«Intencionalmente no predico verdades difíciles ni repito las cosas difíciles que Jesús dijo». Esta es una actitud predominante y pesimista entre los predicadores que sirven en culturas que son abiertamente hostiles al Evangelio. Tal predicación es menos que fiel a la Palabra de Dios, lo que resulta en ministerios que tienden a ser imperceptiblemente cristianos. El deseo por no ofender a quienes escuchan en una cultura hostil instruye mal la Palabra inspirada de Dios y su glorioso Evangelio.
Como pastor que sirve en una cultura hostil, estoy convencido de que la predicación debe proclamar valientemente el único Evangelio y una doctrina teológicamente abundante.
Predica el único Evangelio
Como sus embajadores, Dios prohíbe que presumamos tener autoridad para cambiar su mensaje. Los embajadores de Cristo comparten el Evangelio no adulterado y se esfuerzan por comunicar las buenas noticias fielmente. Confiadamente predicamos «…el evangelio de Dios que él ya había prometido por medio de sus profetas en las Sagradas Escrituras. Es el mensaje acerca de su Hijo, que nació de la descendencia de David según la carne, y que fue declarado Hijo de Dios con un acto de poder, conforme al Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos…» (Ro 1:1-4).
Cuando servimos en un contexto hostil, es tentador esconder partes del Evangelio de Dios que parecen ser difíciles de creer para las personas. Tal vez en un intento por ser sensibles con nuestros oyentes y con su cultura, podemos distorsionar o ajustar el Evangelio y engañar inconscientemente a las personas. Sin embargo, esconder la verdad o ser vagos con lo que Dios ha sido claro no es ser sensible; es ser arrogante y no amoroso. Incluso bajo la amenaza de sufrir o de morir, predicamos a Cristo crucificado, puesto que el Cordero de Dios es digno de recibir la recompensa por su sufrimiento (Ap 5:12). Dios ha dispuesto el mensaje que los perdidos necesitan escuchar y las personas en una cultura hostil al Evangelio no son la excepción. El Evangelio es el poder de Dios para la salvación (Ro 1:16); debemos predicar este Evangelio en su totalidad y con claridad. Nuestra confianza en la predicación del Evangelio está en Dios mismo.
Queremos que las personas escuchen el único Evangelio de Dios que tiene que ver con su Hijo, que lleva al arrepentimiento y a la fe. No hay mejor Evangelio que podamos predicar. En una cultura que es hostil al Evangelio, ¿por qué querríamos proclamar una noticia que no tiene poder para salvar?
Predica una doctrina teológicamente abundante
Existe una tendencia cada vez mayor en las misiones mundiales que dice que los plantadores de iglesia deben restringir su predicación al «mínimo común denominador» en cuanto a la teología. Esta idea surge del deseo de minimizar la división entre el cuerpo de Cristo y de reducir la probabilidad de predicar doctrina controversial. Tales predicadores y plantadores de iglesia evitan exponer pasajes que enseñan verdades que satisfacen con gozo y que encienden la adoración como la elección, la depravación total, la expiación sustitutiva, la suficiencia de Jesucristo y la confianza que tenemos en el regreso corporal de Cristo para juzgar a los vivos y a los muertos. Al hacerlo, como un pastor que se resiste a alimentar a su rebaño con esta rica doctrina, el Evangelio se asume y finalmente se pierde.
Debemos predicar una doctrina teológicamente rica, permitiendo que el significado del texto sea el significado de nuestros sermones. El contexto cultural en el que servimos no debe darle forma a la doctrina que predicamos; al contrario, nuestra doctrina debe informar y darle forma a la cultura. La predicación expositiva que hace que el punto del pasaje sea el punto del sermón sirve mejor a la iglesia. Permite que la Biblia, no el predicador, guíe la agenda de la iglesia. Incluso en medio de culturas hostiles, queremos asegurarnos de predicar todos los géneros de la Escritura, demostrando que la autoridad de Dios sobre sus vidas viene de la Palabra de Dios y no de quien enseña la Palabra de Dios. La predicación expositiva le permite a las personas escuchar todo el consejo de Dios y es una vía para enseñarles a estudiar la Biblia por ellos mismos.
La mañana en que presenté una nueva serie de sermones basados en 1 Pedro, un grupo de personas que recién había llegado a la iglesia se me acercó. Estaban en éxtasis debido a las verdades en 1 Pedro 1:1-2. Me dijeron, «saltábamos en nuestros asientos, pastor. Que Dios haya escogido a pecadores inmerecidos para salvación en su Hijo, ¡sí que son muy buenas noticias!». Estas personas experimentaron de primera mano cómo la doctrina teológicamente abundante es alimento para sus almas y combustible para su adoración.
Cortar los bordes de los brillantes diamantes de las verdades de Dios sobre sí mismo, su Hijo y su plan para salvar a los pecadores irremediablemente perdidos no las hace joyas más brillantes y bellas. La cimas gloriosas de la santidad de Dios son aplastadas en planicies anchas de nociones espirituales nebulosas que ya no pueden reconocerse como verdades claramente cristianas y carecen del poder para rescatar las almas del infierno. Cuando predicamos doctrina teológicamente rica en el poder del Espíritu Santo, guardamos el Evangelio y Dios recibe toda la gloria por salvar a los pecadores.
Conclusión
Los predicadores que sirven en una cultura hostil al Evangelio deben esforzarse por proclamar el Evangelio de Dios sobre su Hijo al enseñar todo el consejo de la Escritura. Lo hacemos con valentía, con claridad y con gozo puesto que no existe otro mensaje que contenga el poder de Dios para la salvación.