Una humildad extraordinaria
Cuando miramos al cielo nocturno junto con los pastores, vemos un ejército de ángeles. Los pastores están realizando sus labores normales de mantener a las ovejas cuando de pronto el cielo se llena de esplendor, magnificencia y cantos. Inevitablemente, esto los sorprendió.
Sin embargo, a la luz de dónde provino este niño, la real sorpresa no es la presencia de una multitud angelical; la verdadera sorpresa hubiera sido la ausencia de una multitud angelical. Lo que sería sorprendente es que Dios pudiera venir en un momento del tiempo y hacerlo de una manera que no estuviera acompañada en cierta medida por el esplendor que lo había marcado por la eternidad.
En la eternidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu compartían coequitativamente todo lo que Dios es. El Hijo que estaba a punto de encarnarse fue poseído por la gloria de Dios, la semejanza de Dios, la imagen de Dios, el esplendor de Dios; en efecto, todo lo que hace a Dios Dios. Todo lo que provocó que los ángeles adoraran a Dios estaba ahí en el Señor Jesucristo. Cuando comenzamos ahí, el impacto de lo que sigue es asombroso.
A veces podrías escuchar a alguien que está haciendo algo de valor o bondad excepcional y alguien más dice sobre esa persona: «te diré lo que es extraordinario sobre ella. Si supieras de dónde viene, el hecho de que haya venido hasta aquí a hacer lo que está haciendo es realmente maravilloso». Están diciendo que, aunque esté haciendo algo significativo, si supieras su trasfondo, de dónde viene y lo que dejó atrás, entenderías que es mucho más extraordinaria de lo que es aquí.
El escritor de himno del villancico lo captura en dos líneas:
De la gloria más alta así vino
A un mundo como este descendió[1].
El Espíritu Santo quiere que entendamos de dónde vino Cristo. Pablo nos dice en Filipenses 2:5-7: «Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres».
Al venir en la misma forma o naturaleza de Dios, Jesús no consideró que la igualdad con Dios era algo a lo cual aferrarse. En otras palabras, en lugar de agarrarse a su propia gloria ininterrumpida, Él escogió ponerla a un lado.
Pablo nos dice que «se rebajó voluntariamente» o literalmente: «se vació de sí mismo». En la versión en inglés de la Biblia King James, leemos: «se despojó de su reputación». ¿Qué dice esto?
Dice que al venir al mundo, Cristo escogió no llegar de un modo que estuviera tan marcado de dignidad y estilo que provocara que la gente dijera inmediatamente: «oh, este debe ser el Dios encarnado».
De hecho, recuerda lo que el ángel le dijo a los pastores: «esto les servirá de señal: encontrarán a un niño envuelto en tiras de tela, acostado en un pesebre». Qué lugar más extraño. No era que los pastores no estuvieran familiarizados con un pesebre. Era parte de sus actividades rutinarias. Pero ¿un niño en un pesebre? ¿Qué niño es este que estaría acostado en un pesebre? La señal no era un carruaje estacionado afuera. No era un cetro, sino un establo.
Despojándose al convertirse en siervo
Él «se despojó de sí mismo tomando forma de siervo». En otras palabras, se convirtió tanto en un siervo terrenal como había sido un soberano celestial.
Vemos esta misma imagen en otra escena mucho después en la vida de Jesús:
Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos, y que de Dios había salido y a Dios volvía, se levantó de la cena y se quitó el manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego echó agua en una vasija, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía ceñida (Juan 13:3-5).
Envuelto en pañales y acostado en un pesebre… envuelto en una toalla y lavando los pies de los discípulos: tomando forma de siervo.
Si miras nuevamente a Filipenses 2:7, notarás que después de «se despojó a sí mismo» tienes un verbo en presente continuo: «se despojó a sí mismo tomando…». Hay una conexión entre «despojó de sí mismo» y «tomando».
Alec Mattea, un maravilloso académico y amigo mío, sugiere que si preguntamos: «¿en qué se vació a sí mismo» en lugar de: «¿de qué se vació?», estaremos más cerca de aceptarlo o comprenderlo.
Es una paradoja fantástica. Es lo que el Señor Jesús tomó para sí lo que lo humilló, no lo que dejó de lado. Él se vació a sí mismo «tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres». Fue al tomar para sí la humanidad que se convirtió en nada.
Por supuesto, para aquellos de nosotros que pensamos que el hombre es el clímax de todo, no podemos imaginar que alguien no estuviera absolutamente entusiasmado con ser un hombre. Pero ¿si fueras Dios? Imagina. Ser Dios y salir por un canal de parto, ser acostado en un pesebre, vivir como un marginado, morir como un extraño, soportar el abuso y la maldición de la ley, suena como «nada» para mí.
Ser vaciado para servir a otros
No existe analogía que sea adecuada para expresar esto, pero no me detiene de intentarlo. Aquellos de ustedes que siguen el golf profesional sabrán que Andrew Martinez ha sido un caddie en el PGA Tour por mucho tiempo para muchos golfistas campeones.
Andrew es bien conocido entre sus amigos. Es inteligente y atlético. Él es, por derecho propio, un buen golfista; es mejor tenista, e incluso es mejor jugador de backgammon. Andrew como Andrew es alguien por derecho propio.
Pero en las ocasiones en las que he estado con Andrew cuando él ha tenido que cambiar de Andrew, mi amigo y compañero, a Andrew, el caddie, se baja del auto y camina al clubhouse y vuelve a aparecer de peto blanco. Él se vertió a sí mismo en algo. Él se vació de sí mismo tomando. Él sigue siendo Andrew (atlético, golfista, inteligente). Sigue siendo Andrew en toda su esencia como Andrew, pero tomando para sí, se ha vaciado a sí mismo.
No es por una disminución que él se hace nada. Es al agregar que él se hace nada. Él no ha dejado de ser quién es. Sin embargo, al ponerse el peto —al vertirse en ellos— constituye una entidad completamente diferente. El que es alguien en su propio derecho se ha convertido en nadie a fin de poder servir a otros.
Jesús no se acercó a la encarnación preguntando: «¿qué gano yo con esto? ¿Qué consigo con ello?».
Al venir al mundo, Él dijo: «Yo no importo».
—Jesús, serás acostado en un pesebre.
—No importa.
—Jesús, no tendrás dónde recostar tu cabeza.
— No importa.
—Jesús, serás marginado y un extraño.
—No importa.
—Jesús, te clavarán en una cruz y tus seguidores te abandonarán.
Y Jesús dice: «está bien».
Esto es lo que significa. Él «se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres».
Alistair Begg es un autor colaborador de Come, Thou Long-Expected Jesus: Experiencing the Peace and Promise of Christmas [Vengan, los que han esperado a Jesús por mucho: experimentemos la paz y la promesa de Navidad] editado por Nancy Guthrie.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
N. del. T.: traducción propia.
Alistair Begg
Alistair Begg es pastor titular de la iglesia Parkside en Cleveland, Ohio, y un maestro de la Biblia en Truth for Life, un programa que puede escucharse en la radio y en Internet alrededor del mundo. Está casado con Susan, tienen tres hijos adultos y cinco nietos. Recientemente, asumió como editor general de CSB Spurgeon Study Bible.