Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del pódcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.
¿Las presiones en mi vida me hacen más santo o más impío? ¿Cómo puedo saberlo? Esta es una excelente pregunta. Muchos de nuestros correos electrónicos nos llegan de cristianos que están sintiendo mayor presión en sus vidas. Este es el caso en el correo de hoy que envió una joven mamá llamada Victoria, quien está enfrentando los desafíos de criar a sus hijos pequeños. «Hola, pastor John» —nos escribe—, «desde que soy mamá, me he encontrado batallando con el pecado como nunca antes. Pareciera como si de la nada surgieran en mí nuevos pecados con los que no recuerdo haber luchado antes, especialmente en esta época en que estoy criando a un niño de dos años y otro recién nacido. Mi deseo es ser una esposa y una mamá para la gloria de Dios, pero siento que nunca he estado más lejos de esa meta. ¿Estas nuevas presiones de la maternidad me santifican o me hacen más impía? ¿Cómo puedo saber la diferencia? A menudo siento que me hacen más impía».
Esta es una pregunta tremendamente importante, porque apunta a una realidad de la santificación que con frecuencia se pasa por alto; específicamente, el orgullo y las variadas formas de ese pecado que pueden estar latentes sin ser vistas en el cristiano que ha sido perdonado, en quien mora el Espíritu, y que a menudo le dan la impresión a él y a los demás que son más santos de lo que realmente son.
La imagen que tengo de los cristianos en esta condición es la de un vaso con agua. Mientras el vaso está quieto, posado en una mesa, el sedimento del orgullo y de otros pecados pueden pasar inadvertidos en el fondo del vaso. Por consiguiente, el agua se ve clara y más limpia de lo que realmente está. Sin embargo, si golpeas el vaso —ese golpe puede corresponder, por ejemplo, a las presiones de la maternidad— el sedimento del orgullo y del pecado se levanta, y se manifiesta en actitudes, palabras y acciones que dejan en evidencia que el vaso con agua no estaba tan limpio como pensábamos. Hay más pecado de lo que creíamos. Esa es una realidad muy importante que todo cristiano debe aceptar. Y esta pregunta nos obliga a hacerlo, a todos, no solo a las mamás. Por eso me alegra tanto esta pregunta, aunque sea doloroso para nosotros hablar de esto, porque, al menos a mí, no me gusta cuando las circunstancias golpean mi vaso y hacen que salga lo peor de mí.
Permíteme exponer brevemente siete observaciones bíblicas que son la base para entender la santificación y cómo deberíamos responder a ella.
1. Dios purifica a su pueblo a través de las pruebas
En primer lugar, Dios nos enseña en su Palabra que las presiones de la maternidad, del pastoreo o de cualquier otra clase de problema o presión, pequeña o grande, están diseñadas por Dios para purificar a su pueblo.
[…] a pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo. El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele (1 Pedro 1:6-7, [NVI]).
Las presiones de la maternidad son como un fuego diseñado para refinar el oro de la fe de la mamá, no para consumirla.
[…] [Dios] nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de su santidad.
Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza. Sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, después les da fruto apacible de justicia (Hebreos 12:10-11).
Ese es el objetivo de todas las circunstancias de dolor o presión en la vida cristiana: el fruto apacible de la justicia, el oro de la piedad refinada.
2. Las pruebas hacen que algunos se aparten
Las tribulaciones y las presiones hacen que algunos cristianos se alejen de la fe para siempre. Jesús dijo en la parábola del sembrador:
Y aquel en quien se sembró la semilla en pedregales, este es el que oye la palabra y enseguida la recibe con gozo; pero no tiene raíz profunda en sí mismo, sino que solo es temporal, y cuando por causa de la palabra viene la aflicción o la persecución [el vaso es golpeado], enseguida se aparta de ella (Mateo 13:20-21).
3. Dios guarda a todo cristiano
Dios no permitirá que sus hijos, sus elegidos, se aparten. Él no permitirá que seamos tentados más allá de la gracia que nos da para resistir (1Co 10:13). O como dice en 1 Corintios 1:8-9: «Él también los confirmará hasta el fin, para que sean irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por medio de quien fueron llamados a la comunión de Su Hijo».
O en Romanos 8:30: «A los que predestinó, a esos también llamó. A los que llamó, a esos también justificó. A los que justificó, a esos también glorificó». Si Él te llamó, Él te guardará.
4. Puede que no seamos tan piadosos como pensamos
La historia de Job muestra que algunas de las personas más piadosas tienen orgullo latente en sus corazones, que será revelado por algunas presiones y problemas. El libro de Job comienza así: «Hubo un hombre en la tierra de Uz llamado Job. Aquel hombre era intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal» (Job 1:1).
Por tanto, Job era realmente un hombre bueno, piadoso y fiel. Él no vivió de una manera que trajera alguna acusación sobre sus acciones. Sin embargo, luego llegaron las pruebas. Al comienzo, la respuesta de Job fue tan buena como esperaríamos. Con sumisión, humildad y confianza declaró: «El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor» (Job 1:21). Pero posteriormente las pruebas fueron más difíciles de soportar y, entonces, se enojó con Dios. Dijo cosas como: «¿Por qué […] me consideras tu enemigo?» (Job 13:24). Dios no era enemigo de Job. No lo era. Este hermoso vaso con agua ahora se volvió turbio. Job no era perfecto.
Y el resultado de que el vaso con agua de Job se volviera turbio con orgullo e ira hacia Dios fue este: «He sabido de ti solo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, Y me arrepiento en polvo y ceniza» (Job 42:5-6). Este es el arrepentimiento que se produce cuando el vaso es golpeado y el sedimento que nadie había visto se levanta.
5. Dios expone el orgullo para conducirnos al arrepentimiento
Eso nos lleva a la quinta observación: Dios expone el remanente del orgullo y del pecado en nuestras vidas para que hagamos lo que Job hizo: mirarnos a nosotros mismos con mayor claridad y arrepentirnos más profundamente.
6. Nuestra santificación puede parecer lenta
Esto significa que el proceso de santificación a menudo se siente como si estuviéramos retrocediendo. A esto es lo que apunta la pregunta. Job empezó muy bien en los dos primeros capítulos, pero posteriormente no le fue tan bien. Realmente retrocedió, al menos temporalmente. Parecía que Job se estaba volviendo más impío. Entonces, ¿cuál es la respuesta a la pregunta de Victoria? Hasta donde ella puede ver, Victoria dice que las presiones de la maternidad hacen que más pecado salga de ella.
Entonces, ¿se está volviendo más santa con estas presiones o más impía? Lo que hemos visto es que ella está de pie en una bifurcación del camino. ¿Las presiones y los problemas la convertirán en esa tercera semilla que se aparta de Cristo y probará que nunca fue cristiana en primer lugar? ¿O será igual que Job al final y se arrepentirá?
7. Lucha como una hija perdonada de Dios
Mi último punto, mi séptima observación, es una exhortación: deja que tus presiones y problemas, y el aparente aumento del pecado que realmente estaba en ti todo el tiempo, hagan más dulce la gracia de Dios; hagan tu corazón más humilde y tu arrepentimiento más profundo; hagan que tu lucha contra el pecado sea mayor al combatir como una hija perdonada de Dios.
John Piper © 2021 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. Traducción: Marcela Basualto.