Estar en las nubes
La imaginación de los niños puede meterlos en problemas.
Recuerdo claramente cuando mi profesora de Kinder, una mujer con un cuello de encaje almidonado y una boca perpetuamente curvada hacia abajo, se paraba frente a la clase, dando instrucciones monótonas sobre cómo colorear la réplica de una pecera. Mientras ella establecía previsiblemente que las algas debían ser verdes y el agua azul, mi mente se desvió hacia costas más tentadoras. Deambulé a lo largo de una playa donde la luz del sol de media tarde hacía brillar piedrecillas como si fueran ópalos. El océano, balanceándose contra la arena como si bailara un vals, reflejaba un brillante cielo con tonos preciosos. Mientras el viento quitaba el cabello de mi rostro, yo estiraba el cuello para escuchar. ¿Esa era una voz deslizándose por el viento? ¿Una canción? El tono me era tan familiar, tan exasperantemente hermoso, como un latido insinuando misterio y hogar…
—«¡Katie!».
Salté. Los niños sentados con las piernas cruzadas en el suelo alrededor de mí se reían disimuladamente mientras una crayola azul saltaba de mis manos; alcé mi vista a tiempo para ver acentuarse el ceño fruncido de la profesora. «¡Vuelve a tierra!», gritó, las líneas en ambos lados de su boca se marcaron.
Me abrí paso para recuperar mi crayola. Mientras garabateaba líneas irregulares en la pecera y parpadeaba para evitar las lágrimas, el agua que coloreaba se veía sin vida y plana, el azul tan apagado.
Un dilema sin tiempo
Aunque mis propios problemas con soñar despierta involucran crayolas desgastadas, los percances de la imaginación no se limitan a una época o cultura determinada. Recuerdo una multitud de escolares en Kenia que se reían y lanzaban balones a nuestro equipo médico hasta que un grupo de directores detuvo sus travesuras. En el hemisferio opuesto, una niña de 5 años, sin sus crespos castaños que hace rato se habían caído por la quimioterapia, usaba su poste de suero como monopatín para volar por el pasillo de un hospital, hasta que las bruscas palabras de una enfermera la detuvieron.
Incluso aquellos que poblaron los libros de historia luchaban con las consecuencias de sus fantasías infantiles. A principios de los 1900, un compañero de clase describió al futuro ganador del Premio Nobel William Faulkner1 como «el niño más perezoso que jamás haya visto… no hacía nada más que escribir y dibujar». Albert Einstein2 fue un soñador tal que su maestro declaró que no sería nadie. A lo largo de los siglos y del mundo, la maravilla de la imaginación de un niño ha chocado con las duras y frías realidades de hierro de un mundo adulto.
Enséñales diligentemente
En muchos aspectos, por supuesto, las mentes de nuestros niños necesitan guía. Así como todos los pecadores en un mundo caído, los pensamientos que preocupan a los niños pueden llevar a la maldad (Gn 6:5). Para contrarrestar semejantes tendencias, debemos enseñarles la Palabra de Dios diligentemente: «Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. “Las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes”» (Dt 6:6-7). Necesitan nuestra ayuda para cultivar discernimiento, poniendo sus mentes y corazones en «todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable» (Fil 4:8-9).
Pastorear las mentes de los hijos es obra del Reino. No obstante, a veces nuestra determinación para instruir extingue la maravilla chispeante en las mentes de nuestros hijos. ¿Cuándo nuestros esfuerzos por disciplinar en realidad apabullan la imaginación de un niño y cuál es el costo?
Resplandor en el país de las sombras
Según algunos de los escritores más inspiradores de los últimos dos siglos, una imaginación vívida es un don demasiado precioso para reprimirlo. «A ningún niño se le debe permitir crecer sin el ejercicio de la imaginación» advirtió Mark Twain3. «Enriquece la vida para él. Hace cosas maravillosas y hermosas». En A Defence of Nonsense [En defensa del sinsentido], G. K. Chesterton4 conectó la imaginación no con las frivolidades y los caprichos infantiles, sino con la adoración:
Siempre y cuando veamos un árbol como algo obvio, creado natural y razonablemente para que la jirafa coma, no podemos maravillarnos adecuadamente de él. Es cuando lo consideramos como una ola prodigiosa del suelo viviente extendiéndose hacia los cielos sin ninguna razón en particular que nos sacamos el sombrero… Este es el lado de las cosas que tiende más verdaderamente a la maravilla espiritual.
C. S. Lewis estaba de acuerdo con Chesterton, pues notó en su libro Cautivado por la alegría que la imaginación refleja la «verdad celestial5». El académico Kevin Vanhoozer hace referencia a lo siguiente:
Lewis no puso la razón en el lado de la verdad y la imaginación en el lado de la falsedad […]. Las historias nos despiertan a los patrones significativos de la vida. La imaginación nos ayuda a probar y ver la bondad de Dios: el resplandor en el país de las sombras6.
Las observaciones de Lewis reflejan una verdad bíblica. Dios creó cada pizca de arena y nebulosa, amontonó en lo alto cada montaña y excavó los volcanes de las profundidades. Puesto que somos portadores de su imagen (Gn 1:27), Él gravó en nuestros corazones un deleite en la creatividad. Cuando le permitimos a nuestras mentes fabricar cosas salvajes, majestuosas, verdaderas y hermosas, nos conectamos con la obra para la cual Dios nos diseñó. Señalamos al autor de todas las maravillas, lo reflejamos y obtenemos un destello del «resplandor en el país de las sombras».
Cuatro formas de apabullar la imaginación de un niño
Los niños tienen una capacidad natural para tal asombro e invención; no obstante, a menudo extinguimos sus ilusiones y silenciamos sus historias. En las palabras de Samsagaz Gamyi: «se hierven, se machacan, las pones en un guiso».
«No», objetas, «¡nunca haría algo así!». Amigo, lo has hecho, incluso sin querer. ¡Igual que yo! La siguiente lista captura sólo cuatro maneras en que nosotros los adultos serios apabullamos la imaginación de los niños. A medida que lees la lista, anímate: cuando fallemos, la gracia de Dios abunda aún más (2Co 12:9).
1. Reemplazar libros con pantallas
En nuestra era de swipes, likes y tuits, algunos podrían categorizar a los libros como obsoletos. ¿Para qué molestarnos, cuando los niños pueden googlear cualquier tema para obtener información? ¿La tecnología ofrece una plétora de maneras nuevas, emocionantes y vanguardistas de aprender?
En relación a la imaginación, no es así, de hecho. Los investigadores han vinculado el tiempo en pantalla a la disminución de la comprensión lectora7 y a una reducción de las imágenes mentales8. Los medios digitales privan a las mentes jóvenes de la entrada sensoriomotriz y de la participación activa necesaria para cultivar mundos interiores ricos.
Mientras más cambiemos los «libros vivos9» en pos de las pantallas, más privamos a los niños de experiencias necesarias para que florezcan sus imaginaciones dadas por Dios.
2. Ser tacaño con tu tiempo
Piensa en un personaje severo de un libro clásico (quizás el señor Bumble de Oliver Twist o la malvada señorita Tronchatoro de Matilda). Podríamos no identificarnos con semejantes antagonistas en primera instancia. ¡Sin duda no somos así de malhumorados o ariscos! Le daríamos al pobre pequeño Oliver un poco de avena cocida extra si lo pidiera. Y sin embargo, probablemente compartimos una característica con ellos: impaciencia.
Cuando el hijo mayor está atrasado para la práctica de fútbol, corremos contra la hora límite, estamos agotados después de un arduo día de trabajo, el chiste absurdo o la historia dispersa de un niño puede irritar en lugar de animar. En esos momentos, ¿cómo respondemos? ¿Respiramos hondo, buscamos en el pozo polvoriento y sacamos nuestras últimas gotas de entusiasmo? ¿O alejamos a nuestros hijos? «Ahora no», decimos. «Tengo mucho que hacer. Juega solito». Cuando ignoramos a nuestros hijos durante momentos de inspiración, les enseñamos que los impulsos de sus mentes no importan.
No caigan en esta trampa. La próxima vez que un niño tire de tu manga, respira hondo, ora por paciencia y luego inclínate hacia adelante con una sonrisa. Enséñales a tus hijos que, en lugar de divagaciones bobas, las aventuras de su imaginación son regalos de Dios con significado celestial.
3. Actuar siempre acorde a tu edad
Aunque pocos tolerarían boberías durante una reunión de negocios, ahogamos la imaginación de un niño cuando nosotros nunca actuamos como niños. El potencial de soñar nos sigue hasta la adultez, incluso si nuestro trabajo diario de hacer números y elaborar planes lucha por someterlo. Cuando los niños te invitan a jugar a imaginar, únete a ellos. Lee libros teatralmente, con voces y emoción, en lugar de usar una cadencia robótica como la de Siri. Juega. Sé bobo. Bromea. Cuando un niño dice que un burro invadirá el castillo con una armadura, no le des una clase sobre por qué los burros no pueden blandir una espada. Al contrario, fórjale un yelmo de papel aluminio al burro. Atrévete a ser un poco ridículo y observa cómo las mentes de tus hijos se encienden con creatividad y alegría.
4. Enseñar la Biblia como si fuera un libro de estadística
Pastorear el corazón es un trabajo serio. Demasiado a menudo, malinterpretamos esta seriedad pensando que debemos enseñar la Biblia en un tono monótono. Podríamos saborear las risitas de un niño mientras leemos Donde viven los monstruos, pero durante la Escuela Dominical bajamos nuestra voz una octava y enseñamos con la vitalidad de una tortuga arrastrándose por la arena.
Los niños merecen algo mejor. ¡Y la Biblia ofrece algo mejor! ¿Dónde más los niños pueden encontrar a Aquel que hizo el cielo y la tierra? ¿En qué otro lugar pueden aprender su incomprensible majestad, misericordia y amor? Cuando les enseñas a tus hijos la Palabra de Dios, aférrate a la maravilla. Muéstrales tu deleite. Entra en su imaginación con Aquel a quien apuntan todas las más grandes historias: nuestro Salvador resucitado, quien ofrece los finales felices más maravillosos que el mundo jamás haya conocido.
Incita la imaginación de tus hijos con las maravillas de Dios. Déjalos pasmados. Canta alabanzas mientras alimentan las chispas, avivándolas para convertirse en llamas y siguen la luz del mundo hacia el país de las sombras y para siempre.
Kathryn Butler (Postgrado en Medicina) es la autora de The Last Keeper [El último guardián].
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
- University of Virginia Library, «William Faulkner: Most Faulknerian I» [William Faulkner: el más Faulkneriano I], The Most of Special Collections, https://explore.lib.virginia.edu/exhibits/show/most/walk/faulkner.
- Isaacson, Walter. «20 Things You Need to Know About Einstein» [Veinte cosas que necesitas saber sobre Einstein]. Time, 5 de abril de 2007. https://content.time.com/time/specials/packages/article/0,28804,1936731_1936743_1936745,00.html.
- «Huckleberry Finn Narrative Analysis» [Análisis narrativo de Huckleberry Finn], IPL, https://www.ipl.org/essay/Huckleberry-Finn-Narrative-Analysis-F3SDUQBUXFV.
- Chesterton, G. K. «A Defence of Nonsense.» [En defensa del sinsentido]. En The Defendant, 2ª ed. Londres: R. Brimley Johnson, 1902. https://www.gutenberg.org/files/12245/12245-h/12245-h.htm#A_DEFENCE_OF_NONSENSE.
- Lewis, C. S. (1995). Cautivado por la alegría. (Madrid: Ediciones Encuentro). p. 176.
- Vanhoozer, Kevin. «In Bright Shadow: C.S. Lewis on the Imagination for Theology and Discipleship» [En la sombra resplandeciente: C. S. Lewis sobre la imaginación para la teología y el discipulado]. Desiring God, 28 de septiembre de 2013, https://www.desiringgod.org/messages/in-bright-shadow-c-s-lewis-on-the-imagination-for-theology-and-discipleship.
- Froud, Karen, Lisa Levinson, Chaille Maddox y Paul Smith. «Middle-schoolers’ reading and processing depth in response to digital and print media: An N400 study» [Profundidad de la lectura y procesamiento en estudiantes de secundaria en respuesta a los medios digitales e impresos: un estudio N400]. bioRxiv, 1 de septiembre de 2023, https://www.biorxiv.org/content/10.1101/2023.08.30.553693v1.
- Suggate, Sebastian P. y Philipp Martzog. «Screen-time influences children’s mental imagery performance» [El tiempo en pantalla influencia la función de la imagen mental]. Developmental Science 23, no. 6 (2020): e12978. https://doi.org/10.1111/desc.12978.
- Manning, Colleen. «Toward a Definition of a Living Book» [En dirección a una definición de un libro vivo]. Ambleside Online. Última modificación 2025. https://www.amblesideonline.org/art-definition.

