Algunos hombres y mujeres cristianos se sienten atrapados en una relación amorosa, aun cuando sea disfuncional, y especialmente después de haber pecado sexualmente. Quizás conoces a alguien que está en una relación así; tal vez tú estás en una relación como esta.
La falta de compromiso es frecuente (y destructiva), pero quiero hablar de las relaciones excesivamente comprometidas; relaciones imprudentemente comprometidas: parejas que son muy frágiles y que han transado demasiado como para seguir sintiendo la gravedad del pecado y la preciosidad de Cristo o para ver su relación con una mente clara y un corazón equilibrado. ¿Por qué las relaciones amorosas no saludables son tan difíciles de terminar, en especial después de que una pareja ha transado a nivel moral? ¿Cómo deben responder las parejas cristianas si pecan sexualmente?
Como un hombre cristiano, como uno que cayó sexualmente en relaciones amorosas en el pasado, les escribo principalmente a los hombres. Tengo unas palabras para mis hermanas en Cristo al final, pero quiero que el peso de esta carga caiga con más fuerza sobre mis hermanos. Dios te dio hombros para eso. Anhelo que vivamos, guiemos y amemos de maneras que sean dignas de la confianza de una mujer y dignas del nombre de Jesús.
Lo que Dios espera de los hombres
Cuando una pareja cristiana peca sexualmente, Dios responsabiliza más al hombre que a la mujer. Cuando Adán y Eva cometieron el primer pecado (Eva dando la primera mordida), «el Señor llamó al hombre» (Gn 3:9, [énfasis del autor]), y no a la mujer primero. Como escribe John Piper:
Dios pide más de los hombres en relación a las mujeres de lo que les pide a las mujeres en relación a los hombres. Dios requiere que los hombres sientan una responsabilidad peculiar por proteger y cuidar a las mujeres («Do Men Owe Women a Special Kind of Care?» [¿Los hombres les deben un cuidado especial a las mujeres?, disponible solo en inglés]).
Dios llama a hombres y a mujeres a buscar la santidad, a proteger el lecho matrimonial, a hacer todas las cosas para su gloria, incluyendo tener relaciones amorosas, casarse, hacer el amor y buscar la pureza sexual. Él llama tanto a hombres como a mujeres a protegerse y a servirse mutuamente de maneras complementarias, pero desde el principio, Él pone una carga más pesada en los hombres.
Eva comió primero del árbol del conocimiento del bien y el mal; ella sedujo a su esposo para que comiera con ella y ella recibió la maldición por su pecado (Gn 3:16). Sin embargo, después de lidiar primero con Satanás, y luego con Eva, las palabras de juicio de Dios culminaron con Adán (Gn 3:17-19). La mujer tendría dolores de parto; el hombre sufriría «todos los días de [su] vida […] hasta que vuelva […] a la tierra» (Gn 3:17, 19). Dios esperaba que el hombre obedeciera su voz, que guiara amorosamente a su esposa a hacer lo mismo y que admitiera la mayor responsabilidad por la falta de ambos.
Para su vergüenza, Adán no solo hizo lo que Dios había prohibido explícitamente, sino que también culpó a Eva (¡y a Dios!) por su pecado: «La mujer que Tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí» (Gn 3:12). Hombres, si ustedes caen sexualmente en una relación, les ruego que no respondan como Adán lo hizo, más bien admitan sus propias faltas, duélanse y hagan lo que sea necesario para arrepentirse, para proteger a sus hermanas en Cristo, y prepárense para perseguir el matrimonio con completa pureza (1Ti 5:2).
Ten piedad de mí
Cualquier hombre que quiera pensar con claridad sobre una relación después del pecado sexual necesita pensar claramente sobre el pecado sexual en sí mismo.
El pecado sexual, como cualquier pecado, es antes que todo una ofensa contra Dios que nos separa de Él (Sal 51:4; ver también Gn 20:6; 39:9). Algunos de nosotros seguimos cayendo en el pecado sexual porque solo nos hemos enfocado en los costos relacionales del pecado —cómo daña la relación (y otras relaciones en nuestras vidas)— y no nos hemos enfocado lo suficiente en cómo hemos violado la gloria y la gracia de Dios. Sin embargo, si cometemos pecado sexual, nuestra primera y más profunda respuesta debe ser:
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis transgresiones.
Lávame por completo de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado (Salmo 51:1-2) .
Debemos confesar y pedir perdón los unos a los otros, pero la primera y más importante obra de arrepentimiento genuino se lleva a cabo ante el trono soberano de misericordia. Si quieres terminar con el pecado sexual, comienza meditando en la seria gravedad de lo que este pecado le dice a Dios y lo que dice sobre Él, y luego anda a la cruz, donde nuestra única esperanza, Jesucristo, fue colgada ahí por nuestro pecado, incluso nuestro pecado sexual (1Jn 4:10; 1:19).
La gravedad del pecado sexual
La paga de cualquier pecado es la muerte, pero la naturaleza y los efectos del pecado sexual son particularmente graves.
El apóstol Pablo escribe: «Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y en un día cayeron veintitrés mil» (1Co 10:8). En Números 25, el desvergonzado pecado sexual de una pareja (que fue justamente separada por la muerte) llevó a la muerte de mil más. ¿Acaso Dios reaccionó de manera exagerada? ¿El castigo fue excesivo? Podríamos rehuir de esto porque nos hemos vuelto muy cómodos con nuestro pecado y demasiado indiferentes ante la santidad de Dios.
Pablo dice en otra parte: «Porque esta es la voluntad de Dios: su santificación; es decir, que se abstengan de inmoralidad sexual; que cada uno de ustedes sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor, no en pasión degradante, como los gentiles que no conocen a Dios. […] el Señor es el vengador en todas estas cosas […]» (1Ts 4:3-6). El pecado sexual es lo opuesto a la voluntad de Dios para ti. Por tanto, si viene la tentación, corre en el sentido contrario. Huye tan rápido como puedas (1Co 6:18).
Nuevamente, Pablo dice: «Por tanto, consideren los miembros de su cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría. Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas» (Col 3:5-6). La ira de Dios vendrá sobre el pecado sexual que nuestra sociedad excusa y alienta en cada paso. El pecado sexual debería provocar un terremoto en nuestras almas, despertando en nosotros un temor crudo del juicio y un aprecio más profundo de lo que la sangre de Cristo compró por nosotros.
La ilusión de la intimidad
El pecado sexual debe provocar que nos detengamos y hagamos preguntas difíciles sobre cualquier relación amorosa. Sin embargo, a menudo hace exactamente lo opuesto entre los cristianos bien intencionados (sellando el compromiso, aislando la relación y cegándonos a los asuntos latentes). El pecado sexual puede hacernos sentir más comprometidos, porque el propósito del sexo es tener ese efecto, pero en el lugar equivocado y con la persona incorrecta (aun si es que vamos a casarnos finalmente con esa persona, porque es en el matrimonio, solo en ese momento, en que se convierte en la única persona correcta).
Dios diseñó el sexo para evitar y rechazar la tentación dentro del matrimonio (1Co 7:5), no para abrazar la tentación ni para socavar tu futuro matrimonio. El sexo antes del matrimonio nos adormece ante la tentación, nos endurece ante el arrepentimiento y nos roba la confianza en la relación, dejándonos menos listos para el matrimonio y menos capaces de tener una relación amorosa de manera sabia y con pureza. Precisamente, cuando necesitamos espacio para reflexionar, confesar, volver a enfocar nuestros corazones y poner límites más saludables, a menudo nos sumergimos más profundamente en la intimidad en su lugar, tal vez continuando con el pecado sexual y esperando que todo resulte bien y nos casemos.
No obstante, este tipo de intimidad es en última instancia una ilusión. Podría parecer intimidad genuina e incluso sentirse como intimidad genuina, pero tiene fecha de vencimiento, y a menudo es pronto. Con mucha frecuencia, lo que necesitamos después del pecado sexual en las relaciones amorosas es lo opuesto a la intimidad: es espacio.
Una propuesta: ayunen el uno del otro
Quiero trazar un camino diferente para las parejas cristianas y animarlas a darse un tiempo significativo el uno del otro antes de perseguir nuevamente el matrimonio. (Para efectos de este artículo, dejemos a un lado a las parejas comprometidas para casarse, porque las dinámicas, si bien son similares, son más complicadas; aunque el pecado no es menos grave). Alguien me aconsejó así, en circunstancias levemente diferentes, en un momento importante de mi vida, y solo he crecido para amar y apreciar más lo que él me animó a hacer desde entonces.
Quiero ser absoluta y exageradamente claro, esta no es Palabra de Dios, sino una palabra de consejo cristiano que espero demuestre ser sabio en tu vida. Como alguien que cometió pecado sexual previamente en relaciones amorosas y ahora aconseja a parejas que han caído en pecado sexual, ofrezco la guía que me hubiera gustado haber recibido (y haber tomado en cuenta) antes:
Si cometes pecado sexual con tu novia, considera darte un tiempo significativo en la relación, por causa de tu alma y la de ella, de tu relación actual y de tu futuro matrimonio.
Esencialmente, estoy recomendando ayunar el uno del otro por causa de honrar a Dios, amar y proteger a tu novia, y perseguir un gozo mayor en el matrimonio.
¿Qué hace el ayuno?
¿Qué hace el ayuno para un seguidor de Jesús? Ayunar intencionalmente significa privarnos de algún bien por causa de fijar nuestros corazones en un Bien Mayor. Al dejar de lado la comida, el sexo en el matrimonio, un poco de tecnología diaria o cualquier otro placer, le decimos a nuestras almas: hay algo más satisfactorio, algo más urgente y vital, algo más central para mi vida que esto. Ayunamos para ver que Dios es supremo, para saborear que Dios es supremo, y para decir que Dios es supremo. ¿Qué pasaría si estuviéramos dispuestos a hacer esto, cuando sea necesario, incluso en las relaciones amorosas?
La iglesia en Hechos ayunó al tomar serias decisiones (Hch 13:2; 14:23); la decisión sobre la persona con quién te casarás será uno de los compromisos más serios e importantes que harás en tu vida. El pecado sexual hace que esa decisión sea mucho más difícil y complicada. ¿Por qué no detenerse, por un tiempo, y recuperar tu sanidad espiritual y buscar la claridad de Dios?
¿Qué significa «significativo»?
Cuando digo que se den un tiempo significativo en la relación, ¿a qué me refiero con «significativo»? Diferentes cosas para personas distintas y relaciones diferentes. Significativo requerirá sabiduría (esto incluirá sabiduría desde fuera de tu relación). Algunos factores relevantes a considerar, entre otros, podrían ser: cuánto tiempo cada uno de ustedes ha sido cristiano; cuántos años tiene cada uno; cuánto tiempo lleva la relación; sus historias sexuales personales; la frecuencia en la que han caído en esta relación en particular; otras dinámicas saludables y no saludables en la relación.
Independientemente de la cantidad de meses que escojan, «significativo» debe ser incómodo. Si este tiempo no se siente largo, probablemente no es lo suficientemente largo. El ayuno no funciona si nunca sentimos hambre. Tiene el propósito de desprender el hambre y permitir que ese hambre nos enseñe sobre Dios. El ayuno en las relaciones amorosas debe hacer lo mismo. Para que este tenga su efecto clarificador y purificador completo debe ser difícil, inconveniente y doloroso. Permíteme ser claro: este tipo de ayuno no es penitencia (autocastigo para pagar o mostrar remordimiento por los pecados). La espera tiene el propósito de que nos aferremos mucho más a Dios, de intensificar nuestra guerra contra el pecado y de comunicarnos el uno al otro la preciosidad de la santidad y la confianza.
¿Qué quiere decir para ti «significativo»? Para decisiones específicas como estas en las relaciones amorosas, mi regla de oro es esta: apóyate mucho en las personas que más te conocen, que más te aman y que te dirán cuando estés equivocado. Consideren, con mucha oración, qué tipo de tiempo podrían necesitar y luego pídeles a un par de personas que te aman en Cristo, que te conocen bien, que te hablen sobre el tiempo. Los buenos amigos y consejeros sabrán dónde eres únicamente débil o tentado, a menudo más de lo que tú sabes, y podrán ayudarte a discernir cómo el amor paciente, sacrificial y desinteresado podría verse en tu situación.
¿Qué pasa con 1 Corintios 7?
Mi consejo es que las parejas cristianas se den un tiempo real si caen en pecado sexual. Sin embargo, ¿acaso el apóstol Pablo no está diciendo lo opuesto?
A los solteros y a las viudas digo que es bueno para ellos si se quedan como yo. Pero si carecen de dominio propio, cásense. Que mejor es casarse que quemarse (1Corintios 7:8-9, [énfasis del autor]).
Este es un consejo sabio, inspirado divinamente. Los cristianos que se queman con pasión, que anhelan profunda y persistentemente disfrutar de la intimidad sexual con un cónyuge, deben casarse y no quedarse solteros. Dios ha entretejido anhelos sexuales en la mayoría de nosotros para llevarnos a buscar el matrimonio. Nuestra pregunta aquí, sin embargo, es si es que las parejas en relaciones amorosas que han cometido pecado sexual deben considerar darse un tiempo (y no avanzar más enérgicamente hacia el matrimonio).
Sí, creo que el pecado sexual (y la tentación a pecar sexualmente) debería guiarnos, por medio del arrepentimiento, a perseguir el matrimonio (1Co 7:8-9). No creo que cometer pecado sexual con alguien signifique que necesariamente debas casarte con esa persona en particular (y sin duda no de manera rápida ni precipitada). El pecado sexual no es la repentina confirmación de Dios de que esa persona es la indicada. De hecho, creo que debe retrasar significativamente o incluso detener muchas relaciones.
Si bien la tentación ante el pecado sexual resistida y rechazada por la fe debería acelerar nuestro impulso a casarnos con un hombre o una mujer en particular, el pecado sexual debería desacelerar la relación, dándonos la oportunidad de ver más claramente en qué nos equivocamos y lo que Dios realmente quiere para nosotros y de nosotros en nuestra búsqueda del matrimonio.
La sabiduría de ayunar de una relación amorosa
Antes de rechazar demasiado rápido la idea de ayunar el uno del otro, considera algunos de los serios beneficios potenciales de practicar este tipo de paciencia y dominio propio.
1. Considerar la seriedad del pecado
Darse un tiempo real les dará a ambos tiempo y espacio para considerar la seriedad del pecado y sus consecuencias. Un amor recién descubierto puede nublar los ojos de nuestros corazones, haciendo más difícil discernir verdaderamente la realidad. El encaprichamiento que a menudo sentimos en las relaciones amorosas puede cegarnos a nosotros mismos a problemas en la relación. Una distancia intencional podría despejar lo suficiente tu mente como para ver de qué manera el pecado sexual desprecia a Dios, degrada la gracia y daña a todos los involucrados.
2. Arrepentirse verdadera y profundamente
Darse un tiempo real les permite a ambos arrepentirse verdadera y profundamente. Pablo le escribió a un grupo de pecadores, algunos de ellos pecadores sexuales (1Co 6:18). «Pero ahora me regocijo, no de que fueron entristecidos, sino de que fueron entristecidos para arrepentimiento; porque fueron entristecidos conforme a la voluntad de Dios […]» (2Co 7:9). La intimidad en las relaciones amorosas inevitablemente confunde el arrepentimiento, evitando que sintamos el pesar que debemos sentir ante Dios y ante el otro. Y sin un pesar piadoso, no podemos arrepentirnos verdaderamente.
El arrepentimiento es más que decir «lo siento». Es, primero, un cambio de mente y corazón, y luego un compromiso lleno del Espíritu para alejarnos del pecado y seguir alejándonos del pecado (Hch 26:20). Darse un tiempo en la relación amorosa les permitirá sentir un pesar piadoso por su pecado con más profundidad y fortalecer hábitos de arrepentimiento y pureza nuevos y durables. Cuando retomen la relación nuevamente (si es que lo hacen), querrán haber cortado las raíces y los patrones que los llevaron a pecar.
3. Discernir el potencial de la relación
Darse un espacio los ayudará a discernir si esta es una relación por la cual luchar. ¿Dios me está llamando a hacer un pacto exclusivo de por vida con esta persona? Como he dicho antes, el gran premio en el matrimonio es la intimidad centrada en Cristo; el gran premio en las relaciones amorosas es la claridad centrada en Cristo. La intimidad está diseñada para el matrimonio y el matrimonio es más sabio con la claridad. El propósito de nuestras relaciones amorosas es determinar, lo mejor que podamos, si es que Dios los está llamando a los dos a casarse, y el pecado sexual, especialmente el pecado sexual reiterado, podría poner en duda esa posibilidad.
Ante Dios, y rodeado de amigos y consejeros cristianos, necesitamos hacernos preguntas difíciles sobre nuestras relaciones y darnos un tiempo nos dará el espacio que necesitamos para preguntar y responder bien.
Una palabra para las mujeres cristianas
Podría decirles muchas cosas a las mujeres que han cometido pecado sexual con sus novios, y mucho de lo que ya he dicho también se aplica a ellas, pero quería decirles al menos una cosa directamente: la manera en que sus novios responden al pecado sexual en sus relaciones revela el tipo de esposo que será.
Si se casan, enfrentarán nuevas tentaciones, frustraciones y decisiones difíciles casi todos los días. Las relaciones amorosas son una oportunidad para poner a prueba el tipo de hombre que tu novio será cuando la vida se ponga difícil en el matrimonio, para evaluar si cumplirá sus promesas cuando sea tu hombre. ¿Caerá en la tentación de satisfacer sus anhelos egoístas? ¿Permanecerá a tu lado cuando huir sería más fácil? ¿Correrá a Jesús junto a ti para pedir perdón y rogar juntos por gracia y fuerza para rechazar el pecado y luchar por la santidad? Como él responde siempre es revelador. Dios hace a todo hombre espiritualmente maduro a partir de uno que previamente fue inmaduro, así que sé debidamente misericordiosa y paciente. Sin embargo, no todo hombre egoísta e inmaduro madura. No esperes perfección, pero no le confíes tu corazón y tu alma a un necio.
La paciencia y el dominio propio que se requieren para que un hombre tome un espacio de tiempo intencional y amoroso de la relación enseña lo opuesto al pecado sexual. Dice: «puedes esperar que llegue hasta donde sea necesario para honrar a Cristo y a ti en el matrimonio». Si terminas casándote con este hombre, darse un tiempo real ahora podría construir una confianza que perdurará para toda la vida al otro lado del altar.
Ningún pecado tiene por qué inhabilitarte
Cualquier pecado sexual viene acompañado de dolores muchísimo mayores de fuerte vergüenza y confianza quebrada. Pero Dios. Aun si tu falta significa el fin de una relación que amas, no tiene que significar el fin de tu esperanza. Demasiados regresan con prisa a un pecado y a otro, rehusándose a recibir el regalo muchísimo más grande del profundo arrepentimiento y gozo: un pesar piadoso que «produce un arrepentimiento que lleva a la salvación sin remordimiento». No importa cuán lejos hayas llegado, Dios no rehusará tenerte, si tú estás dispuesto a darle la espalda a tu pecado por Él.
En la extraña y sabia providencia de Dios, el valle de este pecado sexual podría ser la chispa decisiva que encienda en cada uno de ustedes un genuino arrepentimiento y pasión por Cristo. Y en mil años más, ninguno de ustedes cambiaría esto jamás por un par de décadas de amor marital juntos. Luchen para ver cualquier relación amorosa a través de los ojos de la eternidad con Dios. Los meses separados ahora, por más difíciles que se sientan hoy, pueden marcar toda la diferencia por la eternidad.