En la primera nevada de maná en Éxodo 16, Dios introdujo a su pueblo a un día de reposo. Dos meses y medio después de dejar a sus antiguos amos, el pueblo de Dios escuchó una extraña orden de su nuevo Amo: descansa. Imagínate lo extraño que debió haber sido este mandato para un grupo de esclavos. El trabajo duro es su vida. Es todo lo que conocen. Ahora Dios les ha dicho que se tomen un día libre. No sólo una vez al año, sino cada semana. ¿No es de extrañar que algunos todavía salieran a recoger el maná en ese primer día de reposo?
Aunque nosotros no seamos esclavos, nuestra cultura actual valora tanto la productividad que tomarse un día libre también suena absurdo. «Tal vez Dios quiso decir que tomemos un descanso de nuestro trabajo habitual y hagamos otro tipo de trabajo. No puedo simplemente perder el tiempo».
Para ser sincera, así es como exactamente pienso. Si crear listas de quehaceres fuera un pasatiempo viable, sería el mío. Trato la productividad como un deporte, buscando si puedo batir mi récord de tareas completadas en un día. Triste, pero real.
Un día de «no hacer nada»
Entonces, cuando el día semanal de «no hacer nada» (acertadamente nombrado así por mi esposo para recordarnos el propósito del sábado) llama a la puerta, pongo llave a la puerta y grito: «¿Puedes volver en otro momento? ¡Tengo demasiado que hacer esta semana!».
La mayor parte del tiempo, estos días son un regalo precioso para mi alma. Con el objetivo de no lograr nada, nuestros días de «no hacer nada» se componen de hacer panqueques, ver películas, leer libros, armar rompecabezas, ir al parque, tomar siestas, tener tiempos prolongados y sin prisas en la Palabra o cualquier otra cosa que parezca divertida ese día.
Otras veces, descubro que el tiempo «despilfarrado» a propósito es el instrumento que Dios está usando para matar mi adicción a la productividad. En esos momentos incómodos, hay cuatro cosas que recuerdo.
1. No necesito hacer algo para estar bien
Me siento muy bien cuando hago mucho y me siento desanimada cuando pierdo el tiempo. Descansar expone mi confianza puesta erróneamente en lo que puedo lograr y me recuerda que mi valor se encuentra sólo en Cristo y en lo que Él ha hecho. Él me hace estar bien, no mis logros.
2. Dios no me necesita
Esas tareas pendientes se sienten tan importantes al comienzo de un día de «no hacer nada». «¡Si no hago x, y o z hoy, el mundo no estará bien!». Pero la verdad es que el mundo estará bien. Mi casa, mi familia, mi iglesia, mis amigos. Ellos no dependen de mí. Dios tampoco depende de mí. Él no me necesita, y un día de descanso es un simple recordatorio de esta imperativa verdad.
3. La salvación viene a través del descanso
También les di mis días de reposo por señal entre ellos y yo, para que supieran que yo soy el Señor, el que los santifica (Ezequiel 20:12).
Dios le dio a su pueblo un día de descanso para mostrarles que es Él quien salva, es Él quien santifica. No puedo salvarme a mí misma, mi arduo trabajo no puede justificarme ante Dios. Simplemente necesito dejar de hacer y empezar a confiar. El descanso físico apunta a mi necesidad de descanso espiritual, específicamente al descanso en las obras de Cristo a mi favor.
4. El descanso es una disciplina
Descansar bien no es algo natural para mí. He tenido que aprender a hacerlo como cualquier otra disciplina. Una forma en que se manifiesta es en las actividades que elijo. Hay muchas cosas que parecen relajantes, pero que en realidad son agotadoras (por ejemplo, ser absorbido por el vórtice de las redes sociales o ver Netflix en exceso). Leer un libro o salir a caminar no siempre es mi primera opción, pero por lo general me dejan sintiéndome maravillosamente rejuvenecida.
De la misma manera, se necesita un esfuerzo consciente para resistir el impulso de trabajar duro por lo que Dios ya me ha dado a través de Cristo. Y elegir las formas correctas de «descanso espiritual» requiere el mismo esfuerzo. Detenerme para arrodillarme y orar al mediodía no siempre parece el descanso que mi alma anhela, pero es realmente rejuvenecedor, mucho más que un refrigerio sin sentido o desahogarme con una amiga.
Descansar en Cristo
Jesús dejó claro que «El día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo» (Mr 2:27). Un día de descanso no es otra casilla para marcar el desempeño espiritual. Todo lo contrario, busca convencernos de que no necesitamos hacer nada en absoluto para ganarnos el favor de Dios. Más bien, simplemente descansar en la obra de Cristo.
Porque así dijo el Señor Dios, el Santo de Israel: «En arrepentimiento y en reposo serán salvos; en quietud y confianza está su poder» (Isaías 30:15).
¿Actualmente tienes un día de reposo integrado en tu horario semanal? ¿Qué haces en tu día de descanso y qué te ha enseñado Dios a través de él?