Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del pódcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.
Bienvenidos a una nueva semana en nuestro pódcast. Algunos de ustedes recordarán que el verano pasado, en el episodio 1 500, hablamos de productividad personal. En esa oportunidad, pastor John, dijiste que era esencial que aprendiéramos la diferencia entre pereza y descanso. Nos compartiste tu poema titulado Pilgrim’s Conflict with Sloth [El conflicto del peregrino con la pereza]. Me gustaría elogiar ese poema y la manera en que lo recitaste. Sin embargo, en el APJ [Ask Pastor John] 1 500, dijiste que todos deberíamos saber que «hay un lugar, un lugar absolutamente crucial» para el descanso y el esparcimiento, porque «el principio del sabbat [aún] prevalece». Pero luego nos advertiste diciéndonos que «debemos saber la diferencia entre la pereza y el descanso». Realmente, no explicaste esa diferencia; solo nos señalaste el poema. Odio decirlo, pero creo que muchos oyentes querrían que expusieras estos principios en forma sencilla. Entonces, en principio, ¿puedes darnos la distinción entre la complacencia de la pereza pecadora y la virtud del verdadero descanso?
Sí, creo que puedo, porque la Biblia lo hace de manera bastante clara. Entonces, déjame usar algunas palabras bíblicas.
¿Relajado u holgazán?
Usemos las palabras perezoso y diligente, porque ambos términos se usan en Proverbios. Por ejemplo, «El alma del perezoso desea mucho, pero nada consigue, sin embargo, el alma de los diligentes queda satisfecha» (Pr 13:4 [énfasis del autor]). Entonces, la pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿cuál es la diferencia entre el descanso de los diligentes y la holgazanería de los perezosos? Esto es importante porque en cualquier momento dado, el descanso y la pereza podrían verse iguales si solo estás mirando a alguien sentado en una silla, acostado en una cama o durmiendo, pero no son lo mismo. Entonces, ¿cuál es la diferencia?
Otra aclaración antes de establecer la diferencia: en este momento no estoy interesado en discutir la diligencia del incrédulo. La clase de diligencia que a mí me importa es la que ve la cruz de Cristo como la base de toda gracia, el Espíritu Santo como la clave de toda santidad y la gloria de Dios como la meta de toda realidad, que incluiría la meta de toda diligencia. No estoy hablando de cualquier diligencia, sino de la que tiene su raíz en la gloria de Dios, la cruz de Cristo y el poder del Espíritu Santo.
Por lo tanto, permítanme ahora darles mi resumen de la diferencia entre la holgazanería del perezoso y el descanso del diligente, y luego investigaremos sus raíces más profundamente. La holgazanería del perezoso se debe a su abrumadora aversión al trabajo. En cambio, el descanso del diligente se recibe como una recompensa misericordiosa por el regalo del trabajo que glorifica a Dios y como una preparación agradable para una nueva productividad renovada. Déjenme decirlo de otra manera: la holgazanería del perezoso es la rendición a su falta de disposición para esforzarse. Mientras que el descanso del diligente es una dulce compensación por el esfuerzo que honra a Dios y una agradecida renovación para seguir siendo útil. Estas son mis declaraciones resumen.
Esclavos de la pereza
Vayamos ahora a las raíces y tomemos solo un momento para enfocarnos en el problema del perezoso, luego, pasaremos la mayor parte de nuestro tiempo examinando la visión bíblica del trabajo que hace que el descanso del diligente sea tan dulce.
Pablo señala en 1 Corintios 6:12: «Todas las cosas me son lícitas, pero no todas son de provecho»; es decir, útiles o beneficiosas para cumplir un buen propósito. Él continúa diciendo que «“todas las cosas me son lícitas”, pero no me dejaré dominar [regir, controlar, gobernar] por ninguna». Esa es la prueba en la que el perezoso fracasa: puedes dedicar tu vida a hacer cosas que son provechosas, útiles, beneficiosas y que logran algún bien para la gloria de Dios o puedes dejarte dominar por una aversión corporal al trabajo. Eso se llama pereza u holgazanería.
Pablo dice: «No seré regido, esclavizado, dominado o gobernado por nada. Yo pertenezco a Cristo. Solo Él es mi dueño; por tanto, daré muerte a esos impulsos corporales que tienden a esclavizarme y caminaré como un hombre libre, dedicándome a hacer cosas provechosas, útiles y beneficiosas». Pero el perezoso no es así. El perezoso es regido por su aversión corporal a esforzarse. Es un esclavo. Por eso su descanso no es la dulce recompensa por hacer el bien, sino la egoísta resistencia a hacer lo bueno.
La recompensa de poder recuperarse del trabajo
Miremos por un momento a las increíbles raíces del diligente y al descanso del que goza. En esencia, la diferencia básica entre el perezoso y el diligente es que el primero considera que el trabajo es una desdicha que debe evitarse, en cambio el diligente ve el trabajo como un privilegio vivificante dado por Dios.
Ahora, por supuesto, es cierto que cuando el pecado entró al mundo a través de Adán y Eva, uno de sus efectos fue contaminar el trabajo con futilidad y carga. Dios le dijo a Adán: «Maldita será la tierra por tu causa; con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida […]. Con el sudor de tu rostro comerás el pan» (Gn 3:17, 19). Esa no es una perspectiva muy positiva del trabajo. Siempre habrá algo de esa carga, algo de esa futilidad en todo nuestro trabajo. Mientras esta era pecaminosa perdure, siempre habrá algo de eso, no importa cuál sea tu trabajo. Es por eso que el descanso final que Dios nos ofrece en su Reino es deseable y añorado, aun por aquellos que encuentran su trabajo gratificante aquí en la tierra.
Mas la gracia de Dios ha penetrado este orden mundial caído y le permite a los hijos de Dios recobrar, en parte, el significado gratificante del trabajo que Dios quiso que tuviera desde el principio de la creación. Y eso es lo que el diligente percibe. Aun cuando no lo expresa, lo siente. Antes de la caída, Dios le dijo a Adán y Eva: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Ejerzan dominio […] sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra» (Gn 1:28). Ese sometimiento de la tierra y dominio sobre la creación no pasa mientras estás sentado en tu silla plegable con los pies en alto.
De hecho, en Génesis 2:15, antes de la caída, leemos: «El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén para que lo cultivara y lo cuidara». Dicho de otra manera, el plan original no fue la pereza, la holgazanería, la inactividad o la falta de productividad. Los seres humanos son creados a imagen de Dios. Somos hacedores, como Dios. Ya sea que preparemos una comida, hagamos una cama, diseñemos un programa de computador, enderecemos un pedazo de madera, cavemos una zanja, edifiquemos una pared de ladrillos, preparemos una lección escolar o un sermón; todos somos hacedores por naturaleza. El diligente así lo ha descubierto y, por gracia, en Cristo, la caída no impide que recuperemos en gran medida el sentido glorificado por Dios del trabajo, de modo que el descanso se puede experimentar como una dulce recompensa por un día de trabajo y una renovación agradable para un nuevo día con propósito.
Dulce diligencia
Eclesiastés 5:12 dice: «Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho o coma poco; pero la hartura del rico no le permite dormir». Lo que hace que el descanso del diligente sea dulce es saber y tener la paz de que el éxito de su trabajo finalmente depende de Dios, no de él.
Si el Señor no edifica la casa,
En vano trabajan los que la edifican; […]
Es en vano que se levanten de madrugada,
Que se acuesten tarde,
Que coman el pan de afanosa labor,
Pues Él da a su amado aun mientras duerme (Salmo 127:1-2).
La gracia de Dios es la que hace retroceder los efectos de la caída, la que elimina la ansiedad, la que da al trabajo significado y dulzura, y la que nos brinda un verdadero descanso. El Nuevo Testamento añade a las motivaciones del diligente que, cuando trabajamos:
- tendremos algo no solo para nosotros, sino también para darle a otros (Ef 4:28);
- no seremos una carga para los demás (2Ts 3:8);
- seremos un buen ejemplo para los no creyentes (1Ts 4:12); y
- nuestra luz brillará delante de los demás, para que vean nuestras buenas acciones y nuestros esfuerzos para la gloria de Dios (Mt 5:16).
Ninguna de estas motivaciones es atractiva para el perezoso.
Permítanme, entonces, darles mi resumen nuevamente: la holgazanería del perezoso se debe a su abrumadora aversión al trabajo. El descanso del diligente se recibe como una recompensa misericordiosa por el regalo del trabajo que glorifica a Dios y como una preparación agradable para luego reiniciar una productividad renovada.