBIOS 31
Toda la Escritura trata sobre Jesús y el libro de Proverbios no es la excepción. Jesús mismo dijo, “cuando todavía estaba yo con ustedes, les decía que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lc 24:44). Jesús es la sabiduría encarnada; él es el libro de Proverbios hecho vida; el cumplimiento perfecto de todo lo que Proverbios nos enseña. Él es el único Dios sabio, “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col 2:3).
Paul Tripp escribió estas palabras respecto a nuestra necesidad de la sabiduría:
“No puedes comprar la sabiduría; no puedes obtenerla trabajando duro u obteniendo mucha experiencia. No, la sabiduría es el resultado de un rescate y de tener una relación. Para ser sabio, primero necesitas ser rescatado de ti mismo. Necesitas que te den un nuevo corazón, uno que esté necesitado, que sea humilde, que busque y que esté listo para obtener en el cielo lo que no puede encontrar en la tierra. Luego, necesitas comenzar una relación con aquel que es la sabiduría encarnada… Ahora, esa sabiduría encarnada te guía; te protege; te convence; te instruye y te hace madurar; te anima y conforta; trabaja para cambiar tus pensamientos y redirecciona tus deseos; perdona tu pasado y sostiene tu futuro en sus manos; y te dará la bienvenida a la eternidad donde la insensatez no existirá más”. (New Morning Mercies: A Daily Gospel Devotional, meditación del 14 de julio).
Esta sabiduría, Jesús, responde la pregunta que se hace en Proverbios 31, “mujer ejemplar, ¿dónde se hallará?” Él la encontró; él la hizo; él está preparando a la novia: la iglesia. Como nos dice Efesios, “…Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable” (Ef 5:25-27).
Si tiendes a leer Proverbios 31 y tratarlo como una lista de cosas por hacer, cuando falles podrías aburrirte, cansarte y desanimarte. Si ves Proverbios 31 y simplemente te das por vencida en la desesperanza porque sabes que nunca serás lo suficientemente buena, existe gran esperanza para ti. Si ignoras a la mujer de Proverbios 31 porque has sido comparada innumerables veces con ella, basta de temores.
Hermanas, Jesús nos ha comprado y nos ha redimido. Él nos ha escogido como su novia. Nos ha vestido con un vestido blanco brillante por medio de su justicia. Él nos está renovando ahora. Nos transforma en la novia que debimos ser, porque fuimos creadas para serlo. En esta vida veremos destellos de ella: su diligencia, su amor por su familia y su servicio por otros a medida que el Espíritu trabaja en nosotras para refinarnos y transformarnos. Sin embargo, un día, el novio regresará. Ese será el día del gran banquete de bodas donde estaremos en presencia del Rey en santidad y sin manchas. En ese día, por fin seremos la novia de Proverbios 31.
Por tanto, lean Proverbios 31 con gozo, gratitud y expectación. Regocíjense pues su novio ha respondido a la pregunta, “mujer ejemplar, ¿quién la hallará?” Porque por medio de Cristo, ha sido encontrada en nosotras, la novia, la iglesia.