¿Alguna vez sientes como si no pudieras dar evidencias de todo el trabajo duro que haces en casa?
Preparas la comida de tus pequeños sólo para barrer más migas del suelo. Organizas un armario sólo para que se vuelva a desordenar. Educas a tus hijos y hacen una escena en la reunión familiar. Atiendes a tu esposo pero no parece notarlo.
¿Cuál es el punto?
No hay nada que agote tanto nuestro celo por las tareas del hogar como la sensación de que es en vano. El sabio de Eclesiastés pregunta: «¿Qué provecho saca el hombre de tanto afanarse en esta vida?» (Ec 1:3)
Su respuesta es tan (aparentemente) desalentadora como realista:
«Consideré luego todas mis obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y vi que todo era absurdo, un correr tras el viento, y que ningún provecho se saca en esta vida» (Ec 2:11, énfasis mío).
Esta es la realidad —la realidad de tu vida y la mía, tus quehaceres domésticos y los míos— cuando perdemos de vista el domingo de resurrección. No se saca ningún provecho. Es inútil, no tiene sentido, es una pérdida de tiempo.
Pero la cruz de Jesucristo, y su resurrección de entre los muertos, cambia todo. No sólo la muerte ha sido «devorada por la victoria», como dice Pablo en 1 Corintios 15:54, sino también la inutilidad que resulta de la muerte. Gracias a la resurrección, nuestro trabajo no es una pérdida de tiempo.
«Por lo tanto [a la luz de la gloriosa resurrección], mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano» (1 Co 15:58).
¿Que deberíamos hacer a la luz de la resurrección? Aquí en este versículo Dios nos dice: «aférrate a ella», «no te rindas», «sigue trabajando». La resurrección de Jesucristo no sólo certifica que todo «ha concluido» (Jn 19:30), sino que nos llama a ponernos en acción.
La resurrección nos motiva a trabajar duro, porque todo trabajo hecho «en el Señor» —para su gloria y con su fuerza— no es en vano. No es inútil. Gracias a la resurrección, cada fregado de piso y recarga de vasito antiderrame durará por siempre si es hecha «en el Señor».
Por supuesto, si trabajamos en nuestro hogar por el aplauso humano, nuestro trabajo será en vano. Nuestra familia nunca nos valorará lo suficiente. El mundo nunca nos estimará lo suficiente. Aun si buscamos nuestra satisfacción o realización personal, saldremos vacías. No obtendremos ningún provecho. Será como correr tras el viento.
Pero si progresamos en la obra del Señor, para la gloria de Él, podemos tener la plena certeza de que no será en vano: la misma certeza con la cual sabemos que nuestro Salvador se levantó del sepulcro.