El dolor puede ser el jardín secreto del orgullo.
No hablamos mucho sobre el dolor porque es algo tan sensible, tan vulnerable: tan doloroso. Sabemos que es un tema delicado, sin embargo, no enfrentarlo es igualmente peligroso. John Piper escribe respecto a nuestro dolor,
Satanás usa el placer y el dolor para intentar destruir nuestra fe. Él usa el placer como una espada para hacernos dudar de la grandeza satisfactoria de Dios y hace lo mismo con el dolor para que dudemos su bondad soberana.
El dolor puede ser un arma poderosa para bien en el corazón que tiene fe. Puede producir humildad sincera y profunda y mayor dependencia en Dios. También el dolor puede provocar heridas mucho peores y mucho más perdurables que cualquier agonía física. En el peor caso, puede causar que dudemos de la bondad de Dios, que nos revolquemos en autocompasión y que nos aislemos de él, como también de otros.
El dolor se convierte en orgullo porque cree que nadie más puede entenderlo. Nadie siente lo que yo siento, por lo que el dolor se distancia de cualquiera que quiera tratar y hablar de ese sufrimiento. No obstante, los afligidos se castigan todavía más cuando se se alejan más de otros. Dios se ha dado a sí mismo, su Palabra y unos a otros para producir fe, e incluso alegría, en medio del dolor, hasta en el más grande y único.
Una prueba para determinar si es que nuestro dolor está produciendo orgullo es preguntarnos cómo respondemos al ánimo que otros nos dan. En especial, quizás, al que nos dan aquellos creyentes que no entienden nuestro dolor. ¿Estamos dispuestos a escuchar la Palabra y la esperanza de Dios por medio de alguien que no ha experimentado o no puede comprender nuestro dolor actual? Si no estamos dispuestos, entonces el dolor nos ha llevado al aislamiento y Satanás está triunfando en su propósito con nuestro sufrimiento.
Estudio de caso: el dolor que provoca la soltería no deseada
Estoy aprendiendo esta lección sobre mí mismo desde mi propia experiencia con el sufrimiento. Desde muy joven, he anhelado el afecto, la seguridad y la intimidad que esperaba con una esposa. Mucho antes de que incluso pudiera conducir, buscaba apasionadamente el matrimonio. Por lo tanto, cuando Dios retuvo mi boda para mucho después que todos mis amigos, experimenté el dolor y la soledad de la soltería no deseada. No es ni un poco de lo insoportable o intenso que son muchos otros sufrimientos y pérdidas, pero fue real y perdurable para mí por diez años o más.
Hace unos años, escribí un par de artículos relacionados con la soltería mientras era un hombre que aún no estaba casado y al parecer fueron bien recibidos. Asumo que a muchos les gustaron y los compartieron, en parte, porque era un tipo soltero que reflexionaba sobre las dificultades (y las bondades) de la soltería no deseada.
En abril del 2015, después de unas cuantas décadas intentando, fallando y madurando, finalmente me casé con mi novia. Tan solo cuatro meses después, me maravillaba de lo rápido que parecía perder credibilidad frente a algunos de los que aún no se han casado. En ese momento, en mi estado de recién casado publiqué un artículo que se titula «Esperanzas para solteros infelices». El artículo fue extraído de un capítulo que escribí para un libro sobre masculinidad y feminidad: Designed for Joy [Diseñados para el gozo]. Aun cuando muchos expresaron su agradecimiento por el artículo, un nuevo coro de voces cantaba en contra de mi escrito:
No quiero ser irrespetuoso con esto, pero es difícil tomar en serio un artículo sobre soltería escrito por alguien que está casado.
Sé que las palabras que escribes en tu artículo son ciertas, pero estás casado. Es fácil hablar así cuando ya te casaste.
Esto es simplemente ofensivo. Solo las personas que ya se casaron escriben cosas como estas.
Siempre son los casados los que aconsejan estar satisfechos en Jesús. Es muy fácil para ellos decirlo.
La ironía de esto es que escribí el artículo cuando aún estaba soltero. Decidimos publicarlo después para ayudar en la difusión del nuevo libro. Estaba diciendo las mismas verdades con la misma voz, pero mis palabras se encontraron con una nueva resistencia, incluso con rechazo.
Los comentarios que mencioné anteriormente no fueron la respuesta predominante a mi artículo, por lo que no estoy escribiendo esto para reivindicar lo que escribí ni mi punto de vista. De hecho, estoy seguro de que pensé y dije algunas de esas mismas cosas frente al «ánimo» que recibí de mis amigos casados cuando era un hombre infelizmente soltero.
La revelación para mí fue, sin embargo, lo fácil que tendemos todos a usar nuestro dolor como una espada para rechazar las buenas noticias de Dios para nosotros. Lo veo en mí, y lo corroboro en la honesta lucha de muchos con los que he conversado sobre soltería durante la semana que acaba de pasar. Rechazaremos cualquier cosa que alguien nos diga sobre nuestro dolor, incluso cuando solo se repitan las Palabras de Dios, simplemente porque no creemos que esa persona (autor, pastor, amigo) pueda identificarse con lo que estamos atravesando.
El libro lo suficientemente grande para nuestro quebranto
No obstante, ese sentimiento por nuestro sufrimiento traiciona la belleza de la forma en que la Biblia nos ministra en nuestro quebranto. A Satanás le encanta ver cómo el dolor y el sufrimiento nos separa del cuerpo de Cristo. Él se enorgullece al ver cómo el orgullo se arraiga en nosotros cuando somos más débiles y vulnerables y crece como una gran muralla, apartándonos del amor y del aliento que otros cristianos nos dan.
La verdad es que es muy probable que las personas presentes en tu vida no comprendan tu dolor. Afortunadamente, no necesitas depender en lo que ellos saben sobre tu dolor en particular para que sean una bendición para ti, porque Dios escribió un libro para vencer toda nuestra inevitable ignorancia e insensibilidad. Con la Biblia, las personas pueden llevarte la sabiduría que siempre es relevante y la esperanza de un Dios que es todopoderoso, amoroso y omnisciente.
Cuando recibimos de otros la Palabra de Dios para nosotros, escuchamos al Creador del mundo (aquel que diseñó cada centímetro de nuestros cuerpos y es autor de cada segundo de nuestra historia, dentro de los cuales está nuestro dolor). El Dios que le habla a nuestro dolor por medio de la Biblia es el artista que pintó cada una de las luces más brillantes y de las sombras más oscuras de nuestras vidas. Él conoce tu dolor perfectamente, y si confías en él y recibes su Palabra de esperanza, como sea que venga, él promete bien para ti sea lo que sea que estés enfrentando.
El poder de la compasión
Sin duda Dios nos ha bendecido al darnos hermanos y hermanas en Cristo que han sufrido como nosotros (o mejor aún, que están sufriendo como nosotros incluso ahora). Hay un vínculo sagrado de consuelo y de ánimo entre aquellos que han experimentado el mismo dolor, ya sea la soltería no deseada, el diagnóstico de un cáncer, un aborto espontáneo, el desempleo o cualquier cosa que te esté haciendo sufrir. Dios nos ha dado misericordiosamente personas que también están sufriendo que a menudo entregan un consuelo único y significativo.
Sin embargo, la empatía no es un requisito para el ministerio. Dios puede hablarte verdadera y profundamente ya sea por medio de la compasión como de la empatía. Si lo escuchamos. La Biblia, como un libro para los que enfrentan dolor y desconsuelo, habla por sobre todos nuestros sufrimientos, ya sea que lo vivan junto a alguien o no. El orgullo puede intentar negarlo, pero Dios puede hablar poderosamente por medio de un amigo lleno del Espíritu que sabe poco de tu experiencia de sufrimiento, pero sostiene el libro de Dios abierto frente a ti.